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PERENNE 2 DE OCTUBRE
J. R. M. Ávila
Es la tarde del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco. Tres bengalas en el aire brumoso. Se escuchan disparos, ráfagas, oleaje de gritos. Un hombre con guante blanco, sin remordimientos, pone la pistola en la sien ajena y aprieta el gatillo. Ni los Orejas de Perro, suplantadores de estudiantes, escapan a la incrédula masacre de la tarde. La plaza se puebla de gemidos y lágrimas. Huele a lluvia, a pólvora y a sangre.
A pesar de que los agresores advierten: Al que se mueva se lo lleva la chingada, los estudiantes son como niños que no atienden. Pasa la chingada y se los lleva. La Plaza de las Tres Culturas se aterra, cultura tras cultura, al descubrirse atrapada en medio de un campo de concentración, al darse cuenta de que se ha convertido en Zona de Guerra. Todo es posible en la paz.
Cadáveres y cadáveres quedan estibados de manera obscena en el suelo húmedo de lluviasangre. Una joven mujer, vecina del lugar, se peina el cabello ante un espejo, es alcanzada por un balazo y termina peinándose la sangre. Dos adolescentes caen hechos criba cuando pretenden detener a los dueños de las balas. La mirada enmudece herida ante la saña impune.
Para rescatar un cadáver, llenos de impotencia y ultrajados por el oprobio, los deudos se verán obligados a falsear el origen de la muerte. Parece imposible mentir una muerte para recuperar un cadáver pero hay que hacerlo para alcanzar al menos el consuelo del duelo familiar. No conformes con eso, las Autoridades ocultan los cadáveres que nadie reclama: los turistas que acudan a los Juegos Olímpicos no deben llevarse una mala impresión de México.
Aparecen en los periódicos notas redactadas por escribidores del Gobierno y firmadas por prestanombres mercenarios. Las Autoridades hacen un llamado para que las familias controlen a sus hijos y anuncian que no permitirán más desórdenes. No aclaran si se refieren a desórdenes de los asesinos o de los estudiantes pero no es difícil deducirlo.
Después, una cortina de humo oculta los hechos. Se escribe una historia ficción oficial para cubrir las espaldas de los culpables verdaderos, autores intelectuales de la masacre. Otros se habrán manchado de sangre las manos por ellos, pero son culpables. Han de vivir para darse cuenta de la memoria de lodo que les aguarda cuando no sean ellos quienes escriban la Historia, esa puta que se vende al mejor postor, o al mejor impostor, según se vea.
El movimiento estudiantil que en 1968 es calificado como foco de agitación se convierte con el tiempo en un faro perenne, en una referencia obligada. El lema: “2 de octubre no se olvida”, después de tantos años, no es una frase hueca. Sólo el Alzheimer borrará esta fecha de la memoria de los sobrevivientes y de quienes atendimos sus testimonios.
Antes y después de aquella tarde, han sucedido muchos 2-de-octubres en otras fechas, en otros lugares, a otras personas. Sin importar cuándo, dónde o a quiénes les hayan sucedido, nos guste o no, nos suceden ahora, aquí, a nosotros. Quien tenga ojos y oídos, que los abra.
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