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26 de julio de 2010
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Nuevo Laredo no existe

Ricardo A. Martínez Espinosa

 

mLa mañana del viernes escuchaba a Carmen Aristegui relatar la situación en Nuevo Laredo, esa que todos menos los que la están sufriendo debemos aceptar a través de los rumores. Se disculpó públicamente porque, dice, los corresponsables de MVS y sus fuentes ya no quieren relatar lo que está pasando en la ciudad. A partir de eso, lo que sucede debe construirse a partir de rumores que no son confirmados ni desmentidos por la autoridad.

 

La labor de comunicar se vuelve caótica cuando los grupos están más interesados en perjudicar los canales. Supongo que quienes apuestan a esto tienen como objetivo que la falta de información alimente rumores catastróficos que de cualquier manera no podemos saber si son ciertos o no.

 

El martes teníamos un muy interesante debate en el  programa de radio. Una de las chicas que nos acompaña citó a Naomi Klein y su doctrina del Shock. Lejos de quererme volver partidario de la nueva religión de la izquierda en el mundo, destaco esto porque uno de sus elementos explicativos es muy contundente, y así lo dije al aire: el miedo no te permite pensar. Si alguien te desorienta lo suficiente como para que estés más preocupado por sobrevivir que por el resto de tus necesidades e intereses, entonces aquel que propició esa confusión estará en posibilidades de tomar ventaja suficiente sobre ti. El miedo aturde, y en el miedo se puede operar con mayor libertad.

 

Enfrentarnos todos los días a la pregunta de qué tan graves están las cosas en el noreste del país nos obliga a tomar una decisión sobre al menos dos posibles opciones. Ignorar el mensaje y seguir con nuestras vidas como si nada estuviera sucediendo, o tomarlo y buscar el encierro seguro en nuestros hogares, limitar nuestras excursiones a lo estrictamente necesario y contemplar detrás de la ventana cómo vamos perdiendo nuestras ciudades y vidas.

 

Cualquiera de las dos opciones nos enfrenta con una realidad terrible. Ignorar el peligro parece antinatural, pero asumirlo también nos pervierte de nuestra humanidad. Actividades tan simples como ir a trabajar o comer con los amigos se vuelven decisiones de vida. Los espacios o mundos de vida como los llamaba Habermas se trastocan al grado que debemos pedir permiso a nuestra conciencia para siquiera atrevernos a dejarnos ver.

 

Los medios podrían cumplir con una función estabilizadora de esta situación paranoica, sin embargo parece que han sido víctimas de la misma indecisión y de los mismos fantasmas ¿Salir y hacer como que nada pasa o tomar el micrófono para relatar todo con el riesgo de perder la vida? Los medios tienen una tercera opción que es la que parece asumen la mayoría de ellos. Dejar de hacer. Cuando dejan de hacer desaparece su razón de ser. Entonces sólo se vuelven masas inútiles y asustadizas. Nuestra capacidad para comunicar o para recibir información se encuentra pervertida tanto desde la fuente como desde los multiplicadores.

 

La disculpa de Carmen refleja no sólo la preocupación de una comunicadora que se da cuenta de esta situación, sino también su incapacidad para imaginar una solución. Sin corresponsales, Nuevo Laredo hoy sólo existe por los rumores que se desprenden de las redes sociales. Y así, el miedo se multiplica.

 

http://lasillaquevuela.blogspot.com

 

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