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2 de agosto de 2010
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Mundo bizarro

Nora Carolina Rodríguez 

Como en la gran historieta de uno de los superhéroes, nuestra realidad hoy parece el Mundo de Bizarro. Bizarro crea un mundo paralelo al de Superman, donde él pueda ser poderoso, pero la tierra creada es cúbica.

 

Este mundo es imperfecto porque no se puede hacer un paralelo de la realidad idéntico. Cuando Bizarro crea clones de los otros personajes, éstos, deformes, acaban repudiándolo y quieren destruirlo. Se esconde tras la persona de Clark Kent, e intenta casarse con Luisa Lane, quien a su vez decide clonarse para que sea su clon quien ame al villano.

 

Un mundo paralelo es lo que mejor define lo que hoy vivimos. Por un lado, todo el horror del narcoterrorismo y, aunado a esto, la destrucción de la ciudad. Por otro lado, nuestra acendrada costumbre del doble discurso, la doble vida, la doble moral.

 

Se nos ocurrió ir a cenar unos tacos a un lugar por el Contry. Las familias ahí reunidas conversaban amigablemente, comían, disfrutaban del lugar y el momento. Los temas: las vacaciones, las idas a McAllen, la posibilidad de organizar una fiesta era lo que unos jóvenes conversaban: “o sea, güey, que si vamos a llevar la enchiladera o, psss, no te decides de los tacos de trompo, güey”. A gritos.

 

A menos de 50 metros de ahí, el puente que comunicaba la avenida Revolución con Las Américas está destrozado. Todo parecía normal, natural, como un cuentecito. Como en un programa de televisión. Querían aparentar que estábamos en Dean & Deluca. A menos de un kilómetro de distancia, la gente aún vive en la calle porque sus viviendas se las llevó el río La Silla.

 

Cuidando las proporciones, me daba la impresión de las escenas de películas hollywoodenses donde los jerarcas del ejército alemán se divierten en el cabaret con mujeres sofisticadas, fumando con pitillos de oro, todo glamour y lujo, comida y bebida en exceso, mientras los bombardeos afuera se escuchan y hacen tintinear los candiles. Y toda la gente con cara de que no importa la destrucción afuera.

 

Así estábamos ahí. A nadie parece importarle que la ciudad esté en ruinas, que la gente no tenga qué comer o dónde dormir, es su problema. Pues qué bárbaros, ¿a quién se le ocurre irse a vivir al cerro o a la orilla del río?

 

Es un mundo paralelo, el de la debacle, eso no es vivir bonito, eso es pura negatividad, hay que gozar la vida y hoy mismo. Hay que negar y negarnos a nosotros mismos que como dice el refrán, el agua ya nos llegó a los aparejos, literal y simbólicamente.

 

Tenemos nuestro mundo paralelo creado (y aparentemente también es cúbico): vemos las cicatrices en calles, casas, cerros, avenidas, pero nuestra doble moral nos indica que debemos hacer como que no las vemos, mejor no hablamos de ellas.

 

Para los daños incalculables: trabajo temporal por 45 días, despensas y bonos por diez mil pesos por familia, postergación de pagos de impuestos, dineros del FONDEN miserables y a cuentagotas.

 

Para los granadazos y masacres: renta de tráileres con refrigeración para guardar cadáveres, compra de más armamento y recrudecimiento del narco ahora convertido en terrorista.

 

Para ignorar el secuestro y muerte de civiles, periodistas, inocentes: la censura, la cerrazón y el aniquilamiento de la sociedad civil.

 

¿Que ahora somos testigos de debacles y masacres? ¡Qué importa!, vamos a comernos unos tacos en Los Migueles y, como dijo Scarlett O’Hara: después de todo, mañana será otro día.

 

 

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