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9 de agosto de 2010
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Son los bosques

Samuel Schmidt

 

Al parecer una de las claves de la viabilidad de las sociedades son los bosques. Son una fuente de oxígeno, frenan la erosión del suelo, proveen de frutos, sombra, material de construcción y combustión y hasta belleza visual para alimentar el romanticismo.

 

Muchas sociedades derriban los bosques justamente para satisfacer necesidades de construcción y combustión y también para abrir espacio para la agricultura; nadie sugiere un nuevo fundamentalismo sobre los árboles evitando tirarlos para usarlos, pero sí hacerlo con inteligencia, para no diezmar los bosques. Muchos pueblos, como los japoneses, entendieron perfectamente que el cuidado de los bosques los hace útiles, y cuidando los equilibrios se saca mejor provecho de la naturaleza.

 

Históricamente uno encuentra ejemplos de sociedades que no aplicaron las enseñanzas del conocimiento que tenían, presionaron al medio ambiente hasta que desaparecieron, como por ejemplo los mayas, y otras que dándose cuenta que de seguir en la dirección de la depredación insensata y egoísta les costaría la subsistencia colectiva, tomaron las decisiones pertinentes y corrigieron las fallas. De nuevo, es el caso de Japón, que al ver el impacto negativo del deterioro de los bosques para su existencia decidieron corregir; así, en el plazo de dos siglos revirtieron el daño y hoy son un país robusto.

 

Cuando un pueblo puede asumir una dirección específica y mantenerla por un largo plazo, es porque son capaces de emprender grandes acciones que los proyectan hacia grandes alturas.

 

En México hace mucho que se sabe el nivel de deterioro de los bosques y seguramente en muchas zonas se ha alcanzado una erosión de los suelos que hace inviable la agricultura, además de poner en peligro a la naturaleza en general. El deterioro de los bosques en el Estado de México afecta a la mariposa monarca generando un fuerte impacto hasta Canadá.

 

Habría que preguntar si por ejemplo los problemas severos de desaparición de abejas de hace unos años se debió al deterioro de los bosques, aunque algunos políticos mexicanos decían que en México el problema no era severo, como ningún problema merece atención fundamental.

 

El nivel de depredación de los bosques en México parece no frenarse por diversos motivos:

 

1. Hay gente que limpia claros para poder usar el espacio para la agricultura. Los cultivos han sido ineficientes y con poco sustento científico y la tierra está agotada, así que la expansión parece ser lo más sensato.

2.  Hay gente que sigue usando a los bosques para sacar leña y se rehúsan a buscar nuevos métodos para calentarse y cocinar.

3. El método de depredación de las compañías madereras –algunas propiedad de políticos- sigue en boga y aun en las zonas de veda, la tala inmoderada e ilegal continua.

 

¿Por qué los métodos de conservación y rehabilitación no son efectivos en México?, ¿acaso la silvicultura mexicana es peor que en otros países? La respuesta está en las prácticas tradicionales de la administración pública y el gobierno en México: aquí domina el egoísmo individual, el rechazó a la visión colectiva de la solución de problemas y por supuesto la corrupción.

 

Es una verdad de Perogrullo decir que ahí donde domina la corrupción se impone el manejo de intereses facciosos y la lógica delincuencial, donde los funcionarios públicos operan con una mente de crimen organizado, la complicidad suple a la lealtad nacional.

 

Ahí donde impera la corrupción las instituciones se debilitan y se ocultan los grandes propósitos nacionales. En un país asolado por funcionarios públicos que buscan llenar sus bolsillos antes que cumplir con las ofertas políticas que hicieron ellos o sus partidos, no tiene ningún sentido hablar de interés general, bienestar del pueblo, o la grandeza de la patria. Esas son frases para discursos políticos que no tienen ninguna implicación práctica para la existencia cotidiana.

 

En un país donde la primera lealtad es hacia el protector político, o la ambición de dinero, poco sentido tiene hablar de futuro colectivo.

 

México se enfrenta a un campo abandonado porque en lugar de alimento da lástima, a una erosión de los suelos que costará más de un siglo revertir y careciendo de un liderazgo creíble y confiable, será difícil articular políticas de largo alcance que lo reconviertan en la promesa de riqueza natural que fue hace solamente un siglo.

 

Cuando se le termine a México el petróleo, pocos serán los recursos para salvar a los mexicanos de la hambruna, a no ser por supuesto que continúe la migración masiva, pero ahí estarán los racistas en Estados Unidos para asegurarse que esto no suceda.

 

La solución está en salvar a los bosques, pero ese propósito parece estar muy lejos de los que están depredando al país.

 

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