TRANSICIONES
Último año de Calderón
Víctor Alejandro Espinoza
ijuana.- El último año del presidente Felipe Calderón inicia el día de hoy. El 1 de diciembre de 2012 seremos testigos del ascenso de un nuevo presidente o presidenta, según sea el caso. La comparación con el 1 de diciembre de 2006 será inevitable: en aquella ocasión la tensión iba en aumento cuando Felipe Calderón se enfiló hacia la Cámara de Diputados donde formalmente tomaría posesión. La tribuna estaba tomada y todo indicaba que sería imposible que tanto él como el presidente saliente, Vicente Fox, pudiera acceder al estrado para el traspaso de poderes. Era el presagio de un sexenio difícil, para decir lo menos.
Felipe Calderón había sido diputado federal en el trienio 2000-2003; por ello conocía muy bien el inmueble. Tenía un Plan B, como recientemente y con lujo de detalles me lo relató uno de sus más cercanos colaboradores. Sabía de la llamada “puerta de banderas”; una entrada que siempre aparece camuflada por la bandera nacional. Y por ahí entró y logró ser declarado formalmente presidente de México. La diferencia entre él y el candidato de la izquierda (Coalición por el Bien de Todos), Andrés Manuel López Obrador, fue de apenas un 0.56%. Una elección tan competida que polarizó como nunca a los mexicanos. Con una salida muy desgastante para los protagonistas: una presidencia de la república cuestionada en su legitimidad y un ex candidato que no tuvo otro camino que tomar la calle para mantenerse vigente.
Han pasado cinco años y no resolvimos cuestiones fundamentales de nuestro diseño político institucional que nos permitan afrontar una nueva elección competida. Seguimos sin darle cause institucional a quienes obtienen un segundo lugar electoral. En condiciones sociales y económicas más críticas no quiero ni imaginar el escenario si se repitieran los resultados de 2006: ¿qué haría alguien que obtiene 15 millones de votos y su único destino para canalizar su oposición es la calle? En cualquier democracia consolidada, los segundos lugares (o primeras minorías) pasa a ocupar un escaño en el Congreso. En México les pedimos que se vayan a su casa seis o tres años a “esperar tiempos mejores”.
En 2006 fue determinante el apoyo del PRI para que Felipe Calderón llegara a ser declarado presidente. Su candidato, Roberto Madrazo, había caído a un tercer lugar. No tenía ninguna posibilidad de establecer una alianza para impugnar los resultados. El PRI decidió apoyar a Calderón, confirmando los dichos de AMLO: la alianza pragmática del PRI y el PAN. De ahí su sentencia: “son lo mismo”. Hoy, cinco años después, el panorama ha cambiado radicalmente para el Revolucionario Institucional. Según las más diversas encuestas, el aspirante “único” Enrique Peña Nieto se encuentra muy por encima de los suspirantes de la izquierda y del PAN. Covarrubias y Asociados da 46% de las preferencias electorales para el ex gobernador del Estado de México, 25% para AMLO, 11% para Josefina Vázquez Mota y 2% para Santiago Creel (Ernesto Cordero no llega al 1%). Eso significa que el PRI, de resultar perdedor, no daría su apoyo a quien ocupara el primer lugar, sino que no reconocería el triunfo o se aliaría con el tercer lugar para impugnar la elección.
El gran enemigo del PRI es su pasado; de no dar signos de un cambio en sus prácticas tradicionales más negativas, se revertirá la imagen positiva que hoy tiene la ciudadanía. Conforme se definan las otras candidaturas, sobre todo la del PAN, el tope alcanzado por Peña Nieto comenzará a disminuir. Su Talón de Aquiles serán sus viejos modos que se resisten a partir. Eso es lo que resaltarán sus contrincantes; eso puede pesar en el ánimo ciudadano.
El último año de gobierno de cualquier presidente es de soledad. Si fue un periodo exitoso las demarcaciones son parciales, sobre todo por el candidato de su partido. Los adversarios suelen ser implacables. Todo indica que el único aspirante que pudiera defender los logros de la actual administración es Ernesto Cordero; tal vez por ello la apuesta del presidente por Cordero, pese a lo que dicen las encuestas. Lo que seguramente será reflexión recurrente para Felipe Calderón a lo largo de este último año es que el poder es efímero y muchos de sus aliados y amigos, también.
Investigador de El Colegio de la Frontera Norte.
victorae@colef.mx