A true love story
Gerson Gómez

Lo acompañó hasta las puertas del mismísimo infierno. A la salida de su hogar, rumbo al reclusorio oriente. Ya lo esperaban.

Pierde cuidado, para cuando salgas te estaremos esperando. Abrazo fuerte, eterno. Suspiro profundo.

Arrancado de los brazos, escoltado, con las esposas bien puestas, ajustadas.
Por favor me les suelta un poco, pidió. Me están cortando la circulación de la sangre. Están poniéndose moradas.

Sí Profe, no se preocupe, es por su seguridad, le dijeron, cuando lo subieron a la camioneta con los vidrios polarizados.

Pocas cosas le molestaban. Que lo consideraran deshonesto e inmoral. Eso no lo toleró nunca. Ni que se lo mencionaran o lo insinuaran siquiera.

Es ejemplo de sus hijas, ya adolescentes. Invisibles a los medios. Apartadas de toda la vida política pública.

Al Profe poco le duele la burla permanente de los amigos, vecinos, compañeros y parientes. Destazado por los enemigos naturales.

Caído en desgracia. La orfandad que no es idioma sino desprecio.

Del partido al que pertenece le hicieron perdediza su solicitud de afiliación. Declararon suspendidos sus derechos y hasta moralmente lo inhabilitaron para participar en cualquier puesto de elección popular.

Lo declararon indeseable. Cortaron de tajo todas sus relaciones.

Dos años duro su estancia, entre declarado formalmente preso, los amparos, el ofrecimiento de pruebas, las confesionales, todo el proceso, hasta el momento de su absolución por falta de elementos para consignarlo.

Regresó a la palestra nacional, de una manera vedada. Fundó su movimiento nacional por la recuperación personal.

Mientras, su pareja callada, como lo hizo durante esa época, sabiendo que la venganza es una receta que se cocina a fuego lento, despacito.

Su clímax fue en la reunión nacional, en el Gimnasio Juan de la Barrera. Más de 10 mil personas aplaudieron su regreso.

Esa noche, mientras eufóricos celebraban la cena en casa, ella se acercó. Lo beso en el oído.

Siempre supe, Profe, que ibas a volver.

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