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GÓMEZ MONT Y ALIANZAS ELECTORALES
Javier Corral Jurado

Este lunes, a lo largo de tres horas, el Consejo Nacional del PAN discutió el tema de las alianzas electorales, que han suscitado una enorme polémica y una tensión mayor no sólo entre el PRI y el PAN, sino entre el mismo PAN y el gobierno del Presidente Calderón; de ello da cuenta la renuncia del Secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, a su militancia panista.
En forma unánime, el máximo órgano del PAN brindó un significativo apoyo a la política de alianzas que César Nava ha impulsado y que se han venido aprobando por una amplia mayoría en el Comité Ejecutivo Nacional. La más reciente fue la de Oaxaca, a la vez la más compleja e importante. El consejo panista respaldó la decisión: “en la conciencia de que cumplen con la mejor tradición democrática del partido, dan seguimiento a nuestro plan de acción y son parte de la cruzada de democratización total que queremos para México”.
Participé en ese debate y, sin ser desleal a la reserva que me obliga mi condición de miembro de ese órgano de dirección del partido, estoy convencido de que es menester compartir algunas de las ideas que he planteado ahí.
Empiezo por expresar que entiendo a los opositores y críticos a las alianzas. Muchos miembros del Consejo sufrieron en carne propia las reacciones de los perredistas, cuando no dejaron entrar al Presidente Fox a la Cámara de Diputados o cuando se instalaron en Paseo de la Reforma y luego buscaron la forma de boicotear la toma de posesión del Presidente Calderón.
Son imágenes y recuerdos que aún no se desvanecen en muchos y siguen obsesionados en la diferencia. Todo por no saber perder y por la falta de prestancia para reconocer los errores cometidos por su candidato.
Entiendo las posturas de destacados panistas y perredistas que han criticado las posibles alianzas entre ambos partidos, unos las han llamado: engendro, antinaturales. He leído las criticas de los que insisten en lo imposible de conciliar programas y plataformas. Como también a los que señalan que es un acto de pragmatismo de coyuntura y en tanto miope.
A pesar de ello. Mi posición es a favor de las alianzas, por otros motivos mayores a los agravios recibidos.
Mi posición a favor de las alianzas con otras fuerzas, no surge de mi experiencia como candidato hace seis años -es evidente que en Chihuahua no nos dio- sino de la realidad que enfrentamos políticamente, y del crudo pero franco diagnóstico que hicimos del proceso electoral del 2009; en todos los análisis, en todos los ejercicios, se habló de la forma en que operan los gobernadores, los señores feudales a los que nos comprometimos a combatir en nuestro plan de acción, y en el decálogo que el Presidente del Partido dio a conocer.
Tenemos una realidad ineluctable. La transición democrática del país está trunca. Mientras que el gobierno federal vive la separación de poderes, la libertad de expresión, pluralidad en la representación en plenitud. Hay estados en que esto no existe. Los gobernadores son autócratas que controlan al Congreso, a los tribunales judiciales y electorales que cuentan con una prensa amordazada y sumisa. Gobernadores que usan los recursos públicos a su antojo y en beneficio propio o de su partido.
Gobernadores que emprenden guerras sucias contra sus críticos para impedir que puedan ganar elecciones utilizando el viejo expediente de la mentira infame. El caso más notorio es el de Ulises Ruíz en Oaxaca que hace cuatro años su mal gobierno puso a esa entidad federativa al borde de la guerra civil y que tuvo que ir la federación a restablecer el orden. Ruiz ha prostituido el ejercicio del poder con sueldos aberrantes e insensibles a los funcionarios públicos que reparte o vende canonjías. Que maltrata a sus adversarios como lo hiciere cualquier dictadorzuelo.
En estos estados no sólo se replica el sistema priísta que derrotamos en el 2000 sino a la experiencia del cacique de hace ochenta y cincuenta años o más años. La ausencia del presidente priísta que los limitaba y sancionaba hizo que creciera un fiero poder caciquil y cerril. En algunos casos como el del tristemente célebre Ulises Ruíz un señor de horca y cuchillo que convirtió a un asesino de sus opositores en diputado federal.
Esos caciques y sus malas artes han catapultado al PRI y de esos estados han salidos victoriosos, han ganado con carro completo. Son los estados en donde aún sigue habiendo casillas zapato. Son la cantera más importante para capturar votos. Ellos son la esperanza del PRI para regresar el 2012 a los Pinos. Por eso la dirigencia nacional de ese partido los cobija, les prohíja beneficios y los mima como su gran esperanza. Son la esperanza de los precandidatos que han usado a la televisión privada para posicionarse ante la opinión pública. Simulando virtudes y oficios políticos que no tienen.
Ese es el dilema. Dar la lucha por la democracia en todo el país o resignarnos al regreso de un PRI que tratará de buscar en el Ejecutivo la restauración del viejo modelo.
