MI AMIGA MARÍA BELMONTE
Tomás Corona Rodríguez
La función del arte en la sociedad es edificar, reconstruirnos cuando estamos en peligro de derrumbe.
Sigmund Freud.
Conspicua, espiraloide, iridiscente y muy, muy franca; mi amiga María llegó para quedarse. Es una mujer triunfadora, independiente, que ha cristalizado sus sueños, sus aspiraciones, y disfruta plenamente de ello. Por experiencia propia, sabe cómo actuar y proceder en el complejo mundo de la intelectualidad y la cultura.
Desde que lo recuerdo lleva el sello de la brisa fresca en la mirada que incita a la mundana sencillez y te hace sentir que en ella la camaradería y el amor al prójimo que proyecta no son mascarones faranduleros, como los que abundan en el ecosistema que comúnmente habita.
Siempre mesurada y ecuánime, con una templanza a toda prueba, va por la vida repartiendo sonrisas como rayos de sol, sin esperar nada a cambio. María es de esas mujeres auténticas en las que nunca podrás advertir el más mínimo rasgo de indolencia o hipocresía. Es, al mismo tiempo, portentosa y transparente.
Me atrevo a decir, es tanto su profesionalismo que guarda para sí los malos momentos por los que atravesamos todos los seres humanos, encuentra la solución al problema y vuelve a sonreír. No sé si tenga detractores, pero si los tuvo alguna vez, seguro cayeron a sus plantas rendidos de admiración.
Quién sabe cómo, quizá por su sobriedad y naturaleza comprensiva, por su rebosante sensibilidad; aprendió a vivir y a sobrevivir entre la fantástica fauna que cohabita en el mundillo intelectual de Monterrey, en el que puedes percibir…
…Minotauros, sirenas, bucéfalos, sílfides, unicornios, erinias, cíclopes, ninfas, faunos, quimeras, dragones y alguna que otra loba; habitantes de la literatura y de la vida que le hacen ronda a María por el respeto ganado a pulso de trabajo constante; a costa de tesón y perseverancia al defender el patrimonio cultural norestense.
Como funcionaria es implacable, por ello, los proyectos culturales en los que ha participado han sido exitosos. Sabe ser formal o informal según el momento y valora cada hecho, cada acto y a cada persona en su justa dimensión. Es una de esas personas raras que no saben hacer enemigos.
En fin, María Belmonte es un ser humano valioso, una mujer íntegra, y aunque siempre lo ha hecho, hoy es oficialmente la musa que custodia la Casa de la Cultura en Nuevo León. A sabiendas del reto y la misión que ello representa.
¡Congratulaciones por tu merecido nombramiento!
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