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2 de agosto de 2010
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SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO

Parques tecnológicos, o lo que se pueda

Edilberto Cervantes Galván

 

El abuso y mal uso de los conceptos, sobre todo cuando se emplean para definir políticas públicas, acaban por crear falsas expectativas y confusión en la sociedad; se “queman” o “chotean” los conceptos.

 

La globalización, el desarrollo sustentable y ahora más reciente la sociedad del conocimiento, han sido materia de debate sobre qué se debe entender cuando se les menciona.

 

El concepto globalización fue criticado en su momento, argumentando que desde hace siglos han existido relaciones de comercio y flujos financieros entre los países del mundo, por lo que no servía para designar ningún fenómeno nuevo.

 

Con el concepto de desarrollo sustentable sucedió que se volvió tan atractivo y “políticamente correcto” que ahora se aplica para todo, sea o no sustentable.  

 

Igual ha pasado con el término sociedad del conocimiento, se le quiere aplicar en todo aquello en lo que aparece la investigación y el desarrollo tecnológico.

 

También hay quienes opinan que desde la primera revolución industrial, en el siglo XIX, ya estaba allí el conocimiento aplicado a la producción en forma de tecnología. 

 

El aspecto central de la sociedad del conocimiento y también de la globalización es un mismo recurso tecnológico, que se desarrolló en el último cuarto del siglo pasado: se trata de las tecnologías de la información y las telecomunicaciones, en particular las computadoras y la Internet.

 

La capacidad para almacenar, procesar y transmitir información a escala global y de manera casi instantánea, es la esencia de la denominada sociedad del conocimiento.

 

La Organización de las Naciones Unidas celebró en el año 2003 la Cumbre Mundial de la Información con el propósito de impulsar políticas y programas para desarrollar la sociedad del conocimiento y tratar de evitar o reducir la brecha digital (el aprovechamiento desigual de las tecnologías de la información en los países desarrollados y en los “en desarrollo”).

 

A partir de entonces es cada vez más frecuente que gobiernos nacionales, locales y municipales, impulsen proyectos en esa dirección. Sin embargo, la referencia a la sociedad del conocimiento no siempre es la adecuada. Se da el caso de que una organización internacional califica como ciudades digitales a los municipios en los que su gobierno tiene su página en Internet y brinda algún servicio a través de la Red. En otros casos se hace mención a ciudades del conocimiento cuando en realidad se trata de “parques tecnológicos”. En Nuevo León está en proceso de desarrollo un parque tecnológico, el Parque de Investigación e Innovación Tecnológica, proyecto que en su momento se mencionaba como una ciudad del conocimiento. 

 

Uno de “esos casos” es el Gobierno del Distrito Federal. Desde 2008 celebra anualmente una Semana de la Ciencia y la Innovación. En los eventos de 2008 y 2009 participaron un número significativo de premios nobeles, lo cual les dio una imagen internacional.

 

En la Semana de la Ciencia del 2008, el Jefe de Gobierno propuso la creación de cuatro ciudades del conocimiento, las cuales se especializarían en los siguientes campos: salud; servicios financieros; nuevas tecnologías y educación”. En realidad el Jefe de Gobierno se refería a parques tecnológicos y no a ciudades del conocimiento; incluso llegó a utilizar el término aún más limitado de clusters.

 

En julio de 2009 los avances en la formación de las ciudades o parques o clusters eran muy escasos si no es que poco visibles. El gobierno no había asignado recursos públicos; se decía que el responsable del proyecto era un intelectual, que opera más bien como político, quien no recibía ningún apoyo económico, su trabajo lo hacía de manera honorífica. Tampoco había recursos de la iniciativa privada.

 

Ahora, en julio de 2010, el Jefe de Gobierno acaba de anunciar la celebración de la Tercera Semana de la Ciencia y la Innovación en el próximo mes de noviembre. De nuevo, con la participación de premios Nobel (nueve) y tres premiados con el “Príncipe de Asturias”.

 

Ya no hubo mención a las cuatro ciudades del conocimiento ni a los clusters. Ahora se habló de promover la participación de científicos mexicanos en reuniones internacionales de su especialidad y apoyar el desarrollo de patentes. Algo positivo sin duda, pero muy limitado frente a las expectativas levantadas en 2008.

 

Guardando toda distancia y proporción, pero es de mencionarse la renuncia, a fines de la semana pasada, del Primer Ministro de Corea del Sur (no por asuntos de la guerra o parecidos) al reconocer su fracaso de no lograr la aprobación del Parlamento para crear un “complejo de negocios técnico-científicos”: lo que hubiera significado la construcción de una nueva ciudad: Sejong. La renuncia la dio a conocer después de que su partido lograra un triunfo aplastante en las elecciones parlamentarias recientes.

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