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7 de julio de 2010
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Reconstrucción y previsión

Héctor Franco Sáenz

 

Hará cosa de 15 ó 20 años, que platicando con el ingeniero César Lazo Hinojosa y su inseparable amigo, el arquitecto José Garza, cuando con cierta preocupación nos platicaba lo que estaba pasando por el rumbo de la Colonia Cumbres, donde se estaba empezando a construir prácticamente en las faldas del Cerro de las Mitras.

 

Su preocupación nos decía, se debía a que al autorizar tal medida, se estaba propiciando la deforestación de la zona y sus especies silvestres, y que ello iba a conducir a que en “tiempos de agua”, la misma, en lugar de filtrarse, correrá arrasando lo que a su paso encuentre.

 

A los pocos años, al ingeniero Lazo, persona de experiencia, conocimientos y una ética profunda en el servicio público, el tiempo hubo de darle la razón, y lo que pasó por desgracia en el 4º sector de esa colonia, es una fuerte llamada de atención.

 

La gravedad de los hechos y la dimensión de los mismos, nos impulsan a decir “Ora es cuando…”, como reza el viejo adagio del refranero mexicano, el cual constituye una de las mayores fuentes de enseñanza en términos populares, refranes que en su mayoría indican el sentido del deber ser y en esta ocasión, que vive Nuevo León a consecuencia del Huracán Alex, nos parece el más apropiado para de esta forma demandar, tanto a autoridades como a sociedad civil, la adopción de medidas serias y responsables.

 

Lo más lamentable sería que de la situación que se vive, por enésima vez más no se aprenda la lección, ni se saquen las enseñanzas que la adversidad nos deja, para que de nueva cuenta, absortos en la reconstrucción olvidemos actuar con medidas que prevean el acontecer social, factor casi siempre ausente en el diseño y aplicación de las políticas públicas, y el caso de Monterrey, es un buen ejemplo desde su fundación.

 

Según las Actas del Cabildo regiomontano, desde 1611 existe el registro de lo que pudiera considerarse como la primera inundación, con sus consiguientes efectos devastadores producto de las copiosas lluvias, las cuales seguramente antes de ese tiempo se presentaban, pero los daños no fueron tan significativos como después fue sucediendo ante el asentamiento que se empezó a gestar en las márgenes del río Santa Catarina y hasta en el río Santa Lucía.

 

El propio Alonso de León en su historia del Nuevo Reyno, registra eventos de esta naturaleza, y las Actas del Cabildo los ubican, después de 1611, en los años de: 1636, 1642, 1648, 1716, 1909, 1938, 1957, 1967 el huracán Beulah, y así, periódicamente, hasta el Huracán Gilberto de 1988.

 

En cualquiera de las crónicas escritas, los efectos que se reseñan, por lo general, siempre han sido los mismos: personas ahogadas al ser arrastradas por la corriente por vivir en los márgenes del río, destrucción de casas o chozas, pérdida de animales y otras cosas por el estilo, pero nunca, la magnitud de los daños, se equipara a como sucede en la actualidad, debido tanto a la aglomeración de la gente en centros urbanos y la falta de respeto a la madre naturaleza.

 

Los responsables de la reconstrucción y los organismos públicos involucrados, en las medidas a adoptar, deberán considerar que pocas ciudades en el mundo cuentan con las bellezas naturales que posee Monterrey y de lo cual son muestras fehacientes las montañas y cerros que nos rodean, entorno apacible y reconfortante que ha sido destruido por las compañías urbanizadoras, autoridades irresponsables que permiten el asentamiento de personas y establecimiento de negocios, en el cauce de los ríos.

 

La reconstrucción necesaria del área metropolitana de Monterrey requiere de la participación y la organización social, así como de políticas decididas para la prevención y que hechos como el que nos aqueja no vuelva a pasar, para ello, y si existe duda de que es un deseo de la ciudadanía, se requiere de la adopción de algunas medidas, como las siguientes:

 

Por ningún motivo ni presiones políticas, permitir la instalación de viviendas y negocios en cauces y márgenes de ríos y arroyos.

 

Aplicación de multas considerables a quienes arrojen basura, tanto en calles como en arroyos y ríos, sanciones que deberán ir creciendo según la reincidencia.

 

Juzgar, aplicar el juicio político, y las multas correspondientes, a las autoridades municipales que autoricen fraccionamientos en zonas peligrosas.

 

La autoridad estatal deberá formular los reglamentos para desincentivar el uso de vehículos automotores, facilitando la circulación de aquellos que tengan un uso colectivo, como sucede en algunas ciudades de los EUA.

 

Por calidad de vida, respeto al derecho ajeno y recuperación de los espacios públicos, prohibir la instalación de negocios en el cauce de los ríos.

 

Se plantea lo anterior, entre otras medidas, porque pensamos que “ora es cuando” y no debemos dejar que la naturaleza vuelva a responder por lo que se le ha hecho.

 

Reconstruir y prever son elementos para desarrollar la solidaridad social tan perdida por el individualismo y la prevalencia de intereses particulares.

 

En suma, podemos decir, todo es cuestión de orden, de una efectiva aplicación de las normas, sin privilegios ni distingos.

 

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