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905 13 Octubre 2011

¿Hora de compartir el poder?
Juan Reyes del Campillo

Ciudad de México.- Después de cierto tiempo, al fin se ha presentado en el Senado una iniciativa que busca superar las dificultades inherentes a los gobiernos divididos. El senador Manlio Fabio Beltrones, como coordinador de la fracción priista, decidió proponer la figura de Gobierno de Coalición, como el mecanismo institucional que permitiría la apertura del régimen presidencial y, con ello, propiciar un nuevo equilibrio y mayor igualdad entre los poderes de la Unión.

No obstante, al presentarse el proyecto surgió entre algunos comunicadores la idea de que lo que simplemente se proponía era una forma de repartirse el poder, un mecanismo para distribuirse posiciones entre las fuerzas políticas. Con ello, pasando por encima de las ideologías, los políticos de diferentes partidos se pondrían de acuerdo para gobernar mediante un reparto de secretarías de Estado. Lo que se buscaría sería estar dentro del presupuesto y, al margen de las convicciones políticas, conducir el gobierno de la manera más tersa posible.

En realidad, lejos de todo lo anterior, la propuesta está planteando modificar de raíz la forma de gobernar en el país. No es un cambio radical del régimen político, pero sí lo es de la manera tradicional de hacer política. Es, sin duda, una forma de acotar al presidencialismo construido en México desde los años de la revolución, en donde el titular del poder ejecutivo nombraba y removía a todos sus secretarios sin la necesidad de explicar el sentido de los cambios. La idea de un gobierno de coalición pasa por la necesidad de ratificar a los ministros en el Senado, además de acordar las políticas públicas con los miembros del congreso.  

Serán prácticamente 15 años en los que hemos tenido un gobierno sin mayoría o un gobierno de minoría, que se ha estado confrontando con el poder legislativo. Debería recordarse lo que dijo Vicente Fox cuando llegó a la presidencia, en el sentido de que el presidente propone pero el congreso dispone, pero que en los hechos nunca puso en práctica. Por ello, el gobierno federal perdió en eficacia en la medida en que ha intentado convencer a la oposición de lo justo y loable de sus propuestas, sin asumir que la anuencia opositora necesita del establecimiento de negociaciones y acuerdos entre las diversas fuerzas políticas.

Lo que la propuesta tiene detrás es la necesidad de cambiar la lógica de cómo se construyen no solamente los acuerdos políticos sino los compromisos de gobierno. Ante ello, las propuestas del ejecutivo serán sustentables si se involucra desde el principio al mayor número de legisladores posible, en el entendido de que se trataría de políticas públicas compartidas. Es una manera de compartir el poder, en donde la clave es conducir a los actores políticos a establecer alianzas estratégicas. Lo que ahora se propone es un método que busca reconstruir el entramado institucional mediante la incorporación de la pluralidad, con el fin de renovar el sistema presidencialista, fortalecerlo y hacerlo eficaz.

Algo que parece importante no perder de vista es que no se trata de una propuesta para salir del paso de manera coyuntural, mientras algún partido logra alcanzar una mayoría legislativa. La iniciativa plantea que el ejecutivo podrá optar o no por el gobierno de coalición si así le conviene a sus intereses. Pero lo que tarde o temprano sucederá es que se volverá a presentar la posibilidad de un gobierno dividido. Y lo que resulta claro es que se requiere fortalecer a las instituciones mediante un mecanismo que garantice la apertura del régimen y que le dé forma a la gobernabilidad democrática.

Es pues una reforma de largo plazo y, como se dice en la propuesta, pasar de los gobiernos divididos a los gobiernos compartidos. Otro aspecto importante es que no se busca que el ejecutivo resuelva de manera personal con algunos políticos de la oposición el reparto de posiciones, sino de que en los acuerdos se encuentren implícitos los partidos políticos. De alguna forma, se busca pavimentar el diálogo, la negociación y los compromisos políticos.

En México nunca ha dejado de estar presente la nostalgia por el presidencialismo autoritario. Es una fantasía, pero que se construye sistemáticamente en el imaginario de ciertos actores políticos. Es también una tarea cerrarle el paso y los gobiernos de coalición pueden ser un buen impedimento.

Desechar las viejas formas de hacer política en México ha sido un proceso sumamente lento y desgastante, por lo que intentar innovar en política ha sido muy difícil cuando los actores tienen intereses anclados en el pasado. Sin embargo, los tiempos políticos exigen cambios que permitan acelerar la resolución de los añejos problemas que presenta el país.


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