SECRETOS GAZMOÑOS
Víctor Reynoso
¿Qué secretos tan terribles habrá detrás de la organización llamada El Yunque, para que prácticamente todos quienes han sido señalados como parte de ella no hayan dicho una palabra al respecto? ¿Cómo ha afectado esa organización a la política mexicana, después de que algunos de sus integrantes han ocupado importantes cargos públicos? ¿Devela algunas de estas cuestiones el libro de Luis Paredes y Enrique Cid (Los secretos del Yunque. Historia de una conspiración contra el Estado mexicano)?
Parece que no. No parece haber nada nuevo en el libro señalado. Básicamente los mismos nombres mencionados en el libro de Álvaro Delgado. Tampoco hay novedad sobre el proyecto yunquista o su influencia política. Aunque sobre esto hay interesantes respuestas, más tácitas que explícitas.
Nos dicen los autores del libro que la citada organización se fundó en 1968 con el objetivo de instaurar el “reinado de Dios en la tierra”. El objetivo es expresado de otra forma: conspirar contra el Estado mexicano para instaurar un “despotismo gazmoño”. Ignoro si la palabra gazmoño, poco usual en el español hablado en México, sea habitual entre los yunquistas. Sus sinónimos son más conocidos: mojigato, santurrón, beato, ñoño, hipócrita, simulador.
Contrastan las dos formas de presentar los objetivos. La primera preocupa: mezclar a Dios con la política siempre ha dado malos resultados, como podemos verlo hoy con el fundamentalismo musulmán, o en nuestra historia con el anticlericalismo radical, o con las guerras de religión europeas. El segundo mueve a risa, pero expresa quizá algo importante de la organización referida.
Un objetivo más preciso, señalado por los autores, habla también de la mentalidad de la organización. Nos dicen que frente “al régimen anticristiano que gobernaba México”, pretendían realizar una “renovada cristiada”. El sistema hegemónico de los años setenta tenía sus defectos, pero se necesita una mentalidad muy especial para considerarlo anticristiano. La cristiada ha sido una de las guerras más crueles y absurdas de nuestra historia. ¿En qué mentalidad cabe el propósito de “renovarla”? Parece que Los secretos del Yunque se refieren a un país distinto a México.
Abunda el libro en ejemplos de la teoría de la conspiración. En algunos casos esta mentalidad conspiracionista se une a otro rasgo constante en el libro, el protagonismo del primer autor. Como cuando habla de la alianza entre el gobernador Mario Marín y la Organización con un solo propósito: perjudicar a Luis Paredes.
En cuanto a los efectos del Yunque en la política nacional, no hay nada relacionado con cristiadas ni despotismos, aunque quizá sí con gazmoños. Al parecer los yunquistas están hoy en una simple lucha por el poder y los cargos públicos. Como sucede con todos los políticos de bajo perfil, sin proyecto, y que piensan sólo en la próxima elección. Y si consideran a la próxima generación, es sólo en sus descendientes. Ese sentido han tenido los pleitos entre los yunquistas y entre éstos y sus adversarios políticos. Los secretos del Yunque no parecen ser terribles, sino triviales. Ojalá.
Habrá también miembros del Yunque que participen en política con una agenda pública clara y responsabilidad política para realizarla. La preocupación sobre los integrantes de una organización secreta, o reservada, es cuestión de lealtades. Tener una lealtad inconfesable a un grupo cualquiera, erosiona la lealtad fundamental de todo político y ciudadano, que debe ser a las leyes e intereses del Estado y la nación. Siempre habrá una duda sobre a qué compromisos responderá un militante así, si a los de su organización o a los de la nación.
El libro deja una impresión final en el lector: que el futuro de Luis Paredes está en su vocación originaria, la arquitectura. Ni como escritor ni como político da muestras de tener que ofrecer. Pero en su retiro de la política parece querer arrastrar con él a sus ex compañeros del Yunque mencionados en su libro.
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