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26 de julio de 2010
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ANÁLISIS A FONDO

La fuerza del Estado

Francisco Gómez Maza

 

La personificación de Dios en la tierra

¿Real garantía de seguridad pública?

 

mazaimgPara el presidente Felipe Calderón, la doctrina hegeliana es la verdad pura: el Estado es una realidad por sí misma, diferente de la Sociedad; una entidad ajena a la misma; algo que está por encima de ella y que, con frecuencia, resulta ser la antítesis de la sociedad. El Estado es Dios en la tierra; el Espíritu absoluto; la razón de ser, el principio y el fin de la vida política. No está limitado por reglas morales. El Estado es el mismo espíritu absoluto y verdadero, que no reconoce ninguna regla abstracta de lo bueno y lo malo, de lo vergonzoso y lo mezquino, de la astucia y el engaño, como lo asegura el propio Hegel en su “Fenomenología del Espíritu”. El Estado no sólo representa, sino que es la encarnación del Espíritu del mundo. La marcha de Dios por el mundo es lo que constituye el Estado. Y la libertad de los individuos consiste en actuar teniendo como finalidad el interés del Estado.

 

El Estado es la realidad de la libertad concreta de los individuos. La realización de la libertad del individuo sólo existe en el Estado. Cualquier acción de la policía se justifica por el Espíritu de la constitución y la situación del caso. En la actuación de la policía no existe ningún límite entre lo que sería perjudicial o no perjudicial y también, con respecto al delito, entre lo que sería sospechoso o no sospechoso, entre lo que haya que prohibir o vigilar, o tenga que ser dispensado de prohibiciones, vigilancia y sospecha, interrogatorio y rendición de cuentas.

 

Sólo en este contexto filosófico teológico –no hay que olvidar que Georg Wilhelm Friedrich Hegel comenzó siendo filósofo y teólogo– pueden concebirse conceptos tan míticos y fantasiosos tales como Estado, la abrumadora mayoría, libertad, seguridad, pretensiones de dominio, número, destreza, valor, disciplina, inteligencia, conocimiento, gobierno, instituciones y toda la sacrosanta lexicografía de la liturgia de la religión del gobierno, que adórase a sí mismo como los mortales deben adorar a Dios, personificado, encarnado, en el Estado.

 

De otra manera, no podría yo entender lo que el presidente Calderón quiere decir cuando dice que, mientras continúe la pretensión de dominio de los criminales sobre la vida de las familias y las comunidades, no se detendrá el esfuerzo por defender a México, porque “somos una abrumadora mayoría las mexicanas y los mexicanos que queremos vivir en paz”. No podría entender (y me pregunto: ¿de veras lo entiendo?) eso que insiste: “somos muchos más quienes queremos vivir en paz que aquellos que atentan contra la libertad y la seguridad”.

 

Y lo más difícil de entender. Con la fuerza de la infalibilidad pontificia de la Sancta Roma, declarar el dogma de la infalibilidad del Estado: “no hay fuerza superior a la del Estado en número, en destreza, en valor y disciplina, así como en inteligencia y conocimiento”, como lo proclamó el presidente en la ceremonia de graduación de la Escuela Superior de Guerra, ocasión en la cual advirtió que “el país será más fuerte en la medida en que cada instancia y nivel de gobierno, así como cada poder público, cumpla con su elemental deber de fortalecer las instituciones de las que son responsables”.

 

Sólo así puedo entender la convicción de Calderón en el sentido de que la función “primaria e irrenunciable” del “Estado” es “garantizar la seguridad”. Y sólo así entiendo que Calderón separe a la sociedad del Estado y divinice el fantasioso concepto, ligado sólo a “sus órganos” y “autoridad; “de ahí nuestra determinación no sólo de no dar marcha atrás sino de avanzar con determinación en esa lucha y perseverar en el esfuerzo hasta lograr esa victoria que México merece”. El lenguaje mismo, sacralizado, divinizado en la perseverancia, el esfuerzo, la victoria merecida, etc. Todo un ritual. Sólo así, viendo las cosas con los ojos de Hegel (esto no quiere decir que esté yo de acuerdo con el pensador alemán) puedo entender también al director de la Escuela Superior de Guerra, Valentín Rodríguez: “…en la lucha contra la delincuencia, los militares no estamos cansados ni abatidos y no pedimos tregua".  Y también entiendo las verdades a media o las medias verdades o las mentiras totales: “…la prudencia y paciencia de la gente ha llegado a su límite por la criminalidad” (¿Sólo por la criminalidad?).

 

Dios encarnado en el Estado. Dios y su Logos, su Verbo. El Estado y su Logos, su Verbo: la policía; ésta encarnada en la fuerza militar. Los pobres mortales no estaríamos a salvo de la criminalidad si la intervención prodigiosa del Estado. Sólo somos libres siendo siervos, esclavos, adoradores, del Dios Estado. Sólo estamos seguros, como los polluelos bajo las alas de su madre, cobijados por el Estado divino.

 

O lo que es lo mismo: fuera del dominio del Estado no hay salvación.

 

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