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EL MAL LOGRÓ SU COMETIDO
Ruth Cordero

Hoy despedimos a una mujer valiente, ruda, de carácter fuerte; características personales y atributos que la hacían crecer y combatir el mal que la invadía;  enfrentó una lucha frontal contra el cáncer. Se había pausado el avance, hasta que éste la invadió totalmente y cerró su ciclo de vida. Deja a su pareja, una adolescente y dos menores, todos ellos integrantes de su célula familiar. Todavía recuerdo su imagen sonriente y atrevida para hacer bromas sobre lo relacionado con su enfermedad.

Al principio de su padecimiento, la peluca sustituía su ondulado cabello faltante, posteriormente le importó poco “el qué dirán” y mostraba su cabeza con la evidencia del maltrato de los químicos y la caída de su abundante cabellera. Llegó el momento en que disfrutaba de su nueva apariencia y usaba pañoletas, mascadas o paliacates que combinaran con su atuendo, lo cual no la inmutaba.

Fue implacable, nunca titubeó ni demeritó su actitud ante la fugaz y mortífera enfermedad. Era directa al hablar, lo hacía sin titubeos y con una forma muy especial. Continuamente acudía al deportivo en donde entrenaban sus hijos y era común que regañara o llevara la queja ante los responsables para señalar a los que no cuidaban el lugar. Trabajó en beneficio de la comunidad apoyando en la catequesis de la iglesia.

Vivió una vida intensa, tratando de corregir y orientar a sus hijos y de continuar con su matrimonio ante las desavenencias comunes que surgieran. Todo quedó en un suspiro, un momento, un aplacar la prisa. Las correrías terminaron, los desatinos y problemas, los aciertos y logros, las conquistas y proyectos, “el hilo” que alargaba su paso por la vida se fragmentó.

En su despedida, había un silencio que a ratos se entrelazaba con los llantos y sollozos, y al combinarse con los sentimientos abrumaba los espacios: la despedida en la agencia funeraria, con las oraciones, los cantos, los rituales, el acompañamiento de los conocidos; la misa, con la comunidad haciendo guardia y valla ante su féretro; el sepelio, con la partida final, la llegada del mariachi y la presencia de algunos familiares que entonaron canciones a su partida.

Mucha gente la despidió, nos dejó con un nudo en la garganta. Entre el llanto y los desmayos de algunos familiares continuó la música del mariachi, con “Hermoso Cariño”, entre otras canciones, además de una de amor de esposos y la consumación, “Despedida con Mariachi” invitando a seguir la vida con su ejemplo.

Vendrá otra etapa para los suyos: un duelo, una asimilación y la continuación del camino.

Adiós Yadira. ¡Descansa en Paz!

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