HORIZONTE CIUDADANO
Nuestra América, Día de la Hispanidad
Rosa Esther Beltrán Enríquez
Buen día, América. América, muchacha.
Facundo Cabral
Saltillo.- ¿Cómo conmemorar el 12 de octubre? Esta fecha nos obliga a interrogar sus múltiples significados, ambivalentes, contradictorios, sanguinarios y nuestra relación con ellos.
Lo sabemos, se trata de una fecha decisiva en la historia de Europa y de los pueblos autóctonos de este territorio. El encuentro sangriento de civilizaciones que se desconocían; de entonces en adelante nuestros destinos quedarían irrenunciablemente unidos. A unos –los europeos- los salvó de la hambruna y los condujo a transformarse en un poder mundial nunca visto. En cambio, para los habitantes milenarios de nuestras tierras, fue la mayor de las tragedias. Pero… ¿y para nosotros, americanos actuales?
Para nosotros, “indoamericanos latinoamericanos”, el acontecimiento que se conmemora hoy es a la vez una herida histórica horrenda, y nuestra fecha de nacimiento como seres humanos históricos. Esta fecha marca el comienzo de la “modernidad”, del capitalismo y de la expansión planetaria de la civilización mediterránea, no pacífica, no armoniosa; injusta, destructiva, pero irrebatible. Entonces, ¿cómo conmemorarlo?
No desde la visión de los vencedores, guerrera y racista, eurocéntrica. No mediante la reproducción de la dominación simbólica y del desprecio por las culturas y los pueblos autóctonos, “la negrada” o “la indiada”, como única lógica posible y legítima.
Los actuales pueblos aborígenes muestran que existe otra historia; sí, la que ellos pueden y quieren contar, y que trae sus propias tradiciones culturales, sociales, artísticas y productivas. Diferentes a las de raíz europea; de miles de años, cuyos cauces siguen vivos como la mayor parte de las lenguas originarias (el nahuatl, el guaraní, el ye-kuana, el mapuche, el quechua, el aymara).
Por eso los americanos autóctonos heredan la cultura de los que fueron alguna vez, a lo largo de aquel bárbaro primer encuentro, sometidos y despojados. En eso consiste a la vez su grandeza y su drama, su fortaleza y su debilidad, su orgullo y su dominación simbólica.
Los americanos descendientes de europeos heredan la cultura de los dominadores y tiranos. Y en eso consiste la visión de los vencidos, su orgullo y su fortaleza, pero también su tragedia, su vergüenza y su debilidad.
Quizá, cuando usted esté leyendo estas líneas, en Washington, D. C. el equipo de Frontera con Justicia, compuesto por 60 personas entre voluntarios y colaboradores de tiempo completo, más bienhechores y encabezado por el padre Pedro Pantoja, estará recibiendo el Premio Internacional de Derechos Humanos, Letelier-Moffitt del Institute for Policy Studies (IPS) por el trabajo de defensa integral de Derechos Humanos de las personas migrantes centroamericanas indocumentadas en tránsito por México.
El Premio se concede desde 1977 para reconocer el trabajo realizado por organizaciones que se dedican a la defensa y promoción de los derechos humanos y honrar así la vida de Orlando Letelier y Ronni Karpen Moffitt, quienes fueron asesinados en 1976 por agentes del dictador Augusto Pinochet en Washington.
Cada año la celebración de entrega de estos premios reúne a la comunidad de derechos humanos en la capital de Estados Unidos y sólo ha sido otorgado a dos equipos mexicanos, al Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de la Casas, de Chiapas en 1993, y ahora a la Casa del Migrante de Saltillo en Coahuila.
Frontera con Justicia exige que el legislativo se apresure a elevar a rango de ley el inoperante mecanismo de protección para defensores que la SEGOB se comprometió a impulsar, así como eliminar el visado para las y los transmigrantes, asimismo demandan atención integral a las y los migrantes víctimas del delito, exhortan a la refundación del Instituto Nacional de Migración e invitan al Comisionado, Salvador Beltrán del Río a que asuma su labor y deje de perderse en el regateo absurdo de las cifras de personas secuestradas y que los Fiscales de los Estados y Procuradores garanticen justicia a las denuncia expuestas por los y las migrantes y por sus defensores y defensoras y que se elimine de la privación a libertad de las personas sin documentos migratorios como primer recurso administrativo.
Seguramente el Premio Internacional de Derechos Humanos Letelier-Moffitt da fuerza y ánimo a estas organizaciones para luchar por la vida, teniendo la firme certeza que con ella llegaremos a vivir en un mundo más justo para todos y todas.
Tan legítima es la defensa de los migrantes que la Organización Col-Lectiu Ronda, de España, dedicada al asesoramiento jurídico, laboral, económico y social, defensora de los derechos individuales y colectivos de la ciudadanía y promotora el desarrollo de modelos económicos más justos y solidarios, ha otorgado el IX premio Col-Lectiu Ronda, a Belén, Posada del Migrante, por su activo posicionamiento y denuncia de la violación de los derechos de los migrantes. Felicitaciones a Frontera con Justicia y su sólido equipo.