ANÁLISIS A FONDO
Ebrard ad ovum
Francisco Gómez Maza

Despide Ebrard a Martí Batres
Y argumenta con la Constitución

Ciudad de México.- ¿Estaría usted dispuesto a votar por un candidato presidencial autoritario?

Este es el caso de Marcelo Ebrard Cassaubón. Aún no es candidato y ya muestra el cobre. Qué “buena” imagen se está creando. Ya por ahí. Parece que no quiere ser presidente…

El cese de Martí Batres de la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno del Distrito Federal desnuda la identidad absolutista de “el estado soy yo” del gobernador perredista.

Y todo porque a Ebrard le molestó la independencia crítica del integrante de su gabinete.

Al camachista-salinista y ahora calderonista pragmático ─¿ya no es, señor Ebrard, Andrés Manuel López Obrador su “presidente legítimo”?

Le pudo que Batres criticara su asistencia a la ceremonia donde el presidente Calderón pronunció su mensaje en ocasión de la entrega a la Cámara de Diputados de su V informe de gobierno. Y lo cuestionó también por saludarlo de mano cuando de boca lo consideraba presidente ilegítimo, espurio.

Marcelo argumenta “falta de congruencia” de Batres, porque “puso en tela de juicio mi calidad moral”. ¡Sopas! Si mal no entiendo, Batres criticó una actitud politiquera, oportunista, convenenciera del jefe de gobierno. En ningún momento puso en tela de juicio su calidad moral.

¡Recontra sopas!

Y todavía se atreve a asegurar que en su gobierno “siempre ha habido libertad de expresión”. Ah, pero ésta tiene límites, según el señor Ebrard: que no se puede ser secretario de un gobierno y opinar en contra del gobierno. Vaya, vaya.

Y todos creíamos que en “la izquierda” había absoluta libertad de criticarse unos a otros, independientemente de las “jerarquías”. ¿O no es usted de izquierda, señor gobernador?

Si de algo han padecido los habitantes del DF es del autoritarismo de sus gobernantes. Ejemplos, hay muchos. Los habitantes del país, también. Ejemplos, hay muchos. Ni caso tiene traer nombres de autócratas.

Pues no parece. Es: la filosofía política del señor Ebrard es la autocracia, el autoritarismo. Inclusive en otras áreas de su desempeño como “gobernante”. Ahí está la construcción del Metrobús. Ad ovum (lo escribo en latín, porque decir “a güevo”, expresión muy mexicana que significa “a la fuerza”, podría molestar a los oídos refinados) y contra todo malestar ciudadano, se han construido las líneas de ese trasporte.

La “súper vía”, concesionada de por vida, y con pingües beneficios a costa del erario, a empresarios españoles, es otra manifestación del autoritarismo estalinista de señor gobernador. Y quiere ser presidente de la república. Lo bueno para los mexicanos es que, si es designado candidato del chuchismo, no cosechará ni el 10 por ciento de los votos el primer domingo de julio del año venidero.

Pero si llegase a ganarle al candidato del Partido Revolucionario Institucional o al del PAN, sálvese quien pueda. Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez, Victoriano Huerta ─encarnaciones del fundamentalismo y del autoritarismo─, por mencionar a tres, se quedarían cortos.

Ah.

Lo más grave es que Ebrard alega moralidad, congruencia y legalidad.

La verdad, no voy a ponerme a averiguar el contenido de la Constitución política mexicana. Pero no creo que ésta legisle y avale en autoritarismo. Jamás. Sin embargo, para remover a su colaborador ─ya está visto que no es su camarada de partido─, Ebrard se basa en los artículos 122, Apartado C, Base Segunda, fracción II, inciso d) de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; 67, fracción V del Estatuto de Gobierno del Distrito Federal.

¡Madre mía!

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