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1192 19 Noviembre 2012

 

ANÁLISIS A FONDO
¿Comisión contra qué?
Francisco Gómez Maza

Qué contra la corrupción
¿Para vivir en el error?

Ciudad de México.- ¿Recuerda al “último presidente de la revolución? Sí. ¿Aquel que iba a defender al peso como un perro, y cuyo lema era “la solución somos todos”, que alguien cambió por “la corrupción somos todos?

Aquél –el de José López Portillo– fue el último gobierno en el que la corrupción floreció olímpicamente como filosofía de vida de los mexicanos, como la hipocresía para los brasileños en la época de la dictadura militar.

Evadirse de la corrupción era la decisión más irresponsable que podía tomar un mexicano, principalmente un político de polendas o no. Inclusive, el principio de vida, de convivencia, de coexistencia entre el poder, la sociedad, los medios era aquel axioma del “Charro Garizurieta”: “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”.

Aquellos gobernantes jamás concibieron que tuvieran que combatir la corrupción. No podían ni siquiera imaginarlo, pues el poder era, y lamentablemente aún lo sigue siendo, un negocio en el que quien tiene más saliva traga más pinole. Las administraciones gubernamentales eran vientres embarazados que parían camadas de nuevos ricos a costa del erario.

El concepto de combate a la corrupción prácticamente fue inaugurado por Miguel de la Madrid (1982-1988), con aquella mediática “Renovación moral de la sociedad”, que lo obligó a crear la Secretaría de la Contraloría General de la Federación, para cuidarle las uñas a todo tipo de funcionario uñas largas. De la Madrid castigó a algunos funcionarios de la administración anterior, pero de ahí no pasó. La famosa Secogef fue absorbida por el castrante síndrome del enriquecimiento a costa de la tesorería.

No sirvió de mucho. Probablemente De la Madrid tendría buenas intenciones, pero como dice el dicho, el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones. La “renovación moral” pasó con más pena que gloria. Con Carlos Salinas reverdeció con fuerza la corrupción como los hongos en una olla de comida podrida. Alguien, aún no descubierto, asesinó al candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, y asumió la presidencia Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000), en plena rebelión indígena en Chiapas y estrenando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. El ex politécnico promulgó la Ley de Fiscalización Superior en el 2000, que creó la Auditoría Superior de la Federación (ASF). Ésta dizque mejoró sus procedimientos, aumentó el número de auditorías y mejoró su reputación como un organismo profesional pero, como lo reconoce el presidente electo, Enrique Peña Nieto, en la iniciática anticorrupción presentada al Senado, persistió el problema central de la fiscalización en México: que las indagatorias de la ASF raramente conducen a sanciones administrativas o penales, ya que ésta (la Secretaría de la Función Pública) o la Procuraduría General de la República —responsables de sancionar— funcionan con lentitud.

Arribaron los panistas de la docena trágica. Vicente Fox (2000-2006) creó la Comisión para la Transparencia y el Combate a la Corrupción en la Administración Pública Federal, rebautizada en 2008 por Felipe Calderón (2006-2012) con el nombre de Programa Nacional de Rendición de Cuentas, Transparencia y Combate a la Corrupción, una de cuyas metas era alcanzar una calificación de 9 en el índice de Transparencia Internacional. Pero sirvieron para maldita sea la cosa.

Al mismo tiempo, el gobierno ha suscrito convenciones internacionales como parte de la política de combate a la corrupción. Pero… en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC), de la organización Trasparencia Internacional, México se ubica en la posición 100 de 183 países, con una calificación de 3.0, la peor de la última década.

El gobierno ha creado leyes y más leyes, pero como todo lo que hacen los políticos que sólo buscan el poder por el poder, con el engaño de que van a servir al pueblo, han sido totalmente ineficaces.

El pasado septiembre, el presidente electo Peña Nieto presentó por medio de la bancada del PRI en la Cámara de Senadores, una iniciativa de reforma constitucional para ampliar las facultades del IFAI y dotarlo de poderes de revisión de los derechos de acceso a la información tanto del Congreso Federal y de los órganos autónomos, como de los gobiernos estatales y municipales.

Ahora, el nuevo mandatario desaparecerá la Secretaría de la Función Pública para sustituirla por una Comisión Nacional Anticorrupción. El Senado aprobará la reforma antes del primero de diciembre, o sea dentro de dos semanas. Pero nada es novedoso. Los cambios sexenales hasta ahora han sido meramente cosméticos, y me temo que el cambio de Peña Nieto también lo será. Siempre, al inicio de casa administración sexenal, el nuevo acude ante el Congreso de la Unión a cruzarse el pecho con el listón tricolor, con buenos propósitos, que como los de Año Nuevo jamás se cumplen. Es el reciclaje de esta historia. Y entretanto, Felipe de Jesús del Sagrado Corazón restablece la tienda de raya porfirista. Sustituye la Revolución y sus conquistas sociales para trabajadores del campo y las ciudades con el Buen Fin…

analisisafondo@cablevision.net.mx

 

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