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7 de abril de 2010
15diario.com  


 

LA VENTANA DE CAÍN

El pedigrí de un fanático

Roberto Guillén

 

El otro día vi en la tele (Multimedios) cómo una horda de fanáticos se daban de puñetazos en el estadio universitario. Claro, el equipo de sus amores, los Tigres, una vez más mordía el polvo de la derrota.

La escena de las camisetas amarillas en febril refriega me hizo preguntar: ¿quién es el mejor fabricante de fanáticos en México: Hernández Jr.  o el Perro Bermúdez? Come futbol, sueña futbol y toma coca cola. Que por vía intravenosa es poca cosa. (Noo… si eso de pegarle al hooligan tiene su chiste.) Por eso las porras jamás tendrán nada que ver con Pink Panther ni con Pocahontas. Se trata de mostrar los colmillos, como “La Perra Brava” del Toluca. Noble aficionado, la cordura estorba. Es light. No funciona. Parece que los ministerios públicos les importan un cacahuate.

Ya ven, los Libres y Lokos se dieron vuelo dándose de puñetazos con los fanáticos de su mismo bando. Algo así como el coliseo romano, en su versión más pedestre. En cada madrazo que le propinaba al otro aficionado, me imaginaba las expresiones mamelucas  donde Batman se vapulea al Guazón: ¡Puah! ¡Zaz! ¡Agghh!  ¡ouch! ¡Cuaac!

Obviamente acá el Tigre castigador parecía decir: ¡toma cabrón! Para que aprendas a querer a nuestros Tigres perdedores y mediocres, porque yo sí soy un Tigre de corazón. Que también el amor a la camiseta, con sangre entra.

¿Cuál es el pedigrí de un fanático? Dar la nota roja nacional.

Y si es entre patadas amarillas, mejor.

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