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27 de julio de 2010
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ANÁLISIS A FONDO

El verdadero problema de México

Francisco Gómez Maza

 

El asunto es de democracia

La representativa no funciona

 

mazaimgEl problema de gobernabilidad que afrontan los mexicanos –y todos los llamados estados democráticos– no está en quién encabece el “gobierno”, ni en quiénes conformen los otros dos “poderes”, el Legislativo y el Judicial. Obviamente que cualquier “gobernante” del signo “ideológico” que sea, al llegar a la casa presidencial “gobernará” para satisfacer sus propios intereses y los de su grupo político y los de sus más allegados dentro de su partido o coalición, sin preocuparse mucho por los intereses de quienes lo eligieron.

 

Tenemos experiencias de “gobiernos” emanados de la llamada izquierda que tampoco han funcionado. El gobierno del presidente Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940) es el que más podría acercarse al modelo de gobierno democrático, pero digamos que el “democrático” fue él; no su gobierno, tanto que terminó entregándole el mando a un presidente de la ultra, otro general, Manuel Ávila Camacho (1940-1946).

 

Cárdenas del Río procuró, por iniciativa personal, por el beneficio de las clases desposeídas, que en ese periodo revolucionario eran más que nada los campesinos. México, aún poco poblado, en su mayor parte era un país rural. Su obra cumbre fue la expropiación de las empresas petroleras en manos de extranjeros, pero ahora vemos que la estatización de los hidrocarburos fue un fracaso rotundo. Los posteriores gobiernos “revolucionarios” construyeron el México “moderno” –infraestructura carretera, industrial, grandes presas hidroeléctricas, el seguro social, etc.-, pero todo destinado a ahondar, mediante la corrupción y la impunidad, el abismo entre los pocos que lo tienen todo y las grandes mayorías que sólo son  dueñas de su fuerza de trabajo.

 

Fue la mexicana, como la han calificado muchos, una revolución interrumpida desde su inicio, desde que Francisco I. Madero, un católico espiritista, hacendado, de la clase dominante, llamó a los campesinos a irse “a la bola” con la consigna de la no reelección, como respuesta a una dictadura “liberal” de tres decenios, que construyó un país a modo para los poderosos.

 

Hoy, este país “gobernado” por “gobernantes” de la derecha se nos está deshaciendo entre las manos. Alguien nos ha calificado como un país a la deriva, ensangrentado por una “guerra” sin sentido, perversa, que más parece una revolución que una lucha entre policías y ladrones. En tanto los pendientes, las facturas, las enormes deudas con las mayorías trabajadoras siguen ahí durmiendo el sueño de los justos, y el aparato productivo está de nuevo en manos de los grandes potentados, ahora disfrazados de empresas trasnacionales, globalizadas, que dan empleo mal pagado, inseguro, sin seguridad social, sin oportunidades para que los trabajadores puedan hacer “carrera” y jubilarse en condiciones dignas para tener un final medianamente feliz en su existencia.

 

Los beneficios del desarrollo sólo llegan a las clases dominantes y los trabajadores sufren terribles dolores para mantenerse a ellos mismos y a su familia. La pobreza se ha agrandado (sólo desde la crisis del subprime, la crisis financiera-económica del 2008, provocada por la irresponsabilidad de los banqueros estadounidenses, algunos, como el Banco Mundial, uno de los gemelos perversos del consenso de Bretton Woods, calculan que brotaron seis millones de nuevos pobres); y la emigración, pese a las medidas antiinmigrantes de gobiernos estatales de los Estados Unidos de Norteamérica, es imparable.

 

El dato menos impreciso de que se tenga memoria es el que revela que durante el llamado foxiato (de la presidencia del albiceleste Vicente Fox Quesada, el primer militante del Partido de Acción Nacional electo “democráticamente” y que “sacó a patadas” al Partido Revolucionario Institucional de la casa presidencial de Los Pinos, después de 70 años de “dictadura perfecta”, como la calificó Mario Vargas Llosa, emigraron a Estados Unidos aproximadamente 3 millones de mexicanos, principalmente campesinos.

 

El problema, pues, no está en quién esté en el gobierno. Éste estuvo hasta el año 2000 en manos del Revolucionario Institucional. Llevamos casi dos sexenios a merced del PAN y nos ha ido de la chingada a los trabajadores. El modelo de política económica dictado o, mejor dicho, impuesto por el Fondo Monetario Internacional, un mecanismo de control del sistema capitalista, ha funcionado en México, y ha funcionado muy bien para satisfacer los intereses de las clases dominantes, pero de ese modelo globalizador son excluidos los trabajadores.

 

Ahora se habla de un retorno de los brujos; se pronostica que el PRI está listo para volver a la presidencia, porque el PAN careció de sensibilidad para “gobernar”, primero con Vicente Fox, que se pasó seis años en el más paralizador autismo, y luego con Felipe Calderón, quien se neurotizó con el estigma de un triunfo dudoso sobre el candidato de la “izquierda” (del Partido de la Revolución Democrática), Andrés Manuel López Obrador, y pretendió legitimarse declarándole la guerra a la delincuencia organizada y al narcotráfico.

 

El tiempo de Calderón se ha terminado, como lo dijimos recientemente en este espacio. Y la puja por la sucesión ha comenzado. Las elecciones deberán ser a mediados de 2012. Y ya se apuntan, como todo el mundo sabe, el gobernador del estado de México (entidad que rodea al Distrito Federal, donde está asentado el gobierno federal), Enrique Peña Nieto, de consabida extracción priísta-salinista (uno de los ahijados del presidente más mañoso que ha “gobernado” México, Carlos Salinas de Gortari), así como el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard Cassaubón, y de nuevo el autodenominado “presidente legítimo” de México, López Obrador, a quien todo el mundo conoce como “El Peje”, por ser oriundo del estado de Tabasco, donde se reproduce un pez llamado “Pejelagarto”, ambos de la izquierda y aparentemente alumno y maestro: Ebrard de López Obrador.

 

Pero como les dije antes, el problema de México no es quién lo “gobierne”. Éste puede ser de derecha o de izquierda, o del aún más inexistente centro democrático, o centro izquierda, o centro derecha. Mientras los mexicanos no se decidan a lograr un cambio radical de modelo económico; mientras no se decidan a elegir a sus representantes y los obliguen a la rendición de cuentas, a ser únicamente empleados del pueblo, este país no tendrá ni presente ni menos futuro democrático. El asunto es de qué se entiende por democracia. La democracia actual, la representativa, no funciona. Nunca ha funcionado, ni en Timbuctuc. El camino es la democracia participativa. Si se logra ésta, puede estar en la presidencia “Juan de los Palotes”, que la res pública marchará hacia un estado de justicia, igualdad de oportunidades, abatimiento real de la pobreza mediante la redistribución equitativa de la riqueza. Un estado de cosas con justicia y dignidad. Por eso yo no voto.

 

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