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27 octubre 2010
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Todo poema está empezando
Eligio Coronado

Escribir poesía no es para todos, aunque abunden los poetas. La brevedad del verso suele hacer creer que es un género fácil de abordar, pero la cantidad no siempre equipara a la calidad.

El prolífico Eduardo Lizalde (Ciudad de México, 1939), quien publicó su primer libro a los diecisiete años (La mala hora, 1956), escribe siempre de primera intención y con cierto desencanto.

No es que no valore el proceso de la escritura, sino que, de algún modo, le rasura el encanto, reduciendo dicho proceso a algo meramente práctico y de relativa importancia.

En Todo poema está empezando [antología, 1966-2007]* hallamos muchos poemas de trazo rápido en los que expresa los fundamentos de su estética: “Nada es bello. / La belleza no es bella (…) / ¿cómo belleza habrá en este poema?” (p. 83-84).

¿Es Lizalde un poeta de lo antiestético o simplemente un poeta del pesimismo? Yo creo que prudentemente rechaza el papel de “poeta  iluminado” que se adjudican otros y adopta el de “poeta terrestre”, más acorde a sus pretensiones: “La persona que escribe estos poemas / no sufrirá ludibrio ni gozará de gloria” (p. 85). Ni siquiera se ve a sí mismo como autor: “doy gracias sinceras / al divino amanuense de mis textos” (idem.).

Nótese lo sintomático del título de este libro (Todo poema está empezando). O sea, que todo poema está en su etapa inicial: “Todo poema / es su propio borrador. / (…) es sólo un gesto, / un gesto que revela lo que / no alcanza a expresar” (p. 80).

Pero, maestro Lizalde, ¿y los grandes poemas, los excelsos y fundacionales? ¿Los que han constituido la columna vertebral de nuestra riquísima tradición universal? Su respuesta es: “Los poemas / de perfectísima factura, / (…) son exclusivamente / un manotazo afortunado” (ibidem.).

¿Demasiado iconoclasta? Más bien mesurado, con un agudo sentido de la perspectiva para ubicarlo todo en su justa dimensión: “Escribir no es problema. / Miren flotar la pluma / por cualquier superficie. / (…) pero no garantizo ese producto” (p. 52).

Al menos el deseo de escribir sí es valorado por Lizalde quien acierta al reflejar esa propensión creativa con sus correspondientes estados de excitación y euforia, aunque con su dosis de humor: “Si yo pudiera decir todo esto en un poema, / si pudiera decirlo, si de verdad pudiera, / (…) si pudiera empezarlo, / si alcanzara, malditos, / cuando menos, a tomar la pluma / ¡qué poema!” (p. 51).

* Eduardo Lizalde. Todo poema está empezando [antología, 1966-2007]. Monterrey, N.L.: La Cabra Ediciones / UANL, 2009. 199 pp. (Serie Azor). Selección y prólogo de Eduardo Hurtado.

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