Suscribete
952 19 Diciembre 2011

De candidatos y caudillos
Víctor Orozco

C
hihuahua.-
El comentadísimo traspié sufrido por Enrique Peña Nieto, hasta ahora el candidato de unidad del PRI a la presidencia de la república, ofrece la ocasión para llevar las reflexiones más allá del juicio que merece un aspirante a ocupar el poder y que, incapaz de citar a tres libros influyentes en su vida, se enreda en el lenguaje cantinflesco propio de un novicio en un examen escolar.

Una arista del asunto que me interesa comentar, es cómo los partidos políticos han sido copados de tal manera por la fuerza de agentes económicos, que pueden imponerles a dirigentes y candidatos insulsos. En el caso de ex gobernador del estado de México, parece obvio que el PRI optó por la fama construida a través de Televisa, por cuya pantalla se placeó al futuro candidato durante un lustro al menos, equiparándolo con un galán, que contrajo matrimonio con una estrella y a la manera de un capítulo de telenovela. Todo hecho a la medida de la mercancía "cultural" que se vende a las masas mexicanas.

Afamado en todo el país y archirreconocido por las fotos de la boda con La Gaviota, su figura fue de allí en adelante imparable. No se le ha acreditado alguna idea propia, lector o memorista de discursos vacíos llenos de lugares comunes, se ha mantenido como un político de invernadero, que nunca ha conocido las enseñanzas de la derrota, siempre de triunfo en triunfo, siempre cobijado por el poder. Los riesgos corridos por el PRI al decidirse por una opción fácil como la de Peña Nieto, están comenzando a ponerse en acto. Con seguridad, al episodio de la feria internacional del libro en Guadalajara le seguirán otros. La razón primordial por las cual este partido acepta a un político “sin idea” ─según lo definió su rival Beltrones─ como su dirigente y abanderado, es que la propia organización se ha convertido en un cascarón, en un puro aparato para hacer elecciones, sin programa y sin principios.

En cualquier sociedad donde las instituciones son débiles, los personajes cobran una enorme relevancia y su peso en el rumbo que toman las colectividades crece de tal manera, que acaban por suplantarlas. Se produce incluso una desfiguración de los organismos políticos, en casos extremos convertidos en caricaturas o entidades grotescas, ya irreconocibles cuando se les quiere mirar desde la perspectiva de los principios o reglas bajo las cuales fueron constituidos. Hay muchos indicios de que esto les ha sucedido a buen número de los partidos políticos en Latinoamérica.

Hace unos días en un acto simbólico de profundos significados, los jóvenes agrupados en la Mesa de Unidad de las Juventudes Democráticas de la República Dominicana, convocaron a un acto simultáneo en todo el país para enterrar a la partidocracia, representada en toda clase de objetos relacionados con los partidos de la Liberación Dominicana, el Revolucionario Dominicano y Reformista Social Cristiano de su país. El actuar de estos partidos ha convertido a la política en un mercado de votos y de traficantes del poder, descalificados e ignorantes. No en vano se dice que para dos de las profesiones u oficios de mayor relevancia, la sociedad no exige requisitos: la de padre y la de político. Hasta el más decadente e irresponsable puede engendrar hijos u ocupar altos cargos públicos.   

El vacío que deja la ausencia de proyectos generales, de programas para llevar al cabo ciertas políticas públicas, de claridad de juicio sobre las fuerzas históricas que han construido la nación y también de aquellas que la han obstruido, se llena con estas figuras que toman la forma de candidatos, hombres fuertes o caudillos. Otra vez una acción de Enrique Peña Nieto sirve para ilustrar el hecho: el abanderado priista se reunió con la alta jerarquía del clero y pactó un nuevo golpe al estado laico bajo esta paradójica, flamante y engañosa divisa de la iglesia católica que reclama la libertad religiosa, como si pudiese olvidarse que esta institución ha sido el enemigo número uno de la libertad en todas sus expresiones, hostilidad en la que lleva sobrada ventaja a  denominaciones como el islam, el judaísmo o a las otras variantes del cristianismo. Pero Peña Nieto necesita las prédicas y las influencias de los administradores del culto religioso, por ende, su ascendiente sobre cientos de miles de votantes-creyentes. También los diputados ─¡hasta del PRD!─ que legitimaron el albazo para reformar la constitución. Muy pronto sabremos de la suprema claudicación de la clase política frente al clero: la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, para mutarlas de instrumentos emancipadores, en aparatos ideológicos de sujeción, al servicio de los dueños del dinero y del poder.

Una vez esterilizado y vaciado de contenido, el PRI entrega un cheque en blanco al candidato-galán, para que éste venda lo que pueda de su menguado inventario político, con tal de recuperar la presidencia. Las infanterías del partido, sus bases sociales, numerosas y extendidas a pesar de los trafiques de sus cabezas ─las herencias de la revolución mexicana lo explican─ quedan desde luego al margen, estancadas en esa infernal prisión social con sus muros fincados en la pobreza y en cuyo interior se han desatado todas las calamidades.  

¡Ah!, qué grave peligro corren las sociedades y las naciones enteras cuando se entregan a los caudillos en lugar de apoyar los cambios en la solidez de los principios. Parece muy distante, pero el proceso actual en Venezuela, pertenece al mismo fenómeno. Allá, Hugo Chávez se mira cerca de la tumba y cambia de arreos: antes su lema era Patria Socialista o Muerte, ahora es ¡Viviremos!, con lo cual expresa la metamorfosis de sus objetivos, alianzas y carácter del régimen. ¡La presunta revolución o en cualquier caso los colosales esfuerzos para beneficiar al pueblo, a merced de los temores y atavismos del hombre dirigente!

La continuidad del régimen y de su comportamiento está casi garantizada si triunfa Peña Nieto el próximo julio. El tamaño del "casi" es de unos milímetros. Por tanto, por puro instinto de conservación o de salvación, los mexicanos tenemos que volver los ojos hacia otros horizontes. ¿Hacia dónde? Ésta es la gran cuestión que se plantea en una época de crisis, fracaso de las acciones de gobierno y frustración colectiva. Antiguas experiencias ocurridas aquí mismo y en distintas naciones, muestran que los pueblos tienen en su historia la gran reserva moral e intelectual para superar los desafíos. Estuvimos a punto del colapso y de la desaparición como entidad nacional a mediados del siglo XIX y nos alzamos gracias a la lucidez, congruencia y audacia de los autores de la reforma liberal. Del abismo en el que nos precipitaron las clases y cuerpos dirigentes, clero y ejército, emergimos como un pueblo organizado, libre, orgulloso de sus victorias.

Hoy, necesitamos el regreso de aquellos númenes, para evitar que se nos arrastre al pantano de las opresiones de viejo o nuevo cuño, de la miseria económica y cultural. Los tiempos han cambiado, pero los contendientes siguen siendo en sustancia los mismos: forman filas en una trinchera quienes se comprometen con la vigencia de las libertades, con la justicia social, con la igualdad. En el campo de enfrente: los expoliadores, los usufructuarios de la fe religiosa, los que aspiran al dominio imperial. La pugna se libra en diversos espacios: de la cultura, de las elecciones, de las agrupaciones políticas y sociales.

El resultado puede ser el ingreso a una fase de trabajo, libertades, justicia o bien, que nos hundamos cubiertos por la demagogia, la corrupción, la intolerancia y la violencia social. En esas estamos. Y no son por cierto los candidatos o los funcionarios quienes nos sacarán del atolladero. Es el pueblo organizado.

¿Desea dar su opinión?

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

Centro Cultural Universitario

La Quincena Nº92

La Quincena Nº92

15diario.com