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1° Diciembre 2010
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Complicaciones marítimas
Asael  Sepúlveda

La vida marítima es complicada. El manejo de un barco de vela, un velero, una carabela, exige ser un experto del lenguaje. ¿Lo duda?  Pruebe con este texto breve de Ana María Shua:

¡Arriad el foque!, ordena el capitán. ¡Arriad el foque!, repite el segundo. ¡Orzad a estribor!, grita el capitán. ¡Orzad a estribor!, repite el segundo. ¡Cuidado con el bauprés!, grita el capitán. ¡El bauprés!, repite el segundo. ¡Abatid el palo de mesana!, grita el capitán. ¡El palo de mesana!, repite el segundo. Entretanto, la tormenta arrecia y los marineros corremos de un lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique sin remedio.

No sabemos si el barco en el que viajaba Shua se fue a pique, pero en todo caso, a nosotros nos conviene abrir el diccionario, para evitarnos esas angustias. Y si es el de la Real Academia, mejor.

Veamos. ¿Qué es el foque? Pues resulta que foque viene del neerlandés fok (con razón) y es toda vela triangular que se orienta y amura sobre el bauprés y, por antonomasia, la mayor y principal de ellas, que es la que se enverga en un nervio que baja desde la encapilladura del velacho a la cabeza del botalón de aquel nombre.

¿Así o más claro? Ahora que si usted no sabe cómo se amura sobre un bauprés, le conviene averiguar que amurar es trabajar con las amuras, que son los cabos que hay en cada uno de los puños bajos de las velas mayores de cruz y en el bajo de proa de todas las de cuchillo, para llevarlos hacia proa y afirmarlos. En cuanto al bauprés, no tiene chiste: la palabra bauprés viene del plattdeutsch, o bajo alemán, y significa barra de brazo. Para que mejor se entienda, el bauprés es el palo grueso, horizontal o algo inclinado, que en la proa de los barcos sirve para asegurar los estayes del trinquete, orientar los foques y algunos otros usos.

Ahora bien, ¿qué diablos es eso de la encapilladura del velacho y la cabeza del botalón? La respuesta es fácil. Encapillar es enganchar un cabo a un mastelero. Si usted no sabe qué es un velacho o un botalón, tenga paciencia, que primero hemos de hablar del mastelero, que es, simplemente uno de los palos menores del barco.

En cuanto al velacho, no debe preocuparnos, pues de trata de  la gavia del trinquete. Gavia viene del latín y significa jaula, pero en términos marinos es una vela que se pone en el mastelero mayor. El trinquete es el palo de proa y por extensión, la vela que se larga sobre él.

Sólo nos falta saber qué son los estayes, pero el diccionario viene otra vez en nuestro auxilio: un estay es un cabo que sujeta la cabeza de un mástil al pie del más inmediato, para impedir que caiga hacia la popa.

Con estos conocimientos, ya estamos a punto de cumplir la primera orden del capitán, de arriar el foque, cosa que haremos en cuanto sepamos qué demonios es la cabeza del botalón. Pues bien, el botalón es el bauprés de una embarcación pequeña o bien el mastelero de un barco grande. También puede ser un palo largo que se saca de la embarcación cuando conviene.

Si usted ha leído hasta aquí, ya sabe a qué se refiere el capitán cuando ordena arriar el foque. Podemos pasar a la segunda orden, antes de que el maldito barco se hunda con todos nosotros a bordo. Esta segunda orden es la de orzar  a estribor, cosa que haremos con facilidad si sabemos que orzar es inclinar la proa a la parte de donde viene el viento. Proa, por supuesto es la parte delantera del barco y estribor es el lado derecho, viendo el barco desde la popa, que es la parte trasera. Orzar a estribor es inclinar la parte delantera del barco a la derecha, según estas cuentas.

Pero nuestro diligente capitán ha dado una tercera orden: abatir el palo de mesana. Y ese dicho palo es el mástil que está más a popa en el buque de tres palos. Damos por sentado que todos los marineros saben lo que es un mástil y rogamos al cielo que nuestro buque tenga tres palos, porque de no ser el caso, no sabremos cuál es el dichoso palo de mesana y nos iremos todos a pique. Pero con un poco de suerte, todo saldrá a pedir de boca y llegaremos felices a buen puerto.

Nota final: la nave del Estado es mucho más complicada que nuestro barco de tres palos. Y el atarantado capitán y sus marineros ni diccionario tienen.

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