Esta realidad caciquil no ha permitido el desarrollo de partidos en esos estados para que en elecciones limpias, equitativas y legales puedan competir libremente.
Debemos hacernos cargo del mensaje que al país y al ámbito internacional envía la convergencia entre PRD y PAN. De nosotros hacia ellos, distiende un ambiente para posibilitar acercamientos en las cámaras, y de ellos hacia nosotros se da un claro mensaje rectificador de la actitud rupturista.
Las alianzas tienen un claro contenido, es una lucha ciudadana por establecer un sistema democrático a nivel estatal que empieza por dar vida y animación a los principios e instituciones democráticas. Es importante observar que en las entidades que más duele al PRI nuestros acuerdos de alianza electoral, las candidaturas -más que biografías identificadas con los partidos aliancistas-, son liderazgos externos que reconocen nuestros partidos, esto es, se trata de luchas sociales que encabezan hombres y mujeres nacidos de la organización social. Es el caso de Xochitl Gálvez y Gabino Cué.
Con este último ya fuimos hace seis años en coalición: aquella elección arrojó resultados muy reñidos: 488,002 votos por nuestra coalición, frente a 522,797 del PRI, que fue también en coalición, y en la que se anularon 43,972. Más que la diferencia del resultado entre una y otra. 34,795.
Por esto mismo, no dejemos de lado que las alianzas fueron, sobre todo, impulsos de la militancia panista en los Estados que con enorme sensibilidad, cuidado y sentido de la estrategia supo recoger nuestro Jefe Nacional y el Comité Ejecutivo Nacional.
Las diferencias ideológicas entre los partidos aliados seguirán pero el problema actual son las condiciones políticas necesarias para que los partidos ofrezcan sus plataformas y candidatos y puedan competir en igualdad de condiciones.
El dilema es moral o entregamos la plaza sumisa y resignadamente o seguimos en la brega que nos mostraron los fundadores. O seguimos continuando como dijese aquel humilde convencionista hace años. O somos fieles a ese viejo impulso o le pavimentamos el camino al monstruo restaurador. Recordemos la distinción exacta que González Luna hizo entre la opción moral y la mecánica de la opción.
Traigo al recuerdo el memorable encuentro que en el Parque Lerdo de la ciudad de Chihuahua se dio en 1986, entre el Ingeniero Heberto Castillo y Luis H. Álvarez, cuando aquel le pidió a don Luis abandonar el ayuno que vivían y emprender juntos la lucha por la democracia. O el reclamo que hicieran Clouthier, Cárdenas e Ibarra al entonces Secretario de Gobernación en 1988.
En esta polémica por las alianzas hemos visto con pesar la renuncia de Fernando Gomez Mont. Amigo admirable y entrañable, compañero de batallas, hombre de estado con una preclara inteligencia y un poder de debate notable. Político valiente y bragado que da lustre a la Secretaría de Gobernación. Sin embargo, no puedo estar de acuerdo con la forma en que resolvió sus diferendos con el Partido. Pero menos podría estar de acuerdo, en que bajo el concepto de la gobernabilidad democrática, se pueda comprometer el futuro del partido, en ámbitos que no sólo le son propios, sino de competencia exclusiva.
En el momento actual es fundamental reconocer que la sensatez es propia de un gobierno responsable y la rebeldía propia de un partido que se ha curtido en la adversidad. Abramos canales de comunicación entre ambos, apoyemos al Presidente y mantengamos firme el ideario que nos congrega. La armonía de la síntesis que en la acción política deben ser gobierno y partido, es el oficio político. En tanto César Nava como Fernando Gómez Mont, son políticos que sabrán estar a la altura del complejo momento que vivimos.
He dicho que no temamos enfrentar al PRI, nuestro adversario desde hace más de setenta años. Enfrentemos, sobre todo a ese virus modificado que son los caciques del presente.
POSDATA.- Gracias a la abstención de la mayoría de los diputados locales del PAN, al voto en contra del Diputado Humberto Olivas Caraveo (PAN), y al de Víctor Quintana (PRD), en el Congreso del Estado de Chihuahua, se ha evitado el traslado de poderes a Ciudad Juárez.
Esa medida, surgida de la voracidad electoral con la que Reyes Baeza medra y saca raja política de la tragedia de los fronterizos, además de demagógica y absurda, le hubiera costado cuantiosos recursos al erario estatal. Es de felicitar al grupo parlamentario del PAN por esa consistencia que habría resultado redonda si todos hubieran votado en contra.
No puede haber titubeos para enfrentar esa visión chata con la que se empeña en concluir su mandato el Gobernador de Chihuahua. Por ello, he confirmado también mi convicción de que Pablo Cuarón Galindo debiera ser el candidato del PAN a la gubernatura; sin medias tintas, ni cálculos políticos baratos, el juarense no vaciló en oponerse a la medida con todas sus letras.

 

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