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BACHELET - PINOCHET = PIÑERACHET

José Steinsleger

 

Chile involuciona. A continuación, el epílogo de Historia de claudicaciones: el retorno a la democracia en Chile”, (publicado en este espacio el 11/9/98), o bien la segunda parte de la serie “Pinochet + Concertación = Bachelet” (18-25/01/06 y 1/2/06).

Los comentarios de entonces giraban en torno a los estragos del capitalismo salvaje en un país que fue convertido en prueba piloto del neoliberalismo mundial en ciernes. País en el que, según Wikipedia (enciclopedia virtual que ajusta sus textos al poder político de turno), promedia “… índices de desarrollo humano, porcentajes de globalización, PIB per cápita, nivel de crecimiento económico y calidad de vida que se encuentran entre los más altos de América Latina”.

Más falso, viuda maquillada. Porque si nada se le opone en el camino, cuando en 2013 el presidente electo Sebastián Piñera empiece a cerrar su mandato, las palabras escritas en 1892 por Eduardo Matte Pérez (bisabuelo del magnate pinochetista Heliodoro Matte Larraín) seguirán conservando su vigencia: “Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio” (Ernesto Carmona, Los dueños de Chile, Ed. La Huella, Santiago, 2002, p.119). Y el pinochetismo heavy y el pinochetismo light habrán cumplido 40 años de sostenida exclusión social.

Con total desconocimiento de la realidad, la dictadura mediática y los académicos programados por las corporaciones trasnacionales dicen que la economía chilena “crece” y la pobreza “decrece”. Pero si les preguntásemos qué significa ser “pobre”, nos mirarán con un dejo de sorna y desprecio. ¿Acaso no conocemos el decreto “posmo” que abolió las clases sociales y dividió a la sociedad en “sectores” aritméticamente medibles?

En México, donde los métodos chilenos de medición de la pobreza causan el orgasmo de los tecnócratas, el experto Julio Boltvinik asegura que cada vez se ponen “muchos más requisitos para ser pobres” (La Jornada, 12/12/09). Por lo que no cualquiera es “pobre”. Si un trabajador gana por debajo de 500 dólares mensuales es pobre. Si gana un dólar más es menos pobre. Todo clarito: “política social” sí, política económica no.

La alquimia contable neoliberal fue minuciosamente desenmascarada por el sociólogo Tomás Moulian en Chile actual: anatomía de un mito (1997).

La obra de Moulian fue pionera en explicar cómo funciona la “ingeniería social” que llevó a los políticos de la Concertación a borrar cualquier alusión al pasado de ética, gloria y tenacidad de las luchas populares chilenas.

La Unidad Popular ensayó algo más que meras políticas de contención social. En 1972, la relación entre el 20 por ciento más rico y el 20 por ciento más pobre fue solamente de 12 veces, y la participación de los salarios en el ingreso llegó a 52 por ciento. Política económica que, inevitablemente, trastornó el biorritmo de los dueños de Chile, tornando imperioso el pedido de una “ayudita” a Pinochet y sus verdugos.

El “modelo chileno” tampoco cayó del cielo. Matar fue la premisa: 17 años de terrorismo de Estado. Y luego, el fraude ideológico marcó durante 21 años más la frente del golpista Patricio Aylwin, el derechista Eduardo Frei Tagle, el mediocre Ricardo Lagos y la socialista hello Kitty Michelle Bachelet, llevando a los chilenos a “elegir” entre Frei (quien hizo lo imposible para que Pinochet se muriese en la cama) y Piñera, compadre del genocida presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez.

Los investigadores Darío Salinas y Carolina Teitelboim observan que en una muestra del Banco Mundial (2004), Chile ocupaba el segundo lugar, después de Brasil, en desigualdad regional: “En la medida en que esta tendencia no se ha revertido, el tema de la desigualdad se recoloca en la agenda de discusión... en un país (…) donde precisamente no abundan las discusiones de los problemas públicos acuciantes” (América Latina y el Caribe: una región en conflicto, Plaza y Valdés 2009, México, p. 336).

¿Éxito? Para muestra, un botón: hace poco la dirigente democristiana María Rozas denunció que las cajeras del supermercado Santa Isabel, en la sureña ciudad de Chillán, trabajan más de ocho horas sin que se les permita moverse. “No pueden ir al baño y muchas deben usar pañales desechables”. Chillán: ciudad en la que Siqueiros pintó en la Escuela México, el mural Muerte al invasor (1942).

En la política chilena, forma es fondo. Bachelet a Piñera: “Lo felicito. Hoy Chile lo ha elegido democráticamente, y espero que siga el camino del progreso y la justicia social”. Piñera a Bachelet: “Le agradezco sus palabras y le pido que me aconseje para continuar lo que está bien hecho y para emprender nuevas tareas, porque empieza un camino”.

¿Y la “izquierda”? La izquierda (lúcida) sabe que “el camino” de Piñera será el de sus patrones: Wall Street y el Opus Dei. O sea, el de Perú, Panamá, México y Colombia. La izquierda deberá partir de cero, y sabiendo distinguir (de una buena vez), a los “pelucones” y “realistas” que en 1823 y 1973 condenaron a O’Higgins y Allende al exilio, la miseria y la muerte.

 

La Jornada

 

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