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5 octu bre 2010
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El principio del fin
Héctor Franco Sáenz

Como reacción a la serie de trabajos publicados en torno a la problemática educativa, frecuentes han sido las ocasiones en que se nos ha cuestionado acerca de cuándo empezó este mal que se refleja tanto en los bajos resultados académicos, como en las notorias carencias de las habilidades con las que debe contar el ciudadano del futuro, medidas por ejemplo por PISA.

Es necesario puntualizar que en el México postrevolucionario (calificativo cada vez menos usual) puede distinguirse un momento clave de inflexión en el avance educativo, cuando las escuelas que eran de jornada completa, escinden sus funciones en dos, tres y hasta cuatro turnos en un mismo edificio, como sucede en el área metropolitana de Monterrey a inicio de los setentas.

Analizando el fenómeno, puede considerarse que la escisión de la jornada escolar realmente constituye un indicio de la crisis en el modelo de desarrollo aplicado a partir de los cuarentas, cuando teniendo como telón de fondo la política de la “Unidad Nacional” adoptada con motivo de la guerra y lo aprendido de los efectos de la gran depresión de 1929, en México se opta por el modelo económico conocido como el “desarrollo estabilizador”, llamado también “milagro mexicano”, cuya expresión de agotamiento más clara, la representan los acontecimientos del 2 de octubre de 1968.

Hasta esos momentos, el sistema educativo había experimentado un crecimiento sostenido, debido entre otras cosas, a ser prácticamente inexistente antes de la fundación de la SEP en 1921 (salvo en algunos cuantos estados) y desarrollar experiencias pedagógicas valiosas que llegaron a atraer la atención y el concurso internacional, como sucede en los casos de las Misiones Culturales y la Escuela Rural, modelo reconocido por el propio Jhon Dewey, pedagogo norteamericano.

Aunado a las acciones mencionadas, se encuentra la creación de las escuelas agrícolas en el campo y las técnicas industriales en las ciudades, proyectos que van a culminar con la fundación del Instituto Politécnico Nacional para hijos de obreros y campesinos, debido a la universidad pública, que no se comprometía con los programas que la revolución llevaba a cabo.

Ante el cúmulo de carencias con que la sociedad vivía, la educación representaba toda una esperanza de vida, llegando a representar la mejor herencia que los padres podían dar a sus hijos, apuesta por la escolaridad que se arraiga tanto en el sentir de la población, valor que demuestra que la educación junto con la tierra, fueron las demandas más sentidas del movimiento armado.

Podría considerarse que con sus problemas y todo, la educación iba avanzando en forma ininterrumpida y ascendente, hasta la década de los sesenta, ya que para entonces se había creado el CAPFCE (organismo constructor de escuelas), establecido los desayunos escolares a través del Instituto Nacional de Protección a la Infancia (INPI) y los Libros de Texto Gratuitos, acciones que en su conjunto brindaron la posibilidad real de estudiar, a millones de niños que no lo hubieran logrado hacer en las condiciones anteriores.

Así las cosas y dentro de ese ambiente de avance, la primaria se empieza a generalizar y las secundarias a establecerse, como sucede en Nuevo León en esta época en la cual, la Secundaria 11, “Jaime Torres Bodet”, posee un lugar emblemático. A la vez, el analfabetismo tiende a disminuir pero se empiezan a sentir lo que pudiera llamarse, los “efectos perversos” del desarrollo, los que van a incidir en el desarrollo educativo, como los siguientes:

Acelerado crecimiento demográfico: de ser un país con tan sólo 15 millones de habitantes en 1930 y con una esperanza de vida de sólo 34 años; para 1950 se llegó a contar con 25 y a partir de allí empezó a duplicarse la población, en términos generales, cada 20 años. Por ejemplo, para 1970 la población llegó a ser casi el doble de 1950, o sea, de 48 millones de habitantes; en 1960 de 34 millones pasa a 67 en 1980, porcentaje de crecimiento que se sostiene en esos términos hasta esa década, para pasar a conocer una disminución porcentual como producto de las políticas de población y el cambio en la estructura familiar, entre otras cosas.

De lo rural a lo urbano: En este mismo periodo, la mayor parte de la población de Nuevo León y de México, dejó de vivir en el medio rural y dedicarse a labores propias de ese medio, para venir a la ciudad a procurar un empleo en el sector industrial o de servicios.

Nuevas necesidades sociales: Nuevos problemas y nuevas demandas, con nuevos actores, se empiezan a presentar en el medio urbano por los distintos movimientos sociales que demandaban, por ejemplo  un lugar donde vivir, nuevas rutas de transporte, más escuelas en todos los niveles, y servicios públicos, entre las más sentidas.

Ante la urgente demanda de más escuelas y maestros para lo cual el estado no estaba preparado, en principio se empezó por hacer escuelas de 2, 3 y hasta cuatro turnos en el mismo edificio, el primero de las 7 a las 11 horas, el segundo de las 11 a las 15 y el tercero de las 15 a las 19 horas. El cuarto turno venía a ser cuando en el mismo local funcionaba una secundaria nocturna. Posteriormente, es a partir de este hecho, que todas las escuelas que se crearon, fueron dependientes del gobierno federal.

Así fue como, podría decirse de “manera natural”, los niveles educativos alcanzados vinieron a pique, explicable si se toma en cuenta que a todas las actividades académicas se les empezó a dedicar menor tiempo, como es el caso de las asignaturas, mientras las actividades formativas desaparecen de hecho, no se diga del acompañamiento pedagógico que se debe dar a los alumnos, que en secundarias, por ejemplo, con grupos de 50 alumnos, ni se alcanzan a conocer.

La debacle empieza y en grande, dado que ante la demanda de maestros, a éstos, en vez de mantener o mejorar su poder adquisitivo, como un “logro sindical” se les emplea en otros turnos y en otras escuelas, lo cual también actúa como causa del deterioro físico y la baja en la preparación académica de los mismos, teniendo consecuencias negativas en los alumnos.

Muchas cosas han pasado a acentuar la catástrofe educativa, como fue la apropiación de los edificios escolares y su pérdida de identidad, al darles nombres diferentes a las escuelas según el turno de que se trate, contar con directores y personal administrativo diferente, así como no poder hacer uso de ciertas instalaciones, según “la escuela” que haya adquirido ciertos equipos o materiales.

En fin, se hicieron muchas escuelas que al bajar las tasas de natalidad hoy están solas, o con poco alumnado, mas sin embargo se mantienen los mismos turnos (hasta en el medio rural), como si la realidad no hubiera cambiado y lo que se hizo para afrontar una situación emergente continúa como si nada hubiera pasado.

 

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