CRÓNICAS PERDIDAS
La Prieta
Gerson Gómez
onterrey.- El calor es tan denso, que al techo de lámina hay que revestirlo con dos falsos de tela sin importar el color, aunque de preferencia blanco, que con el paso de los meses se ennegrece, pudriéndose poco a poco, amortiguando el traidor golpe climático.
Con todo y eso, Ramiro, a quien sus vecinas la conocen como La Prieta, tiene frio.
En medio del verano, trajina con camisa manga larga.
Le han diagnosticado VIH, desde hace seis meses, en la clínica municipal.
Dieron parte de su nombre a Salud, con letras negras y sombreadas con marcador rojo, archivo indepurable, dice, para el registro nacional epidemiológico.
Ni modo, ya me jodí. Ahora a cuidarse.
La han visto, sus vecinos en la vecindad de tejabanes, con miedo y asco.
No te juntes con La Prieta, escucho comentar a Juana, emigrada de San Luis, su comadre, chava veinteañera, bailarina de taibol dance.
Trae el bicho, murmuran sus vecinas.
Desde el marco del tejabán, que no cuenta con puerta, sólo el recuadro de madera, con la cortina corrediza, piensa con alivio: ojalá no sufra mucho y me muera pronto.