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27 de abril de 2010
15diario.com  


 

¿Y los empresarios?

Samuel Schmidt

 

La condición ruinosa en la que se encuentra México se debe a la pobreza y miopía de sus elites; no su pobreza económica, sino la cortedad de miras y de visiones colectivas de largo alcance.

 

Tendemos a culpar a los políticos de todos nuestros males y en verdad, que posiblemente llevan una mayor responsabilidad, pero no podemos eximir a los empresarios, líderes obreros, campesinos y otros. El país y posiblemente una buena parte del mundo está envuelto en una búsqueda egoísta, en la aspiración de acumular grandes riquezas muy rápido sin prestarle atención a cuestiones éticas e intentando que alguien más cargue con las consecuencias negativas de tal manera de actuar. En México se habla de empresas pobres y empresarios ricos, se concluyó que el salario era una fuente inflacionaria, se afectó el salario, se recargó el costo de la crisis sobre la espalda de los obreros y llegamos a la situación en la que un obrero que trabaja jornadas de tiempo completo se encuentra bajo la línea de miseria; hay empresarios que esperan que complemente su salario con otro empleo; el obrero se embarca en una agresión pasiva: falta con frecuencia, roba y se convierte en poco predecible y de quien no se puede depender. ¿Qué llegó antes el huevo o la gallina? La pregunta es ociosa porque se requiere romper el círculo vicioso, inhibido por el egoísmo y la complicidad, porque tal rompimiento implica afectar intereses primordiales.

 

México es un caso de libro de texto sobre como un país profundamente rico es inviable en lo colectivo y como el egoísmo corroe las mejores energías. La caída de la competitividad de México en el mundo se debe a la corrupción, y al abuso de ciertos empresarios. Un ejemplo es quien pelea el primer lugar mundial de riqueza, Carlos Slim (que muchos sugieren es prestanombres de otro Carlos muy poderoso), logró elevar su fortuna gracias al apoyo del gobierno, pero no le ha retribuido a la nación sino que hoy tenemos el servicio telefónico más caro del mundo y él exige más concesiones. Tampoco ha destinado una porción mayor de su fortuna a invertirla en el país, en cambio anda de compras por el mundo. Algo similar sucede con CEMEX que sostiene una agresiva política monopólica, que es ilegal, y vende cemento de baja calidad en el país para exportar el de buena calidad. Y para muchos es un modelo de eficacia empresarial.

 

Hay empresarios que exigen hacer con su dinero lo que les venga en gana, y en un régimen democrático la exigencia sería legítima, pero esos empresarios exigen subsidios, salvamentos, protecciones para luego llevarse el dinero del país.

 

Durante el sexenio de Echeverría en un solo año huyó del país una cantidad superior a la deuda externa total y cuando Zedillo intentó corregir los desequilibrios legados por Salinas, los banqueros se apresuraron a fugar dólares del país en una cantidad que terminó por derrumbar la economía, propiciando una crisis mayúscula y el gobierno los salvó con un costo gigantesco para el país, del que luego se beneficiaron políticos como Martha Sahagún y sus hijos. Si quieren libertad que no exijan rescates gubernamentales, como sucedió con la industria azucarera, con los programas carreteros y con las empresas quebradas que el gobierno absorbía para proteger al empleo -mal pagado- y salvar la incompetencia empresarial.

 

Marx tenía razón en el sentido que el capital no tiene nacionalidad, pero el mexicano parece apátrida y carecer de árbol genealógico. Estamos de acuerdo en el principio de la libertad para el dinero y su falta de nacionalismo, siempre y cuando se cancele la dependencia gubernamental, se acostumbraron a la protección y reclaman cuando ésta desaparece. Hemos llegado a la paradoja de usar dinero mexicano para beneficiar a otras economías del mundo: es notorio el caso de la frontera con Estados Unidos donde el precio de los bienes raíces en Estados Unidos no se cae gracias al dinero mexicano; un gobernador de Nuevo León se refirió a South Padre Island, Nuevo León.

 

Las generalizaciones son injustas. Hay ejemplos de grandes casos exitosos de empresas mexicanas gigantescas, pero la mayoría del empleo y el sostén de la economía está en la pequeña y mediana empresa y habría que preguntar si el juego esta nivelado y si esos gigantes le retribuyen al país.

 

Los empresarios carecen de solidaridad para generar ciencia y tecnología y apoyo a la educación, México es un país de filantropía raquítica. Algunos empresarios ejercen un peso excesivo que ha llevado al sistema político a extremos muy peligrosos para la armonía pública, como hizo el dueño de Bimbo. Esto es tema de otro artículo.

 

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