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Felipe Calderón sufre de un déficit de legitimidad que en lugar de reducirse parece ir aumentando irremediablemente.
Una definición politológica dice que la legitimidad se conquista al haberse efectuado un proceso electoral legal y honesto. Calderón no podrá superar esta barrera porque la sombra del fraude no desaparece; hay otra definición que dice que la legitimidad consiste en la aceptación de la sociedad del gobierno como algo justo y correcto, lo que se mide por la eficacia gubernamental, de tal manera que aún un dictador que llega al poder con un golpe de estado puede volverse legítimo. Esto tampoco lo logra Calderón, porque él piensa que el buen gobierno consiste en hacer declaraciones y sus decisiones son poco eficaces.
El país sufre de un déficit comercial por la incapacidad del gobierno de revertir malas decisiones del pasado. Este déficit se agrava conforme se derrumban los indicadores que mantenían la impresión errónea de que teníamos una economía más importante de lo que es en realidad. Se derrumbó el precio del petróleo, se cayó la exportación de las empresas maquiladoras y se cayó la entrada de remesas, las legítimas y las no tanto. Fuera de eso nos queda muy poco.
El país sufre de un déficit de credibilidad enorme, la gente no cree en los políticos y menos en las instituciones, con lo cual se genera la impresión de carecer de guías y de un liderazgo capaz de conducirnos, lo que se hace más grave justo ahora que necesitamos un piloto capaz de llevarnos a buen puerto dentro de esta tempestad económica, social y de seguridad.
Desde el sistema de inteligencia de Estados Unidos se sostiene que el gobierno mexicano no consolida las instituciones democráticas. Y tanto el gobierno como las fuerzas armadas de ese país sostienen que México sufre un Estado fallido junto con Paquistán, casualmente dos de las fuentes más importantes de drogas para el mercado estadounidense.
El nuevo tropiezo del IFE demuestra que en este país aquellos que debieron haberse colocado por encima de la sospecha y de los manejos turbios de la política están tan o más embarrados que el político más enchiquerado (de chiquero, lugar donde viven los puercos y esto dicho con el perdón de esos animales).
Las televisoras que no se resignan a perder los miles de millones de pesos que les quitó la reforma electoral lanzaron una nueva provocación; el IFE se engalló anunciando el castigo correspondiente pero la postura les duró muy poco; bastó como denuncia el camaleónico senador Monreal (se cambia de partido según el clima) que presionara el secretario de gobernación para cancelar las multas que le había impuesto a las dos cadenas de televisión.
Si la acusación es cierta debemos preguntar sobre la pertinencia de la ley y su aplicación y de paso sospechar que la independencia del IFE es una ilusión óptica porque sus consejeros se doblan ante la mínima presión del gobierno. Sería bueno que tanto el gobierno como el IFE nos expliquen donde esta el interés del Estado en permitir que las televisoras violen la ley y pisoteen la autoridad de la institución encargada de vigilar que se cumpla la ley electoral y el beneficio para el IFE de mostrar que sus decisiones son de muy corto alcance.
Para la teoría política las elecciones cumplen un papel fundamental porque a través de ellas se construye el consenso. El ciudadano al votar acepta el resultado aunque su partido pierda la elección y con ese acto se compromete a aceptar las decisiones del partido triunfante.
Las elecciones mexicanas eran (¿son?) tan sucias que se requirió de una inversión monumental para crear la confianza de que se respetaría la voluntad ciudadana. En esa suciedad participaban los medios de comunicación que se vendían al estado, pero gracias al déficit del gobierno ahora no dudan en mostrar el músculo que han adquirido al grado que pisotean la ley y retan a los encargados de limpiar los establos para derrotarlos, claro que esos limpiadores (consejeros del IFE) llegaron ahí revolcados en la inmundicia de la política.
Algunos de los apoyadores de Calderón desesperados llaman a salvar a su “pobre presidente” (Servitje dixit) y de hecho en base a los escenarios más realistas, el poder de este presidente se ha terminado. Perderá las elecciones y no convencerá a nadie para que hagan nada. De hecho ya empezó la sucesión presidencial del 2012 hasta en su partido.
El país tiene un déficit de gobernabilidad. Las instituciones no funcionan, los gobiernos no convencen y desde ya se espera que las elecciones legislativas de este año estén marcadas por una gran abstención electoral, lo que echara más leña a la hoguera de la falta de legitimidad. Nos esperan tres años muy difíciles, sin gobierno legítimo y con el dominio de los poderes fácticos: narcos y medios de comunicación. ¡Qué horror!
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