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7 octubre 2010
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TRANSICIONES
¿Qué buscan los azul-amarillos?

Víctor Alejandro Espinoza

La clase política mexicana parece haber concluido que los resultados de la elección de gobernador, alcaldes y diputados en el Estado de México el próximo año, definirá el rumbo que tome la sucesión presidencial de 2012. Todos los actores políticos están convencidos que el partido ganador en la entidad será el que lleve a su candidato al triunfo al año siguiente. Por ello, los partidos políticos, los gobiernos estatal, federal y las televisoras, principalmente, están preparando todos sus recursos para entrar en la competencia electoral.

El Estado de México representa el mayor aporte de votos para una elección nacional. Un total de 10 millones 291 mil 285 ciudadanos se encuentran inscritos en su listado nominal, lo que representa el 13% del total de potenciales votantes en la elección presidencial; efectivamente el listado nominal nacional es de 79 millones 128 mil 159 ciudadanos. En orden de importancia numérica le sigue el Distrito Federal con un total de 7 millones, 393 mil 939 ciudadanos que pueden sufragar, lo que representa el 9.34% de todo el listado nominal. Como podemos ver, el Estado de México supera al DF con casi 3 millones de votantes. Ambas entidades son definitorias del proceso sucesorio. Por ello las fuertes disputas entre las distintas fuerzas políticas; mucho se juega del futuro nacional en el Estado de México en 2011.

En las elecciones locales de este año, el PAN y el PRD decidieron aliarse  para competir al PRI en cinco entidades del país: por esta vía triunfaron en los estados de Puebla, Oaxaca y Sinaloa; pero fracasaron en Hidalgo y Durango. En uno de esos tres casos, Sinaloa, el candidato triunfador era un ex priista, Mario López Valdez, mejor conocido como Malova. Esos tres triunfos fueron los grandes logros de la alianza en el año que termina. Amparados en ello, las dirigencias del PRD y del PAN se aprestan a renovar sus votos de identidad y se encuentran a un paso de integrar una coalición para enfrentar al PRI en el Estado de México. Atrás quedaron los acuerdos secretos entre PRI y PAN signados ante el ex secretario de Gobernación donde prometían que izquierda y derecha no se coaligarían en dicha entidad. Las ansias por derrotar a Peña Nieto pudieron más y al final los intereses pragmáticos terminarán definiendo el rumbo azul-amarillo.

Desde mi punto de vista la propuesta de alianza PAN-PRD persigue un doble objetivo: por un lado, tratar de derrotar a Enrique Peña Nieto y por el  otro, evitar que Andrés Manuel López Obrador sea el candidato del PRD en la elección presidencial de 2012. Se trata de una “carambola a dos bandas”. Como todos sabemos, Peña Nieto se encuentra muy por encima del resto de competidores por la silla presidencial en los sondeos de opinión. Una derrota del PRI significaría truncar sus aspiraciones políticas: si no lograra ganar en su entidad, difícilmente lo podría hacer en el resto del país. Por otro lado, sabedores de que AMLO ha cuestionado y descartado tajantemente la posibilidad de aliarse con el PAN, la actual dirigencia perredista encabezada por el grupo de Jesús Ortega, pretende descarrilar a AMLO y obligarlo a renunciar al PRD. El ir a una coalición, que el tabasqueño detesta, aceleraría los enfrentamientos con Nueva Izquierda, el grupo que comanda Ortega y que apoya la precandidatura de Marcelo Ebrard Casaubon, actual jefe de gobierno del DF. Así, el PAN podría perfilarse a una victoria y el PRD desplazar a AMLO.

El problema en ese escenario optimista de la dirigencia azul-amarilla es que de ganar Peña Nieto se enfilaría directo a la candidatura presidencial y sería muy difícil ganarle. El otro escenario posible es que AMLO apoye a un candidato fuerte de la izquierda y logre competir al PRI; en esa medida los bonos del tabasqueño aumentarían y los del candidato oficial del PRD caerían. En todo caso, lo que parece inevitable es que la izquierda se divida nuevamente y con ello permitirá que el ganador sea Peña Nieto. Ese parece el escenario más factible. El pragmatismo de la dirigencia del PRD parece conducirlos a un despeñadero (“despeñanieto”). Todo por unas migajas, todo por no se sabe qué (aunque se intuye). Lamentable espectáculo de una dirigencia que lo último que le interesa es el bienestar social y la democracia.

Investigador de El Colegio de la Frontera Norte
victorae@colef.mx

 

 

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