Juan Carlos Tedesco aporta una clave importante con respecto al éxito o fracaso de las reformas educativas en Latinoamérica cuando afirma que las reformas no avanzarán significativamente sin una política integral dirigida al personal docente pero en México, las razones del impacto poco satisfactorio de éstas en la realidad escolar podrían ser múltiples, contundentes, demoledoras, como las que se enlistan a continuación:

• Siguen una direccionalidad de arriba hacia abajo, desde la cúpula de poder hacia la base magisterial, cuando debía ser a la inversa.

• Obedecen a cambios políticos y económicos, más que educativos.

• Representan un jugoso botín para los líderes sindicales y académicos corruptos.

• Sólo cambia la forma, no el fondo, al concretarlas en la realidad educativa.

• Regularmente, son modelos copiados de otros países y se implantan sin una necesaria adaptación, al contexto educativo mexicano.

• La dotación de materiales y recursos no es simultánea a su aplicación.

• Los principales actores que las llevan a cabo, los docentes, no participan en su elaboración, sólo reproducen un curriculum elaborado por otros.

• Los profesores no las aplican porque no las entienden, sólo las ven pasar desde su adocenada aula como “una mala película”.

• Se aplican de manera homogénea a una realidad educativa heterogénea.

• Al diseñarlas, no se tienen en cuenta los contextos socio-demográficos y económico-culturales en que viven los estudiantes.

• Son elaboradas desde un escritorio alejado de la realidad escolar por “asesores expertos” que reciben exorbitantes cantidades de dinero por su loable servicio.

• Los contenidos curriculares se determinan a partir de políticas educativas manipuladas, más que por una verdadera formación de los sujetos.

• Utilizan la capacitación en “cascada”, a pesar de que se ha demostrado su inoperancia, para darlas a conocer.

• Hay incongruencia entre los planes de estudio de las reformas y los de las instituciones formadoras de docentes; los egresados se enfrentan a situaciones inéditas que chocan frontalmente con su formación.

• Omiten las recomendaciones y sugerencias de auténticos investigadores educativos.

• Ignoran las evaluaciones críticas que realizan grupos de investigadores y organismos locales, nacionales e internacionales.
  

• Su impacto se “mide” a partir de datos estadísticos “maquillados”.

• Por lo regular dependen de una parcelación sexenal, es decir, cada nuevo presidente les imprime su “sello personal”.

• Por su carácter hermético y homogéneo, provocan una balcanización entre las entidades federativas, ponderando las “mejores” y demeritando las “peores”; irónicamente, se beneficia más a las primeras y se desatiende a las segundas.

• No se da un auténtico seguimiento y evaluación de las mismas, y cuando apenas empiezan a ser entendidas por profesores y alumnos viene una nueva reforma que da al traste con la anterior.

• Su fallida funcionalidad asegura la formación de sujetos mediocres que luego se convierten en mano de obra barata en el mercado laboral para beneplácito de quienes ostentan el poder económico.

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