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1144 12 Septiembre 2012

 

Educación como llave del futuro
Luis Miguel Rionda

Guanajuato.- México se encuentra lastrado por sus rezagos educativos a todos los niveles. Aunque coyunturalmente goza de un periodo de estabilidad económica, su incapacidad para formar capital humano impide el despegue de sus potencialidades.

Tenemos una población –mayor de 15 años- con 8.6 años de educación en promedio, es decir que no supera la secundaria. 42% de nuestros compatriotas que tienen entre 24 y 65 años sólo tienen algún grado de educación primaria y 22% cuentan con algún nivel de secundaria, según datos del informe de la OCDE (Organización para y el Desarrollo Económico) 2012. Apenas un 22% de los mexicanos entre los 25 y 34 años, había hecho estudios de licenciatura. Al mismo tiempo, en Corea un 66% -dos tercios- de sus jóvenes en ese rango de edad ya contaban con estudios superiores; en Canadá y Japón representan el 60% (nota de Nurit Martínez, El Universal, 11/09/2012).

El presidente Calderón anunció con bombo y platillo en su último informe que se había alcanzado la cobertura universal en educación primaria y que se estaba a punto de alcanzar en el nivel prescolar. Por supuesto no mencionó que en esos niveles la demanda potencial está a la baja a causa del descenso paulatino de la población infantil, debido a la transición demográfica que estamos experimentando: es decir, cada vez nacen menos niños en este país. Incluso tenemos escuelas que se están despoblando, al punto de tener que cerrarlas. No es un mérito del gobierno haber alcanzado la cobertura universal, sino sencillamente de la propia población y su mayor conciencia reproductiva.

El verdadero problema nacional se encuentra hoy en los niveles de la educación media superior y superior, a donde han arribado las multitudes de jóvenes nacidos a fines de los ochenta y principios de los noventa. De 16 a 19 años sumaron 8.8 millones en 2010 -453 mil en el estado de Guanajuato-. De 20 a 24 años sumaron 9.9 millones -493 mil en Guanajuato-. De la primera cohorte sólo 51.2% se encontraba estudiando, presumiblemente la preparatoria. De la segunda sólo lo hacía el 22%. La matrícula total en el nivel medio básico en el ciclo 2010-2011 sumó 4.2 millones. En educación superior sumó poco menos de los 3 millones de estudiantes. Todos son datos del INEGI.

Ahora bien, los datos para el estado de Guanajuato confirman o superan –en sentido negativo- las cifras nacionales. De la escasa matrícula guanajuatense en educación superior –100 mil 323, incluyendo Normal, TSU, licenciaturas y posgrados-, que equivalía a un quinto de la demanda potencial, sólo la mitad era atendida por la oferta pública, y de la misma sólo dos quintos acudían a la Universidad de Guanajuato -20 mil estudiantes-. La población en edad de estudiar este nivel, entre los 18 y 24 años de edad, sumó 713 mil 968 en el censo del 2010, un 13% de la población total.  Es decir que apenas el 14.1% de los jóvenes guanajuatenses estaban recibiendo formación en este nivel.

Por supuesto se puede debatir que no todos los jóvenes están llamados a tener un grado superior. Podemos estar de acuerdo con ello, pero no con estos bajos niveles de atención. En los países de la OCDE el acceso a ese servicio es efectivo para el doble o el triple del porcentaje mexicano,  y del cuádruple del guanajuatense. Es en este sentido que nos encontramos ante una auténtica tragedia por el enorme desperdicio de capital humano que esto representa.

Cientos de miles de jóvenes que buscan acceder a la educación no pueden hacerlo, por falta de capacidad de las universidades públicas. La mitad de los que presentan examen de admisión son rechazados, y recientemente la UNAM sólo aceptó al 10% de sus más de 170 mil aspirantes. Esos miles pasan a engrosar las filas de los tristemente célebres NiNi’s, que tampoco pueden alcanzar un puesto de trabajo por su ausencia de calificación.

Por supuesto que el problema es estructural: el país se ha especializado en ofrecer al capital internacional su mano de obra barata, sin calificación. Desde que se dio el cambio hacia la economía global y de mercado, allá en los ochenta, el Estado mexicano retrajo o congeló su presencia en la educación superior, en contraste a lo sucedido en la década de los setenta. El enorme gasto mexicano en educación básica se va en sueldos y canonjías para el corporativismo sindical, y en la educación superior el monto se ha mantenido muy por debajo del recomendado por la OCDE y la UNESCO.

Estoy convencido de que la educación superior debe ser accesible para todo aquel que tenga el talento y la disposición para construirse un futuro por este medio. Pero no así para los que buscan ser admitidos para perder el tiempo y evitar el reclutamiento laboral. Debe darse una expansión numérica cuidadosa, que también permita incrementar la calidad y formar profesionistas de alto desempeño y capacidades. Esa sería la verdadera justicia social a la que muchos aspiramos.

Antropólogo social. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – www.luis.rionda.net - rionda.blogspot.com – Twitter: @riondal

 

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