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DE ECHEVERRÍA A CALDERÓN
Ricardo Morales Pinal

He leído con interés, como siempre hago con los escritos de mi muy estimado Asael Sepúlveda, el publicado el 12 de febrero en 15diario. Adelanto que no tienen mis comentarios ningún afán de polemizar, ni mucho menos de confrontar, aunque sí de precisar algunas cuestiones que tienen que ver con la verdad histórica (aunque hay quien considera que ésta es inexistente) de un periodo que, en palabras de Margarito Cuéllar, escritas a propósito de mi novela Un poco nada más, es  “una etapa que ha quedado en la historia como una brasa ardiente que nadie quiere pisar: la guerrilla en Monterrey. Y si todos le sacan la vuelta es porque todavía quema”.
Señala Asael, en su denso párrafo (denso por las implicaciones de carácter histórico, político y social) lo siguiente: “De manera impensada, Felipe Calderón quedó hermanado ayer con Luis Echeverría. En efecto, en 1973, -continúa Asael- Luis Echeverría se vio obligado a viajar a Monterrey para asistir al sepelio de don Eugenio Garza Sada. El lenguaraz Presidente tuvo que aguantar sin chistar el regaño público que le recetó el regiomontano Ricardo Margáin Zozaya por su negligente actuación. Ayer, le tocó a Felipe Calderón probar la misma medicina, administrada por Luis (sic) María Dávila, madre de familia de Chihuahua, quien le dijo, sin rodeos, que no era bienvenido a una tierra en donde se le reclaman menos discursos y más acción.”
1.- Históricamente: En 1973 México vivía bajo el régimen de un partido de estado el cual, por definición, era hegemónico; impensable entonces imaginar una alternancia en el gobierno y sí una realidad evidente: la presencia de un  capitalismo monopólico apuntalado precisamente desde las más altas esferas gubernamentales; el presidente de la república hasta entonces era un siervo fiel de los grupos económicos monopólicos, uno de cuyos máximos representantes era Don Eugenio Garza Sada. Este último cayó abatido por un comando guerrillero de la LC 23 de septiembre, en un intento de secuestro fallido. Ante estos acontecimientos, los grupos empresariales reclamaron con energía al presidente Luis Echeverría su ineficacia en el combate a los grupos guerrilleros. Sólo al paso del tiempo quedaría en claro que esa ineficacia no habría sido más que parte de una estrategia para justificar los excesos de las fuerzas represivas gubernamentales encabezadas por la Dirección Federal de Seguridad, comandada por personajes de negro historial como Miguel Nazar Haro. Los reclamos de Ricardo Margáin durante los funerales de Don Eugenio expresaban el descontento de la clase empresarial ante la ineficacia del gobierno para garantizar la “paz social” que consideraban necesaria para la atracción de capitales nacionales y extranjeros para la inversión; además de las implicaciones de carácter ideológico y político que significaba la presencia de grupos críticos extremistas en el escenario nacional; y las pretensiones de la LC 23 de septiembre tenían esa intención: aglutinar a todos los grupos guerrilleros dispersos en el país en una sola organización nacional. Y los grupos empresariales interpretaban que las intenciones de LEA eran precisamente dejar actuar a los grupos guerrilleros para utilizarlos como un factor de presión, sólo que con la muerte de Don Eugenio en las circunstancias ya conocidas reveló como intolerable y torpe la estrategia seguida por el gobierno federal, de ahí el airado reclamo de Ricardo Margáin.
En el año de 2010 (37 años después), una ciudad de la frontera norte del país sufre el embate de grupos delincuenciales ligados a los cárteles del narcotráfico- protegidos por el propio gobierno federal- que en su locura narcótica arrasaron con un grupo de jóvenes estudiantes que se divertían en una reunión propia de su edad. El presidente de la república en turno, ligado a los mismos grupos de poder económico aunque en circunstancias distintas a las de 1973 (es decir, hoy no se cuenta con un partido de estado, el carácter del capital aunque esencialmente sea el mismo, las circunstancias del ejercicio de su poder enfrenta nuevas reglas de competencia a nivel nacional e internacional) tiene que enfrentar no a los voceros del poder económico, sino a los padres de las víctimas masacradas precisamente por haber sido un lenguaraz que se atrevió a etiquetar a las víctimas de manera irresponsable desde un foro internacional.
2.- Políticamente: El párrafo “en comento”, visto en su brevedad, implica un mismo tipo de  gobierno (el gobierno de Echeverría y el de Calderón serían lo mismo) y un mismo tipo de grupos delincuenciales (La LC 23 de septiembre y los cárteles de la droga serían lo mismo), lo que me parece una consideración verdaderamente injusta para toda una generación de jóvenes combatientes que entregaron su vida porque en el país se estableciera la democracia y la justicia, anhelo en el que siguen empeñados millones de mexicanos para quienes una sociedad mejor sigue siendo posible; y desde mi punto de vista merecen un mayor rigor al hacer referencia a ellos y no merecen referencias oblicuas como la que se desliza en el escrito que comento al grado de equipararlos con grupos delincuenciales (la misma etiqueta que, por cierto, utilizaron por años los voceros del gobierno y que sólo la acción incansable de Doña Rosario hizo posible reivindicarlos como luchadores sociales).
3.- Socialmente: ¿Cómo comparar el discurso interesado de un personaje –Ricardo Margáin - que siempre vivió bajo el amparo del poder, ideológicamente identificado con el mismo y para quienes el pueblo-pueblo en condiciones de pobreza solamente será la condición de su reproducción como clase privilegiada enriquecida justamente al amparo del poder, cómo compararlo digo con el discurso auténtico de una madre adolorida por la pérdida absurda de sus dos hijos en un evento que solamente refleja la inutilidad del ejercicio gubernamental en su guerra privada contra el narcotráfico?.
Por cierto que decenas y decenas de madres y jóvenes esposas tuvieron que llorar la pérdida de sus hijos durante el periodo conocido históricamente como “la guerra sucia”, a manos de los esbirros del gobierno cuyo refinamiento en los  métodos y las  “técnicas” de tortura física y sicológica  hacen palidecer a las utilizadas hoy por los narcotraficantes en las “narco ejecuciones”.
La verdad quiero pensar que el “Repique” de Asael en esta ocasión tuvo solamente un desliz.

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