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7 de abril de 2010
15diario.com  


 

ANÁLISIS A FONDO

El compromiso con los lectores

Francisco Gómez Maza

  • Un falso debate atizado por las buenas conciencias
  • Scherer sólo hace su trabajo de espléndido reportero

 

mazaimgLas buenas conciencias, los puros, los que se agandallaron el título de periodistas sin serlo y sólo han sido amanuenses de los poderes institucionales, los anexados, los fariseos… se lanzaron con todo en contra de Julio Scherer García por la entrevista que le hizo, en condiciones sumamente riesgosas, inciertas, al capo Ismael “El Mayo” Zambada. Afortunadamente aún quedan colegas cuerdos, de sentido común, profesionales, comprometidos con su oficio, que salieron y seguirán saliendo en defensa del derecho a la información de que goza cualquier reportero para entrevistarse con el diablo, si es necesario, y no revelar ni sus fuentes ni los modos como consiguió la incómoda entrevista. Julio Scherer García pasará a la historia como el icono – para rabia de los resentidos, de los que muerden las manos que les dieron de comer, del periodismo, que por su propia naturaleza tiene que ser incómodo para quienes detentan el poder político y económico, y para los adelantados de los poderes fácticos como los barones del crimen organizado y del desorganizado, de cuello blanco, de credencial de gobernantes, de credencial de periodistas.

 

Si yo hubiera recibido una invitación de un capo, seguramente lo pensaría dos veces en aceptarla, porque no tengo los tamaños de Julio. Un reportero de verdad. Asistí a la cobertura del alzamiento armado indio del primero de enero de 1994 en Chiapas, aceptando una invitación de quién sabe quién, un día antes, el 30 de diciembre de 1993, y entonces no lo pensé dos veces. Casi sin aprobación de mi director, compré un billete y me monté en el primer avión con rumbo a lo incierto, y ahora estoy satisfecho de haberlo decidido así porque 1994 fue el año de mis mayores satisfacciones personales y profesionales y el año en que mi periódico de entonces, El Financiero, se fue a las nubes, gracias al trabajo en equipo con José Reveles, Jaime Avilés, Gaby Coutiño y el corresponsal en Villahermosa, cuyo nombre lamentablemente no viene a mi memoria. Julio Scherer García hizo lo que tenía que hacer cualquier reportero de a de veras. Jugarse el pellejo. Afrontar el riesgo, incluso de un secuestro. Y hasta de su propia muerte. Ya imagino a los malagradecidos, a los que cambiaron de piel, a los que, cuando se les acabaron sus dos únicas fuentes de información que le daban la gloria de ser unos de los más leídos por los políticos y la escasa ciudadanía que lee periódicos, recibiendo una invitación del diablo y ver si la aceptaban. Eso de que si el diablo le pide que lo entreviste, va al infierno, que siempre ha dicho Julio, es absolutamente cierto. Entrevistó a la Reina del Pacífico, Sandra Ávila; platicó con una de las mujeres de Joaquín “El Chapo” Guzmán, Zulema Hernández; escribió maravillosos libros sobre estos dos personajes, y nadie dijo nada. Ni los traidores, ni los malagradecidos, menos los sedicentes periodistas anexos.

 

El periodismo no es copiar boletines de prensa de las dependencias del gobierno y publicarlos en primera plana, mediante el cobro de una factura que hace pasar una gacetilla oficial como primicia. El periodismo no es alabar a los barones de los poderes institucionales y fácticos. Las buenas noticias no son noticia, como mañosamente quieren hacer creer los “comunicólogos” del oficialismo. El periodismo es presentar los hechos tal como ocurrieron; es darle voz a quienes no lo tienen como los movimientos sociales inconformes; los indios aplastados, extranjeros en sus propias tierras; y captar todo lo que sea novedad. Y en este caso, el que un presunto criminal le pidiera a Julio que fuera a platicar con él también era una obligación ética y profesional aceptar la invitación, una decisión nada agradable, muy difícil de tomar, y no tiene Julio que rendirle cuentas a nadie. No ha cometido ningún delito. Simplemente ha cumplido con su oficio, el de entrevistador, el de reportero. Cuántas entrevistas otros reporteros no han realizado a criminales de menor jerarquía en la estructura del crimen organizado. Lo que a los críticos resentidos les duele es la envidia. Ellos no tienen los arrestos para hacer algo tan difícil como lo que ha logrado Julio, no sólo en este caso de la entrevista peligrosa con “El Mayo”, sino en toda su vida profesional. Scherer me reconcilia con el periodismo institucional. La revista Proceso, y algunas otras publicaciones que pueden contarse con los dedos de la mano y aún sobran dedos, se ha reinvindicado con sus lectores, con aquellos que extrañaban el periodismo de investigación en el campo que estábamos acostumbrados a practicar quienes contribuimos a su creación, a su fundación, en aquellos aciagos años de la segunda mitad de los 70, cuando ser periodista era el “más pior” estigma que podían imponer el presidente de la República y sus amanuenses, tan sólo porque lo que publicábamos no era de su gracia. Un secretario de Estado, que después llegó a presidente de la República y cuyo nombre me guardo, llegó a decirme en cierta ocasión: “me gustó tu reportaje, pero estoy absolutamente en desacuerdo con él”.

 

Esto es el periodismo. Un oficio como el del albañil. Un oficio de hurgar la realidad; de destapar cloacas; de denunciar a los funcionarios corruptos, sinvergüenzas, impunes; un oficio aparentemente ingrato, pero que deja una profunda satisfacción. Lo demás. El comentario a modo. El elogio de la locura de los poderosos. Eso. Eso no es periodismo. Es simple publicidad y propaganda, como lo acostumbran hacer muchos muy renombrados intelectuales y ex periodistas anexos. Me quedo con Julio.

 

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