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951 16 Diciembre 2011

Viento habitable
Azucena Hernández

E
Viento Habitablel Paso, Texas.- La primera impresión que provoca Viento habitable (La Chintola, La Zonámbula 2011), de Raúl Caballero García, impacta directamente a la vista, ya que la imagen de portada es un elemento para-textual. La imagen de portada, es pues, un fragmento del óleo Corazón inmigrante, de Waldo Saavedra. Es un corazón alado cuya trayectoria, precisamente, se encuentra proyectada —en la lectura de los poemas— en la atmósfera de lo habitable y lo cotidiano; de ahí el título, bastante acertado en mi opinión, que de igual modo como la imagen de portada, logran configurar en un todo el poemario de Raúl Caballero García.

Y es que, en este caso, así es la voz del poeta, una voz migrante que ha pernoctado en diferentes ciudades, con estados emocionales y de conciencia acordes al espacio que canta. Sean lugares íntimos o externos, reales o imaginarios, tanto de México como de Estados Unidos, hay un itinerario de viajes discernible a lo largo del libro. Así dice el poeta con los versos:

He vuelto de un viaje donde los días y el aire
hicieron crecer un absurdo desapego
altaneros incendiaron el eco de mi voz (42)

Es una voz conmovida por las implicaciones del viaje. Piezas muy bien logradas que muestran este ‘espíritu migrante’ como el mismo poeta lo ha denominado son, quizá, “Entre coyotes” en donde un tumbleweed es la imagen que recorre todo el poema; y el matorral migrante avanza así sobre el desierto para sublimar en el trayecto que el viento provoca, los sentimientos de soledad, melancolía y ausencia:

matorrales fantasmas
que dejan a su pesar la raíz en las grietas de la tierra
en la llanura el viento los arrastra de un lado a otro
cruzan los desiertos del Norte
con la indiferencia de los perros salvajes
matorrales resecos
compañeros de las ventiscas de arena
sinónimos de soledad (43)

Es también el viento habitable el que transporta y arrastra a ras de la tierra a esta planta, que como la voz del poeta y el poema mismo suelta su semilla en la diáspora. Porque finalmente la verdadera poesía es la que algo le dice a su lector, y en la comunicación o evocación de imágenes y sentimientos a través del lenguaje ya se ve, pues, el acto de la germinación.

El motivo del viaje en la poesía de Raúl Caballero, siempre es fructífero. El itinerario nos llevará también por ciudades que se quedan grabadas en la memoria y en el corazón, como lo es “Tita sin fin, blues”, poema melancólico que cuenta una pequeña historia motivada por la espera y la soledad. La voz poética añora el regreso de la amada, y en la preparación del recibimiento y la bienvenida se intuyen o imaginan el equipaje y los recuerdos de ese tú amado hacia quien se dirige el poema:

Saltimbanquis aturdiendo el aire/
Payasos con metáforas en versos y manos/
Trovadores jazzistas dándole un concierto callejero a ti
                                  y a tus amigas después de la cena/
el nieto del blues y su abuelo negros que te hicieron
                                                          llorar en la plaza/
el canto de los niños que te iluminó en la catedral/
la soledad del hotel/

Todo, cada escena, es equipaje para este blues (21)

“Guanatos, río de piedras” es una fina pieza que narra el trayecto en un paisaje invernal que no únicamente permanece en lo descriptivo, pues el poema es una postal interior que, a fuerza de la repetición de estructuras y de metáforas novedosas, logra retratar un estado de la naturaleza, pero también el estado de una conciencia receptiva y sensible que vuelve a un lugar cuya carga emotiva se remonta a los orígenes. “Guanatos, río de piedras” simboliza, en esta bitácora poética de cartas y de postales, de confesiones y esperas que es Viento habitable, el viaje mítico de un nosotros a un lugar que parece ser, al mismo tiempo, de la vida y de la muerte. Así lo dice el poeta:

Nos adentramos hacia el río de piedras adonde hemos de volver
Los harapientos árboles crepitan en la noche su desnuda osamenta
Los harapientos árboles alucinan el incendio del bosque
                       sueñan cataratas de pájaros
                                                                        rayos del sol
                       su falta de razón disemina los insomnios
Sus descarnados dedos
reciben de la luna un puñado de recuerdos (51)

La poesía de Raúl Caballero en Viento habitable es, en principio, una poesía elemental, y con esto quiero decir que, si bien a veces se muestra contemporánea y hace referencia al universo urbano, cotidiano e íntimo, los elementos naturales, especialmente el viento o el aire, tienen una presencia constante en todo el poemario. El viento o las metáforas aleves o etéreas otorgan cohesión semántica a esta colección de poemas.

“Dafne poseída” es la pieza que abre Viento habitable, poema de una delineada sencillez y un lenguaje espontáneo; en él ya se le da al lector una probada de lo que viene luego y que he mencionado antes: el logro de transmitir en imágenes la simbología de un elemento natural y violento, como el viento, el cual finalmente se ve domesticado por el amor; pero esto no lo hace pasivo, sino que precisamente en esta unión con lo erótico radica su expansión:

me enloqueces y te penetro
te arrebato
me hundo en tus aromas
alcanzo tu néctar
y al final
tu dulzura
me vuelve música de flauta
aire acondicionado
tu deleite, frágil Margarita (7)

La poesía de Raúl Caballero, entonces, adquiere la metáfora de ser etérea y de pertenecer a la cosmogonía del aire; así la poesía salva a la duda, ilumina la sinrazón y el temor, se vuelve “traductora del olvido”. El viento es la voz poética con su vértigo de palabras.  Tampoco hay que olvidar que, simbólicamente, el aire es el medio propio de la luz y del vuelo, de la comunicación entre la tierra y el cielo, por lo tanto, entre la memoria y el presente.

Por esto también Viento habitable es poesía amorosa, y en este sentido, el amor se convierte en un viaje de dos, de esperas y de reencuentros, de compañías y de nostalgias, de tristezas compartidas. Así lo dice el poeta en “Carta”, poema que, como el título lo muestra, es la confesión amorosa de echar de menos al otro:

Ayer tiré mis huaraches viejos y tus zapatillas blancas, juntos
Iban en una bolsa de Sun Harvest
Me sentí sumamente humble con ellos.
Mis labios extrañan tus manos y tus piernas
Mis manos extrañan tus nalgas y tus pechos
Mis dientes extrañan tus labios y tu entraña
Mis ojos, tu alma
Mi corazón tu mirada
Mi soledad la tuya
Aguárdame Ita/(29)

Hay pues, una riqueza de sentimientos y conceptos que el poeta capta a través de recursos como la metáfora, símiles, repeticiones, la inclusión de giros novedosos e imágenes que por salirse del lugar común atrapan al lector y reconfiguran de sentido a esta poesía que, como el viento, trasciende las fronteras, tanto regionales como íntimas y temporales.

Entonces escribir se convierte en un acto para acortar distancias, porque representa una forma de volar y unir así la soledad propia y la de la otredad.

Cursa la Maestría de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Texas en El Paso, en donde es miembro del consejo de redacción de la Revista de Literatura Mexicana Contemporánea.

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La Quincena Nº92

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