En opinión de no pocos observadores informados de la cosa pública, el jaloneo que traemos en los partidos más fuertes de Nuevo León es inédito. El PAN ante la amenaza de un dedazo y una alianza polémica con el PANAL, y el PRI con una atractiva y democrática forma de selección de candidatos cubierta de sospechosismo.
          El gran perdedor, hasta ahorita, viene siendo el PAN, que en general a partir de la fecha en que decidieron no abrir su elección (marcada en color rojo en la siguiente gráfica) ha tenido altibajos pero con dominio de una tendencia a la baja que va, en estimaciones puntuales desde una de 45.2%, el 4 de enero, hasta un 26.8%, el 21 de enero.

          Por lo que corresponde al PRI, que un día da indicios de un proceso abierto y otro de que se pretende impedir la libre participación de los aspirantes, las tendencias no son claramente a la baja ni a la alza. Como puede apreciarse en la siguiente gráfica, la fuerza electoral del PRI se muestra errática. Con alertas positivas y negativas.

          Ante estos escenarios, los electores literalmente no saben qué cosa van a decidir. Sus preferencias no se definen aún con claridad y en consecuencia la respuesta “no sé”, se muestra igual que el PRI, errática, como se aprecia a continuación, dominando en los últimos días la tendencia a la alza.

          En la medida en que los electores sepan con claridad si el PRI se comportará como un partido serio o como uno tramposo, se definirán en consecuencia más a favor o más en contra de su proyecto y candidato resultante.
          En la medida en que los electores puedan aceptar una alianza del PAN con el PANAL, cuya fuerza electoral se muestra a continuación, decidirán también en consecuencia.

          Como puede apreciarse en la gráfica anterior, es difícil encontrar razones honorables para la alianza con el PANAL. Es difícil también entender por qué los priistas dan tantos brincos, estando el suelo tan parejo.

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