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¡Cómo son revoltosos!

Alfonso Teja

  • Oaxaca sigue siendo un polvorín
  • Aún no se sabe nada del asesinato de las reporteras triques
  • La matanza de focas en Canadá recibe mayor atención

Al cumplirse una semana del asesinato de Teresa Bautista Merino y Felícitas Martínez Sánchez, en una carretera al occidente de Oaxaca, continúa creciendo la ola de indignación ciudadana, mientras persiste un infame silencio oficial.

Teresa y Felícitas, jóvenes triques que trabajaban como reporteras y locutoras en la estación “La voz que rompe el silencio”, de San Juan Copala, fueron emboscadas y ultimadas con AK-47, el lunes 7 de abril, cuando se dirigían precisamente a la capital oaxaqueña para realizar la cobertura del Encuentro Estatal por la Defensa de los Derechos de los Pueblos de Oaxaca. Además de las dos muertes, el atentado dejó a otras cuatro personas heridas.

Desde el momento mismo en que el suceso comenzó a ser conocido, también inició una ola de protestas por parte de ONG’s y otros organismos en defensa de los derechos humanos. A esta ola acaba de sumarse el secretario general de la UNESCO, Koiichiro Matsura, quien con toda la formalidad de su alto cargo firmó un comunicado oficial para repudiar enérgicamente el atentado.

Pero mientras las reacciones de condena en algunos sectores nacionales e internacionales han sido enérgicas y rápidas, por el lado de las autoridades en nuestro país la respuesta ha sido tibia y mediocre; en verdad vergonzosa. Apenas hasta siete días después del crimen (lunes 14) la Quinta Visitaduría de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos hace el anuncio de que “realizará un recorrido por la zona para investigar el asesinato de las locutoras”. Después se supo en San Juan Copala que las investigaciones podrían comenzar el próximo miércoles o jueves (16 ó 17 de abril), pero esto es lo que corresponde a derechos humanos ¿y la Procuraduría estatal? ¿Y la PGR?

Por el lado mediático las cosas no pintan mejor: muy poca difusión se ha dado a esta noticia. Tal vez es grosero mencionarlo en esta forma, pero en los espacios noticiosos que nos rodean han merecido más espacio las focas de Canadá, durante la tradicional matanza que sufren todas las primaveras, que este inoportuno, incomprensible y verdaderamente estúpido asesinato de dos humildes mujeres triques, trabajadoras además, en los medios de comunicación.

El clima de agitación social en Oaxaca no ha retrocedido, aun cuando las noticias no nos enteren de toda la realidad que siguen padeciendo esos sectores de población, esos compatriotas que, contra todo, luchan por hacer sonar su voz y sus derechos.

La UCIZONI (Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo) fue una de las primeras en denunciar los hechos, de los que afirma que son “una muestra del clima de brutal represión que persiste en Oaxaca gracias a la complacencia de las instituciones del gobierno federal y la complicidad del gobierno estatal”.

Oaxaca siempre ha sido un polvorín con la mecha encendida, y alguien está atizando el fuego. Es la fórmula segura para un desastre. Por eso me irrita el inexorable prejuicio de los sabihondos, quienes cuando después reaparecen las manifestaciones y bloqueos de carreteras sólo aciertan a decir: “¡Ah, cómo son revoltosos estos indios”!...

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