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29 Diciembre 2010
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Corea nuclear
Hugo L. del Río

China decidirá si hay paz o guerra en Corea…y en el resto del planeta.

Parece que, por el momento, Beijing se inclina por la paz, aunque pudiera estarse preparando para la guerra.

Corea del Norte sólo tiene un aliado en todo este mundo que es ancho, pero también ajeno: China.

El poderío militar de la dinastía real de los gobernantes norcoreanos – Kim Jong-il heredó el poder de su padre Kim Il-sung y se prepara para entregarlo a su hijo Kim Jong-un— es más impresionante que la máquina bélica de Saddam Hussein:

Un millón 127 mil soldados en servicio activo; cuatro millones 700 mil reservistas; tres millones 800 mil campesinos en la Guardia Roja; tres mil 400 tanques de diversos modelos; entre mil 200 y mil 500 aviones, incluidos algunos escuadrones del Mig-25; unos 500 misiles de mediano y corto alcance; tres fragatas, 70 submarinos, 200 torpederos, 43 naves lanzamisiles, etc.

Las dos Coreas son los países más militarizados del mundo. El Sur no va a la zaga del Norte y se apoya, además, en su vigoroso aliado: Estados Unidos.

Pero, ¿será efectiva la estructura militar del Norte? China suministra a Norcorea el 90 por ciento de la gasolina y un tonelaje no precisado de alimentos.

Pyongyang, la capital, es el escaparate de lo que fue una potencia media. Viven allí tres de los 24 millones de norcoreanos. No es fácil obtener el permiso de residencia. Es una ciudad de privilegio.

Pero aún así los cortes de luz son frecuentes y el kilo de arroz, racionado además, se vende en diez dólares. Los civiles pierden peso y estatura en cada generación y, sobre todo en las provincias del norte, es común ver a niños pidiendo y a adultos en busca de comida en los tiraderos de basura.

Claro: las cosas estuvieron peor. Entre 1995 y 1998 murieron de inanición y enfermedades entre 600 mil y un millón de norcoreanos.
 
Sólo el personal militar y los caciques del partido están bien alimentados. Quizás la población no podría, aunque quisiera, apoyar a su gobierno cuasi monárquico, en caso de guerra.

Según The Economist, el 23 por ciento de los hombres y el 37 por ciento de las mujeres sufren hambre.

El problema es que los Kim tienen el arma atómica. Ya hicieron dos detonaciones nucleares y se tiene entendido que la planta de Yöngbyön (39 grados 48 minutos Norte; 125 grados, 48 minutos Este) fabricó otros tres artefactos y dispone de materiales para poner a punto doce más.

Por lo pronto, podrían destruir al Sur.

Pero las cosas no son tan simples. Dios creó a la península en un momento de mal humor. Corea tiene tres vecinos de poder y ambición: China, Rusia y Japón. Los coreanos, tanto del Sur como del Norte, tienen que hacer juegos muy sutiles para sobrevivir.

Rusia y Japón ahora se alinean con Washington. Faltaba más.

Así, a pesar de uno que otro cañoneo –el Sur aprovechó políticamente cada gota de sangre de sus cuatro muertos en el incidente del 23 de noviembre ocurrido en la disputada isla de Yeonpyeong, pero nadie dijo nada acerca de los cinco marinos norcoreanos que en el mismo episodio pasaron a reunirse con sus honorables antepasados— Seúl y Pyongyang hacen productivos negocios.

El halconesco diario norcoreano Rodong Sinmun  no se limita a denunciar las provocaciones –sí, lo son: el Presidente del Sur Lee Myung-bak y el almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor Interarmas de la Unión Americana redoblan los tambores de guerra--. También advierte que la paciencia de Pyongyang “tiene un límite”.

Pero la prosaica verdad es que en buena medida el Norte depende del Sur. En la ciudad fronteriza de Gaeseng, en territorio norcoreano, con dólares del Sur operan unas 800 fábricas que emplean a cosa de 40 mil norcoreanos y producen bienes por valor de mil millones de dólares al mes.

A China no le conviene animar a su, digamos, ahijado. Bastante complicadas son sus relaciones financieras con Estados Unidos, al grado que Hillary Clinton llama a China “nuestro banquero”.

Y como el dinero crea alianzas políticas y militares, la próxima semana el secretario norteamericano de Defensa, Robert Gates, visitará Beijing.

No, de momento a nadie le conviene la guerra. Pero eso tampoco es una garantía. En los años de tensión hubo oficiales tanto soviéticos como norteamericanos que enloquecieron en los silos atómicos y pretendieron oprimir los famosos botones. No pudieron por dos razones:

Las medidas de seguridad eran severas y efectivas. Y, además, la policía militar de aquí y allá mató a los pobres orates.

Quizá Norcorea está vendiendo, en relativo secreto, materiales y tecnología nucleares a Irán y Siria. Lo cual confirmará que Haifa no está tan lejos de Pyongyang.

Tampoco es larga la distancia entre México y la península coreana.

La guerra fría no terminó. Simplemente ahora son otros los adversarios enfrentados en el tablero donde los peones son pueblos.

 

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