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26 de julio de 2010
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El valiente vive…

Nora Elsa Valdez

 

Hasta que el cobarde quiere. Nuevo León es tierra de valientes, de machos. Entonces, ¿qué pasa en Nuevo León? ¿Por qué muchas voces nos alertan ya del peligro al que nos está llevando la apatía, el que seamos una sociedad que no participa, que no reacciona ante las calamidades de todo tipo que nos están afectando?

 

Hemos perdido el rumbo. Ya no sabemos qué queremos, a dónde vamos, para qué vivimos. Han sido tantos los golpes que nuestra sociedad ha recibido que se ha quedado paralizada.

 

Los psicólogos dicen que cuando una persona vive en un ambiente de miedo, donde es agredida continuamente y la violencia aumenta, sin que pueda defenderse, llega un momento en que se paraliza y ya no encuentra soluciones. Entonces aparece el Síndrome de Estocolmo, donde la víctima se pone del lado del victimario y empieza a obedecerlo, a admirarlo, a mostrar un apego por su maltratador, pues su inconsciente le dice que es la única manera de conservar su vida y su cordura.

 

La violencia poco a poco, con los años y sin que nos hayamos dado cuenta, ha ido en aumento en nuestro México. Los ciudadanos hemos sido cada vez más agredidos, lastimados, hemos vivido una indefensión que nos ha vuelto cada vez más vulnerables, víctimas de toda una serie de ataques de todo tipo a nuestra seguridad. Cada vez más nuestros derechos van siendo restringidos en muchas instituciones: bancarias, gubernamentales, policiacas, etc. Es como si el ciudadano cada vez cuenta e importa menos y tiene menos derechos. Quien quiera que sea que esté adueñándose de nuestro poder, lo está haciendo porque no nos hemos dado cuenta y lo estamos permitiendo. Pero lo estamos permitiendo porque estamos siendo engañados.

 

Nuestros políticos, cuando hacen cosas que no nos gustan nos dicen que son por nuestro bien, aunque algo dentro de nosotros nos dice que es un engaño. Pero no hemos escuchado esa voz interna. El problema es que no acabamos de despertar para darnos cuenta de que cada vez más nuestros derechos y propiedades están siendo disminuidos. Cada vez hay más leyes restrictivas, más impuestos, más castigos, más intereses, menos permisos, menos libertades.

 

Los ciudadanos con estos golpes dolorosos nos estamos quedando paralizados. Nuestra sociedad ya no reacciona. Estamos llegando ya a padecer el Síndrome de Estocolmo. Poco a poco se nos ha estado poniendo una venda en los ojos para que no nos demos cuenta de que estamos siendo agredidos, no cuidados. Como la ranita que la pusieron en una olla con agua que fueron calentando lentamente y que murió cocinada porque no saltó a tiempo.

 

Se nos está acabando el tiempo para saltar, para reaccionar, para despertar. Nadie nos está cuidando ni nadie nos va a cuidar más que nosotros mismos, los ciudadanos unidos. Es urgente que veamos la realidad y nos demos cuenta de que nadie va a cuidar nuestra vida y nuestros intereses mejor que nosotros mismos.

 

El valiente vive hasta que el cobarde quiere. Hasta que recuperamos nuestro poder. Es tiempo de unirnos: en grupos en las colonias, asociaciones, clubes o en el trabajo, para ayudarnos entre nosotros de manera solidaria y para recuperar el poder de dirigir nuestras vidas. Retirárselo a quienes se lo delegamos. Una sola persona o grupo de personas no va a poder resolver nuestros problemas. A nadie le interesa salvarnos y menos a los políticos corruptos. En estos momentos, los políticos honestos deben ser muy pocos, si es que los hay.

 

Tenemos que olvidarnos del paternalismo y de esperar que alguien más venga a salvarnos porque a nadie le interesa hacerlo más que a nosotros. Tenemos que hacernos responsables de cuidar nuestras vidas, familias y posesiones y de recuperar nuestro poder. Un poder que siempre hemos tenido, porque creer que lo podemos entregar a alguien más es una ilusión que vivimos cuando nos engañan, o cuando no sabemos o no queremos hacernos responsables de nuestras vidas.

 

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