Un Presidente jodido
Eloy Garza González
Monterrey.- El Presidente Enrique Peña Nieto dice que no se levanta cada mañana pensando cómo joder a México. De hecho, dudo que alguien en sus cabales se levanta con tan mala intención. México es un ente abstracto. Nadie busca desmoronar entes abstractos, a menos que sea un Estado enemigo. “No amo mi patria. Su fulgor abstracto es inasible”, decía José Emilio Pacheco.
El verbo joder tiene linaje señorial en la historia de la lengua española. Me place saber que el Presidente por fin decidió leer a los grandes prosistas de nuestro idioma, comenzando por Cervantes y Quevedo, que hacían filigranas con el vocablo joder diseminándolo en sus textos.
No repetiré aquí, por trillada, la anécdota seguramente conocida por nuestro Presidente, de Camilo José Cela quien, recriminado por quedarse dormido en una sesión de las Cortes Constituyentes, respondió a voz en cuello: “No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, como no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo.”
Quiero pensar que, alejado algunas horas del mundanal ruido, nuestro Presidente leyó la novela Conversación en la Catedral, de Mario Vargas Llosa, con su frase inicial: “¿Cuándo se jodió el Perú?”. Y la quiso traer al entorno mexicano. ¿Cuándo se jodió México? Mucho antes del sexenio de Peña Nieto. Lo que no quita que el Presidente le diera la puntilla.
Renato Leduc, nuestro poeta mexicano más líricamente majadero, dice en un poema: “¿Justicia? Ley de Caifás/ Dulce el jarabe de pico/ joder al jodido más/ Y al rico hacerlo más rico”. La alusión a Peña Nieto sería anacrónica, porque don Renato murió hace muchos años. Pero pudiera aplicarse.
Canta Benedetti en su poema Visceversa: “O sea, resumiendo/ estoy jodido / y radiante/ quizá más lo primero/ que lo segundo”. Con lo que entendemos que no es lo mismo joder que estar jodido. Quien sabe si al Presidente le acomode más el sustantivo que el verbo. Cierto es que no es necesario amanecer pensando en cómo joder a México para tenernos jodidos a los mexicanos. Milagro difícil de creer. Pero de que se da, se da.
