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13 octubre 2010
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FRONTERA CRÓNICA
Sobre la violencia
JRM Ávila

Hace una semana, un buen amigo me reclamó que escribiera tanto sobre la violencia: ¿Acaso no hay otros temas de qué escribir?, me espetó, y me dejó sin saber de momento qué contestarle. Ya a solas, por la noche me sorprendí pensando: tal vez debiera cerrar los sentidos a cuanto sucede a nuestro alrededor y concentrarme en escribir los versos más tristes esta noche, pero no me sale escribirlos y, aunque me saliera, tendría la desventaja de que ya otro los ha escrito, y mucho mejor que yo.

Después, más despacio, pienso: ¿cómo no escribir sobre la violencia si nos la recuerda cuanto nos rodea? ¿Cómo no hacerlo si vas al futbol y encuentras el estadio excedido en vigilancia y patrullaje? ¿Cómo evitarlo si al ir de paseo por la zona peatonal Morelos ves gente orando y protestando con flores y pancartas en contra de la violencia? ¿Cómo olvidar la violencia si vas al cine y las películas proyectadas tocan, si no de lleno, al menos de refilón el tema de la violencia?

Para empeorar las cosas, estamos olvidando que el clima de violencia en que vivimos no es nuevo. Existía antes y no estaba en otros rumbos, sino aquí. Estábamos acostumbrados a creer que nunca nos tocaba aunque estuviera presente a nuestro alrededor desde hacía muchos años. Y si acaso la memoria nos fallara, basta con asomarnos a cualquier hemeroteca local.

Desafortunadamente, los acontecimientos de los últimos años han hecho que nos concentremos en la violencia visible y soslayemos la que no resulta tan evidente, aquella que no sólo no vemos, sino que pretendemos ignorar. Me refiero a la que personas con mayor jerarquía ejercen en contra de quienes se encuentran supeditadas a ellas.

Nos hemos acostumbrado tanto a este tipo de violencia sutil que la aceptamos como natural. Algunos ejemplos: insultos, gritos, descalificaciones, humillaciones, amenazas, falta de atención, silencio, chantajes, control de dinero o bienes, empujones, golpes, acoso sexual, incesto, abuso, estupro, violación, tráfico y explotación sexual. Esta violencia casi siempre se dirige contra las personas más débiles, vulnerables o que no pueden defenderse; lo cual implica abuso de poder. Que alguien me diga si no ha experimentado este tipo de violencia.
Ésta es la violencia de todos los días. Pero como la violencia visible aparece en las calles y en los medios, se minimiza a la sutil, y por ésta, es una lástima, nadie enarbola una flor, nadie enciende una veladora, nadie protesta con pancartas. Sin embargo está ahí y no hay que soslayarla. Porque cuando no se denuncia ni se detiene a tiempo, puede desembocar en casos como el de Diego Santoy a quien de manera ridícula se le echan 138 años de prisión, a sabiendas de que el Código Penal de Nuevo León contempla sólo 40 como sentencia máxima.

Supongo que ahora sí puedo contestar a mi buen amigo por qué escribo tanto sobre la violencia. Mientras exista, no nos queda de otra: hay que denunciarla porque si no lo hacemos, algún día hasta la violencia visible se nos volverá tan cotidiana, que nos va a parecer sutil y de lo más natural. Y así no se puede vivir en paz, ni aquí ni en ningún otro lugar.

jrmavila@yahoo.com.mx

 

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