683
6 Diciembre 2010
15l
 


 

Compartir |

La década panista
Víctor Orozco

Junto con el cuarto aniversario del gobierno de Felipe Calderón, se cumplió una década de gobiernos panistas en el poder ejecutivo federal. Es un tiempo más que suficiente para saber si la conclusión del régimen anterior representó algún cambio de relevancia.

Sobre todo durante los últimos sexenios de su reinado, al del PRI se le hicieron recurrentemente al menos los siguientes cargos (todos fundados): instrumentó un modelo económico que favoreció a unos cuantos y perjudicó a la mayoría, propició la edificación de un régimen altamente corrupto, instituyó una especie de presidente-monarca avasallador de los otros poderes constitucionales, fue antidemocrático, generador de gigantescas fortunas personales derivadas del ejercicio del poder o bajo la complicidad de quienes lo detentaban, manipulador de las organizaciones obreras, demagógico, represivo, alimentador de cortesanías y clientelismo, proclive a la inclinación ante el imperio norteamericano. ¿En dónde se cambio? Veamos:

-        En el ámbito de la política económica no se advierte ninguna mutación. Ambos gobiernos blanquiazules, se limitaron a pisar en las huellas de sus antecesores priístas. Concesiones jurídicas y meta legales a los grandes capitales, nacionales o extranjeros, contención a los salarios, uso de los ingresos petroleros para financiar el gasto corriente, promoción de islas de altos consumidores y contracción del mercado interno, aliento a la formación de colosales fortunas privadas. En contraste, según el último informe de la Comisión Económica para América Latina, México es un acaparador de nuevos pobres, por encima de cualquier otro en la región. Todo ello existía ya en los tiempos de Salinas y Zedillo.

-        En el de la política sindical, tampoco se advierte transformación alguna. Hace poco Miguel Ángel Granados Chapa informaba de la riqueza propia de un potentado que ostenta el líder del otrora poderoso sindicato de ferrocarrileros hoy extinto debido al desmantelamiento del sistema ferroviario. La casta que lo dirigía, sin embargo, sobrevivió al desastre y a la afamada transición. Ni que decir de las raleas que usufructúan a la CTM, a las organizaciones de los petroleros, de electricistas, de los maestros, convertida esta última en uno de los más fuertes aliados de los gobiernos panistas.

-        Hay modificaciones en la relación que guarda el presidente de la República con los poderes legislativo y judicial, así como con los gobernadores y cabildos municipales. Las antiguas subordinaciones comenzaron a desaparecer desde 1997, cuando el PRI perdió la hegemonía en el Congreso federal a raíz de la reforma electoral del año anterior. La mutación, con ser positiva en sí, ha derivado en un viciado sistema de alianzas y complicidades entre las camarillas de los partidos, que viven y se reproducen como plagas, dando lugar a una clase política parásita y opulenta, hasta donde se tiene conocimiento, la mejor pagada y más numerosa del mundo. También, a mandatarios estatales que se comportan a la manera de caciques regionales, con poderes casi irrestrictos para disponer de los fondos públicos y en un ambiente de irresponsabilidad legal, durante y después de su administración.

-        La escuela democrática de la que tanto presumía el PAN y que arrancaba de las primeras enseñanzas debidas a Manuel Gómez Morín, terminó por naufragar en el cinismo de Vicente Fox, quien apenas hace una semana se ufanó muy orondo que en las elecciones de 2006, “había cargado los dados hasta donde pudo” para evitar que asumiera la presidencia López Obrador. ¡Ah, si el fundador del PAN pudiera contemplar el engendro en el que acabaron sus proclamas contra las elecciones manipuladas y fraudulentas!
El tráfico de influencias, el contratismo, las compras arregladas, que sirvieron para producir “comaladas de millonarios” en el régimen del PRI, como decía don Daniel Cossío Villegas, siguieron tan frondosos como antes. Uno de los héroes panistas, Juan Camilo Mouriño, podía desempeñarse a la vez como príncipe y como gerente, regresando hasta los tiempos del porfirismo. Lo mismo que los hermanos Sahagún. ¿Pues que, habremos de resignarnos a padecer por siempre a los funcionarios deshonestos que ya denunciaba hace cuatro siglos Miguel de Cervantes? Su ingenio, ponía en la boca de la pícara Gitanilla este actualísimo y vigente consejo a un comisionado real: “Coheche vuesa merced, señor tiniente; coheche y tendrá dineros, y no haga usos nuevos, que morirá de hambre. Mire, señora: por ahí he oído decir (y, aunque moza, entiendo que no son buenos dichos) que de los oficios se ha de sacar dineros para pagar las condenaciones de las residencias y para pretender otros cargos”.

