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13 Diciembre 2010
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Trago amargo después del plebiscito
José Luis Vega Godínez

Tras el festejo del 5 de diciembre de 2010, día en el que la voluntad ciudadana se impuso contra el pretendido destrozo de Granja La Bufa, el ánimo festivode los miembros de Guanajuato Somos Todos se trasformó en incredulidad. La falta de obligatoriedad del resultado del plebiscito, quedaba la duda de si el Ayuntamiento cumpliría su palabra de aceptar el resultado adverso. Y más aún, no sólo resultaba importante revocar el acuerdo de factibilidad del 13 de julio de 2010, sino hacerlo con estricto cuidado de la ley, para imperiosamente evitar una escabullida legal del menguado gobierno municipal, nada extraviado en cuanto se refiere a la defensa de los intereses de Azacan.

La semana transcurrió en medio de baños de pureza; los partidos políticos que antes nos abandonaron, se regocijaban en argumentos apenas creados para acomodarse en el menor daño posible, y el que en apariencia entendía nuestra causa, pretendiendo que olvidáramos su voto en favor de un plebiscito absolutamente innecesario, y que costó a la ciudad más de un millón de pesos. Sobra hablar sobre su desaparecida de escena y nula iniciativa formal y seria ante la tendenciosa campaña municipal por el SÍ.

El alcalde, por su parte, salió con fingido discurso y falsa sonrisa a cubrirse de gloria, lanzando al frente su engañoso espíritu democrático. El trago le entró amargo, y, desde el principio, afirmó que salir derrotado no le quitaba la razón. Mala señal. Reclamó la baja participación ciudadana, y, digo yo, afirmó que lo deseable hubiera sido haber recibido 59,500 votos en contra, el 85% de los 70,000 votos que deseaba, y que hubieran representado mucho más del doble de aquellos con los que fue electo. Pedía, en consecuencia, su tumba política y el inevitable debilitamiento institucional del municipio. ¡De no creer!

No faltó, para completar la escena, el síndico Carbajo. Encumbrado bajo y por la sombra de su papá, olvidó que la promoción del SÍ había concluido. Insistió en la urbanización; llamó mentirosos a los opositores; ignorantes a los abogados que hay entre éstos; juró que La Bufa y Los Picachos son más irreales que el proyecto conceptual Parque Cultural San Ignacio, y, palabras más, palabras menos, apeló a su juerga de se chingan o se joden, para anunciar que la revocación que nos entregaría tendría esencia de oropel.

El habla de frente, interpelando con altisonancias en un estacionamiento a Luis Miguel Rionda, y usando el micrófono y su silla para insultar en sesión, al arropo de la enagua de un Secretario de Ayuntamiento que amenazaba con expulsar a quien contradijera a su criaturita.

Así pues, en realidad no hay festejo, y tenemos hoy un acuerdo de revocación de muy dudosa calidad jurídica -consultable en facebook-, que más parece trampa para la legitimación judicial de la barbaridad contenida en la factibilidad de cambio de uso de suelo. Tenemos también a personajes políticos que no quieren la paz con sus ciudadanos, y débiles ediles que no se deciden a ponerles un alto. Enfrentamos un claro desprecio a la voluntad ciudadana, por la obstinación de una mancuerna familiar, con un Ayuntamiento secuestrado.

He escuchado grandes historias del esfuerzo y la honorabilidad del jefe en la familia Marchochio, ojalá venga de allá la prudencia. El diputado Trujillo se muestra sensible a esto; espero que su ánimo rebase las palabras y trascienda a destrabar la petición para solicitar al Gobernador la declaratoria de área natural protegida.

Y en tanto algo bueno no ocurra, Guanajuato Somos Todos deberá permanecer presto a continuar la lucha, para hacer valer el respaldo popular ganado. No hay otra salida.

 

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