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PETICIÓN A EBRARD*
Sara Sefchovich**
Hace unos días el gobierno de la ciudad anunció que la contingencia se daba por superada, que no más bandera amarilla, que ahora es luz verde.
Como ciudadana, me siento agradecida con el jefe de Gobierno por su atrevimiento para tomar las decisiones tan drásticas que tomó, con las cuales se logró detener el contagio. Aunque hay personajes como Manlio Fabio Beltrones que dicen sandeces como que “a lo mejor nos salvaron de la gripe pero nos dejaron sin empleos y sin negocios”, y que “el remedio salió más caro que la enfermedad”; estoy segura de que la mayoría de los capitalinos agradecemos la fuerza y oportunidad con que se tomaron.
Por lo demás, no nos engañemos: la crisis estaba allí y no se dio por la contingencia. Es falso que sea tan frágil la economía de las empresas como para que unos cuantos días de parálisis las destruyan.
En mis años de vida y en los de personas a quienes se lo pregunté, jamás nadie recuerda haber visto que la ciudad se clausurara, es algo que no había sucedido. En tiempos de la Revolución algunas personas decidían encerrarse a piedra y lodo cuando se enteraban de que entraban tropas de este o de aquel bando, pero que las autoridades tomaran una decisión de esta naturaleza y de este calibre es algo completamente novedoso y que no deja de ser sorprendente.
Y sin embargo, se ha hablado poco de eso. Después de los temblores de 1985, la Asociación Mexicana de Psicoterapia Psicoanalítica de Grupo organizó grupos a los que llamó Mamut, en los cuales las personas hablaban sobre lo que habían vivido y lo que habían sentido. Hacerlo es más que necesario, porque se trata de una situación de excepción y de miedo que entra y se queda en la conciencia colectiva. En su libro How the mind works, Steven Pinker señala que una de las necesidades humanas es la de narrar, y ya Freud mostró que hay curación por la palabra.
Pedir es una costumbre que tenemos los mexicanos. Los empresarios piden que se les condonen impuestos y se les den apoyos.
El secretario de Salud pide al Grupo de los Siete que se levanten las restricciones comerciales. El de Hacienda pide unas cuantas reformas fiscales para enfrentar la recesión. Andrés Manuel pide que los votantes le den 30 diputados para frenar cualquier propuesta de reforma. Algunos cristianos rezan en el Zócalo y le piden a Dios por México. Los productores de cerdo piden a los funcionarios que coman carnitas para mostrarle a la gente que no hay problema.
En esa misma tónica, yo le pido al jefe de Gobierno dos cosas: una es analizar lo que sucedió, otra es echar a andar medidas para la ciudad.
La primera consiste en lo siguiente: si le creemos a los que saben, tendremos más pandemias (además de otras situaciones difíciles que siempre pueden suceder, como inundaciones, temblores, accidentes) y más nos vale aprender para actuar adecuadamente. Esta vez salió bien gracias a la audacia de las autoridades de la capital y federales, pero el riego que se corrió fue enorme. De modo que así como se creó un comité científico que vigiló el desarrollo de la epidemia, así hay que crear ahora un comité que analice la cuestión social y cultural que dio lugar a las decisiones de las autoridades y a las respuestas de los ciudadanos, y que considere —de manera honesta, realista y a partir de nuestra forma de pensar y actuar— las opciones para otra ocasión.
La segunda petición tiene que ver con los esfuerzos que ha emprendido el gobierno de la ciudad para que vuelva a llegar el turismo y haya recuperación económica. Me parece excelente la idea de enviar cartas a los ricos y a los famosos para pedirles su apoyo y de hacerle publicidad a la capital, pero estoy convencida de que sólo la cultura puede cumplir el encargo.
Rinde más dar dinero para que se monten espectáculos, teatro, deportes, conferencias y conciertos y para que se remocen parques y plazas que para crear fondos burocráticos para ciertos rubros. Porque eso hace que la gente se junte, pierda el miedo y la pase bien, y una cosa jala a la otra; si las personas se mueven, el dinero circula, hay empleos y los turistas regresan a esta ciudad cuya vibra es única.
* El Universal, 24 de mayo de 2009.
** Escritora e investigadora en la UNAM
sarasef@prodigy.net.mx
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