La verdad es que si se siguen contando paso por paso cada uno de los rubros o grandes temas sociales o políticos en el México contemporáneo, no se encontrarán cambios, ni mayores ni menores, entre el régimen panista y el priísta. No es lo que esperaba, ni aquello que le ha convenido al país, el cual se habría visto beneficiado si las prédicas de honestidad y respeto a la voluntad popular difundidas por los voceros panistas durante décadas, se hubieran sostenido en los hechos, a la hora de convertirlas en políticas públicas. Desde el poder, el PAN podía haber hecho contribuciones sustanciales a mejorar y sanear nuestra vida pública. Lejos de ello, su práctica como partido gobernante la enturbió y ensució en mayor grado de lo que estaba antes del año dos mil. El daño causado es enorme y del mismo se han resentido todos los ciudadanos, pero de manera directa e inmediata aquellos que confiaban y creían en las palabras y propuestas del PAN. Con vistas a los resultados diez años después ¿Tiene algún sentido para estos desencantados preferir la boleta blanquiazul a la tricolor?. ¿Acaso podrá ser diferente un gobierno de Peña Nieto o Beltrones a uno de Creel o Cordero, para mencionar a los mencionables?

Podría pensarse que una discrepancia estribaría en que el PAN ha buscado colocar a la alta jerarquía católica en la función de árbitro todopoderoso de la política nacional, si nos atenemos a los desplantes de clericalismo y mocherías que hacen algunos de sus gobernadores o el mismo presidente. Pero no, para los adalides priístas, igual el republicanismo juarista, con el que navegaba su partido hace unas décadas, termina allí donde empiezan los arreglos y los intercambios de influencias, ceremonias y dineros con los obispos. Así que tampoco en este terreno habría divergencias.

La década panista ha matado en los adherentes al PAN hasta las utopías, que como todas, eran generosas e inalcanzables y por ello, siempre estaban dispuestas como faros para guiar a quienes las seguían. ¿Qué podrá ofrecer este partido en los sucesivo? ¿Democracia? Tal vez, después de la impostura foxista, en el limitado espacio de elecciones secundarias y reducida al ejercicio de contar mejor los votos recibidos por candidatos intercambiables y por tanto con diferencias irrelevantes. ¿Paz social? Ello suena a burla en medio de la catástrofe actual. ¿Honestidad, combate a la corrupción? ¿Con su joven dirigente enredado en galimatías por no saber explicar el origen de su riqueza? ¿Con sus despachos de abogados litigantes que tienen en una mano al cliente y en la otra a la autoridad encargada de resolver? Nada, al PAN no le restan ya sino banderas descoloridas y discursos vacuos. Con ellos es imposible romper el caparazón de la desconfianza y el rechazo que se formó en millones “de almas” como se decía en su antigua retórica. 

Con lo que llevamos visto de esta década, es una estafa la prevención que hace Felipe Calderón sobre el peligro que regrese lo antiguo y que tan acres respuestas le mereció por parte del PRI. El presidente de la república sabe muy bien que lo más negativo del pasado nunca se fue porque lacras y vicios encontraron nuevos portadores en los jóvenes “yuppies” del PAN, o en muchos de sus miembros que pronto le tomaron sabor a las mieles del poder y se aposentaron allí donde manaban.

El rescate, como ha sucedido en otros momentos de frustración nacional, vendrá de diversas fuentes. Ante el vaciamiento de ideales y grandes proyectos que padecen los partidos hoy en día, no debería extrañarnos la emergencia de una poderosa coalición en la cual confluyan panistas, priístas, izquierdistas de varias matrices y ciudadanos independientes, que recuperen viejas aspiraciones y conduzcan al país entre otros cauces, por el de la democracia y la honestidad, divisas que fueron tan caras a varias generaciones de seguidores del blanquiazul.

 

 

¿Desea dar su opinión?

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

eduind

 

p81