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IGLESIA Y SEXO
Samuel Schmidt
Se han levantado fuertes escándalos alrededor del tema de la homosexualidad en México. Uno no puede saber si hay diferencia en la profundidad de los casos, o si son el resultado de una misma escalada, aunque lo positivo es que se discuta el tema abiertamente y se reconozca que hay gente que opta por escoger su sexualidad.
Un conductor de televisión se atreve a discutir con una experta en sexología y sostiene que la homosexualidad no es normal, ella en cambio opina que las opciones sexuales son justamente eso. La polémica demuestra un prejuicio profundo y algún psicólogo aventuraría algo sobre los temores de quién esconde parte de su existencia y los disfraza de agresión a los que vencieron los temores.
A lo largo de la historia la homosexualidad ha sido vista como algo que la gente escoge. El libro considerado como manual máximo del sexo (me temo que soy injusto en calificarlo de esta manera), el Kamasutra, ve como algo “natural” o “normal” el sexo entre hombres.
En otro tema, la iglesia católica sale a vociferar contra los políticos del Distrito Federal que aprobaron el matrimonio entre personas del mismo sexo. Alguien con buen sentido del humor dijo: si quieren los problemas de los heterosexuales pues que con su pan se lo coman.
Fuera del humor, la decisión política es pertinente, si dos personas hacen vida conyugal, la ley debe protegerlas y asegurarles derechos de pareja. Si el IMSS reconoce el concubinato heterosexual no hay razón para que no haga lo mismo con el homosexual o el lésbico.
Lo impresionante es que la iglesia católica interfiera en un tema político siendo que la constitución lo prohíbe expresamente y el gobierno permite la violación constitucional.
Pero si a la iglesia le preocupa tanto el tema de la homosexualidad, ya es hora que adopten decisiones para evitar la depredación de un buen número de curas que violan niños. La iglesia debe dar el ejemplo y mostrar el respeto a las leyes, poniendo en manos de la justicia civil a los depredadores, porque hasta parecen seguir un proceso de confesión interna y alguna penitencia para perdonar al agresor y después de mandarlos a “sanar” los envían a otro lugar para que sigan ejerciendo los apetitos de su opción sexual reprimida formalmente pero permitida realmente.
En favor de las parejas de homosexuales y lesbianas que deciden unirse en matrimonio es que se trata de adultos que asumen consensualmente una decisión; en cambio los curas abusan de infantes, los manipulan como si el abuso sexual fuera una cosa de la fe; un cura que abusa de la falta de madurez de un niño comete un crimen doble, ¿cuándo cerrara esa ignominia la iglesia?
A la iglesia parece interesarle muy poco la violación del celibato, pero si llegan a correr a los curas que se unieron a una mujer y procrearon con ella. Esto al parecer es contra la naturaleza.
Hay grupos sociales que le exigen con energía al conductor de la televisión que se disculpe, aunque las cadenas televisivas deben revisar su discurso para eliminar la intolerancia y los prejuicios. Ya es hora que ese medio se preste para combatir contra el machismo y todo tipo de odios.
Es muy fácil brincar de la homofobia a la discriminación contra los indígenas o cualquier otro grupo.
A la iglesia se le debe aplicar la ley, por poco factible que esto suene, especialmente ahora que la derecha empieza a promover leyes anti-aborto y a agredir a las mujeres que deciden terminar un embarazo por las razones que sean.
Un principio fundamental en la democracia es el derecho y la libertad a decidir, esto incluye el momento del embarazo, la preferencia sexual, la decisión de formalizar relaciones.
El Estado tiene la obligación de velar por que se respeten los derechos y deseos de los individuos y eliminar las opciones que agreden la libre volición de los individuos.
Es hora de frenar las atribuciones censoras que se quiere arrogar la iglesia y alejarla de los espacios políticos y sociales de los que esta excluida por ley.
Es hora, para que se cumpla con el estado de derecho, que la gente sea libre y se eliminen las interferencias que buscar coartar la libertad. Si los curas quieren tener hijos que lo hagan, pero aquel que violando la ley abusa de un menor, debe ser sometido al mismo castigo que cualquier depredador sexual.
Es hora de ir poniendo las cosas en su lugar.
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