ANDA BORRACHO PANCHO
Guillermo Berrones
I
Los cuñados se le pusieron al pedo y Pancho no es dejado. Por lo derecho le atora y no se raja. Lo catearon, pero ninguno de los tres se fue limpio. Los motivos son lo de menos, la palabra es la buena, la que cuenta, la que te sostiene como hombre. Si no, entonces pa que chingaos habla uno. Por eso después del pleito ordenó desde la puerta:
- ¡Vámonos, Martha!
Descamisado y sudoroso, Pancho esperaba como respuesta la prontitud de su mujer llamando a sus hijos y recogiendo las cosas que habían llevado ese fin de semana a la casa de los familiares de Martha. Pero la respuesta fue una mirada rabiosa.
- ¡No estás oyendo que te hablo! -insistió agravando la voz. En el mismo instante uno de sus cuñados gritó asesorando a la hermana.
- Aquí quédate, Martha, tú no necesitas de peladitos como éste. Nosotros te damos pa que tus hijos...
- Usté cállese, cabrón, o quiere que le vuelva a tortear el hocico...
La bronca parecía inminente en su segundo episodio, pero Martha estaba en medio de todos con la fronda de su piel morena, irrumpiendo como aparición divina y consagrando la tregua. Suspiró inflando el par de pechos en los que Pancho se engolosinó tantas noches babeando sus redondeces. Y majestuosa y soberana emitió un NO vibrante que significó un triunfo de casta.
- No, Pancho, ya no. ¡Bórrale! Aquí ya marchó todo.
- Fíjate bien, Martha, porque tú me conoces mejor que nadie. Si te quedas, esto va a valer queso. Yo no te voy a andar rogando. Y con éstos, te doy tres días, acuérdate del muerto y del arrimado. Conmigo tú ya sabes. En estos brazos hay suficiente. Me vale madre, pero mis hijos y tú, comen porque comen. ¿Entonces qué...?
Martha miró a sus hermanos con los rostros manchados de tierra y sangre seca. Sus hijos jugaban ajenos a todo. Le llegaba su algarabía desde las dos cuadras donde estaban. Por encima de la barda, después del porche, alcanzó a ver en la acera de enfrente a sus vecinos de La Esmeralda intrigados por saber qué pasaba. Lo decidió. Era la última borrachera de Pancho que aguantaba. Y el último escándalo también.
- Me quedo.
- Pues jódete, ¡culera!
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