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944 7 Diciembre 2011

Las cucarachas
Nora Elsa Valdez

M
onterrey.-
Cada vez más tengo la impresión de que todos los puestos políticos, toda la burocracia, ha sido invadida por personas corruptas y sin valor. Como si toda la red del poder en México, fuera una red de cucarachas: los insectos más despreciables y asquerosos que conocemos.

Cada vez más ciudadanos se rebelan, se quejan y exigen a “las autoridades” que hagan justicia y pongan orden, como es su obligación, pero me parece que en estos momentos, eso es como si estuviéramos exigiendo a unas cucarachas que cumplan con los mandatos constitucionales y la legalidad: no nos entenderían y no les interesaría obedecernos. Este paradigma nos podría ayudar a pensar que quizá los que estamos mal somos nosotros, queriendo negociar con cucarachas.

Cuando tratamos con las diferentes personas en nuestra vida, los calificamos, decidimos la categoría que cada persona que conocemos ocupará para nosotros: “buena”, “mala”, “confiable”, “indeseable”, etcétera, y es como si después de eso, la pusiéramos en un cajón con esa etiqueta en nuestra vida, para después saber cómo será el trato que le vamos a dar.

Entonces, a los políticos y burócratas necesitamos sacarlos del cajón de personas sensibles, humanas y honorables, y meterlas en el cajón de las cucarachas. Creo que sería una magnífica receta para saber realmente lo que tenemos que hacer con ellos, en vez de estarles exigiendo que cumplan con su deber y esperar que alguna vez nos escuchen y tomen en cuenta nuestras exigencias.

Hace muchos años tuvimos algunos dirigentes honorables, rectos, que amaban a México y sus acciones eran admirables. Podíamos confiar en ellos por sus actos. Pero poco a poco se ha ido introduciendo en el poder la corrupción, y esto ha hecho que personas sin valores ni principios, o que los han perdido en el camino, hayan invadido los puestos de poder en el país.

Hace poco vi una entrevista, en la que un sabio anciano oriental dirigente de una escuela de Karate-do, dijo que la política debería estar en manos de los Samurai, que son hombres de honor, y no en manos de hombres de negocios, quienes no deberían de ser políticos, porque éstos reciben sobornos y se roban los impuestos, pues sólo les importa el dinero.

Esto me hizo reflexionar en la corrupción en México. Me parece que ésta empezó hace muchos años, cuando se hizo creer a nuestra sociedad, desde los sindicatos y los partidos políticos, que “el que no tranza, no avanza”, y se empezó a castigar a las personas honradas y a premiar a las corruptas. Nuestro cine mexicano fue registrando esta transformación en varias películas, como “La Ley de Herodes”, y algunas otras que representaron el inicio de esta situación.

Desde ese tiempo se empezó a corromper a la sociedad confundiendo a la gente, haciéndole creer que era de tontos ser bueno y honesto, pues para triunfar había que ser muy “listo”. Esto dura hasta la fecha, pues de manera cotidiana vemos cómo se hace objeto de burla a las personas bondadosas, a las que se hace sentir que son tontas por ser buenas.

La palabra “listo”, que pudiéramos pensar que significa “inteligente”, en México tiene otras connotaciones, como por ejemplo: picudo; vivo; el que les ve la cara a todos; el que saca ganancia de todas las situaciones engañando; el que se las sabe de todas, todas; el que es muy bueno para “picar los ojos”. Podemos resumir entonces que para muchos mexicanos, “listo” significa ser abusivo y bribón, pasarse de listo.

Escuché hace unos años una conferencia de un mexicano que se fue a vivir a Estados Unidos, titulada “La cultura de la bribonada”. En ella evidenciaba el hecho de que muchos mexicanos en Estados Unidos eran mal vistos, por esta cultura de querer pasarse de listos, y contó la historia de cómo una mujer se metió en una fila, en un banco, con el pretexto de que tenía una emergencia, y después la escuchó burlarse y presumir de lo lista que era, pues lo de la emergencia era una mentira.

El que no tranza no avanza, el que no es picudo no se hace rico, sí, pero sólo a corto plazo. Con el tiempo esta persona se va cerrando todas las puertas de la confianza, de la abundancia, y se va quedando sola, sin reputación y quizá hasta sin libertad, pues sus víctimas darán a conocer a todos sus fechorías.

Si los malos supieran qué buen negocio es ser bueno, no habría malos. Si supieran que todo lo que hacemos se nos regresa multiplicado, lo bueno y lo malo, ¿qué escogerían si de verdad fueran listos?

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