|
EL RIESGO DE ESCRIBIR
SOBRE LOS TALLERES LITERARIOS
Luis Valdez
En el 2000 escribí para la sección Ágora de papel del periódico El Porvenir, un artículo sobre los tinos y errores de algunos talleres literarios de la ciudad. El resultado fue sorpresivo para el entonces editor de la sección (Héctor Maza) como para este humilde escritor. Y es que un tipo que coordinaba el taller literario llamado Gatos de Azotea (cuya particular característica era que cada cuatro meses reiniciaba con distintos integrantes) llamó por teléfono para reclamarle al editor por haber publicado a un joven autor que sólo anotaba ocurrencias mientras bebía cervezas. Eso lo reconozco porque, dios mío, qué sabroso es beber cerveza mientras uno escribe y escucha música. El tipo agregó que iba a demandar al periódico.
Esa reacción no me impresionó demasiado hasta que nos topamos en la presentación de la revista La Nuez al par de meses. Mi entonces juvenil (aunque ya no virgen) cuerpo fue estampado en un muro y ese coordinador me amenazó con demandarme… y yo muy valiente le contesté: pues adelante, si algo hay en la cárcel es comida y suelo para dormir.
Total que el muy cabrón no me soltaba hasta que vino un guardia y nos separó.
Y como me gustan las crónicas con emoción, pues apenas llegué a mi casa y lo escribí. Al día siguiente llevé mi colaboración al periódico. Pues bueno, para el domingo la misma cantaleta: el escritorzucho ese telefoneó a mi casa once veces antes de que fuera mediodía, exigiendo que le contestara y que iba a ir a mi casa para hablar seriamente de términos legales con toda mi familia.
Como mi familia nunca ha tomado en serio esto de la carrera literaria, que excepto por un par de becas, sólo ha echado a perder mi carrera profesional (que además es debido a mi licenciatura chafa marca UANL) y me ha dado muchos períodos de desempleo, pues le dijeron que yo sólo estaba jugando y que no iban a perder su tiempo recibiendo a un escritor que de seguro vive de eso y no de conseguirse un trabajo de verdad.
Eso terminó por molestar más al pobre de Andrés Montes de Oca, que, bueno, sabemos que padecía diabetes.
Descanse en paz. Yo sólo dije que su taller literario no valía la pena y que siempre buscaba llevarse a la cama a alguna chava desprevenida. ¿Tan grave es decir algo como eso?
¿Desea dar su opinión?
|
|