A la sombra del ángel
Luis Villegas Montes
hihuahua.- Como en anteriores ocasiones ─y no es cosa de querer evadir mi responsabilidad sobre mis dichos─ estas líneas no me deben ser forzosamente imputadas a mí. Miren ustedes, resulta que recientemente leí un libro (yo sí lo leí, ¿eh?), que se llama: A la sombra del ángel, de Katherine S. Blair.*
Lo leí porque me lo recomendó una amiga; y a esa amiga no la habría conocido sin la intervención de mi compadre César Jáuregui (se trata de su esposa); así que, como ha ocurrido en anteriores ocasiones, si algo hay que reprocharle a estos párrafos, vaya usted a reclamarle a mi compadre a la secretaría del ayuntamiento del municipio de Delicias, Chihuahua. Aclaración pertinente a todas luces por cuanto que en mis afectos rondan dos César Jáuregui y no hay modo de distinguirlos si no es insistiendo en los pormenores mínimos de sus respectivas biografías como, por ejemplo, su empleo (uno es secretario municipal en la citada administración y el otro consejero de la judicatura federal). ¿Por qué? Porque si dice uno: “César Jáuregui”, no falta quien pregunte: “¿Cuál de los dos?”; y ahí empieza el margallate, porque si usted responde: “el abogado”, resulta que los dos lo son; “¿el panista?”, los dos lo son; “¿el cachetón?”, los dos lo están; “¿el gordo?”, “mmmh”… y así. De lo dicho aquí, pues, sea responsable mi compadre, no yo.
A la sombra del ángel” es una novela biográfica; narra los avatares de su protagonista, Antonieta Rivas Mercado, quien se suicidó a los 31 años de edad en Notre Dame, en París; contar detalles de su vida escapan al propósito de estas líneas, empero, destaco algunos párrafos del relato por su actualidad; porque resulta terrible constatar que lo dicho hace poco menos de cien años por algunos de los personajes que deambulan por sus páginas, no han perdido su terrible vigencia:
“Lo único que temo es que los principios democráticos no hayan arraigado bastante hondo en la consciencia de nuestro pueblo… El mexicano se preocupa por sus derechos personales, pero no lo suficiente por los derechos del prójimo. Le importan sus privilegios, pero no sus deberes”. ¿A que no sabe quién lo dijo? Porfirio Díaz, en el transcurso de la famosa entrevista Díaz-Creelman;
“¡Claro que reinaba la injusticia! Había hacendados que se preocupaban más por sus burros que por su peones”. ¿Muchos de los empresarios de la actualidad se distinguen en algo de sus antepasados? ¿El régimen de seguridad social es eficaz? ¿Lo ha sido los últimos 50 años?;
“Las mismas manos morenas que habían esculpido ídolos de piedra, también habían labrado santos y ángeles. […] Aquellas manos morenas no sabrían qué hacer con un boletín de voto”. ¿Lo saben ahora, 80 años después?;
“¿Cuántas insurrecciones y sublevaciones hemos vivido tú y yo? No importa quién sea […] el que ocupe el sillón presidencial. Levantaremos un arco de triunfo más, gritaremos una viva más y nos dedicaremos a transgredir sus reglas. […] No importa quién mande”. ¿Importará luego del 1 de julio de 2012?;
“El frágil sueño de Francisco Madero había sido astillado, macheteado hasta que se hizo añicos. La energía de la nación estaba consumiéndose en destrucción y embrutecimiento de hombres”. ¿En qué ha cambiado la realidad de ese México?;
“¿Cómo puede el pueblo defender sus derechos si ni siquiera puede leerlos? […] Esta Constitución […] ¿crees que sirve para gobernar a quince millones de mexicanos que hablan ciento sesenta y cinco lenguas distintas y tienen un millar de idiosincrasias?”. ¿Está más unido nuestro México? ¿Más integrado?;
“Después del infierno que México ha vivido, [Álvaro Obregón] ha establecido finalmente un gobierno central fuerte, Dictatorial. […] cualquier otra forma de gobierno está descartada por antipatriótica y antinacional”. Y ahí seguimos, instalados en la rebatinga que la libertad genera; deseosos (tal parece) de volver a la dictablanda, a la necesidad de un régimen fuerte que nos sojuzgue, incapaces del autogobierno;
“[Sus ojos] ‘guardaban esa oculta memoria sufrida que brilla en los ojos mexicanos’. La había visto en tantos ojos”. ¿No nos siguen mirando esos ojos desde todos los rincones de la Patria?;
“Esa misma Constitución sagrada que el gobierno de Calles defendía tan enfáticamente acababa de ser cambiada para permitir que Obregón volviera a presentar su candidatura a la presidencia. […] ¡La sagrada Constitución! Hipócritas, se dijo”. ¿Han aprendido algo la mayoría de nuestros políticos ─con independencia del partido al que pertenezcan─?;
“Han vivido durante la confusión de 1928 como mulas ciegas que giran dando vueltas y más vueltas a la rueda del molino, en un círculo vicioso. ¿Están dispuestos a aceptar ese mismo yugo en 1929? ¿O se habrá decidido por fin esta nación turbulenta y empobrecida a romper el yugo en defensa de sus derechos y su libertad?”. Se preguntaba José Vasconcelos en su campaña a la Presidencia de la República en 1929. ¿Esa misma nación ha dejado de ser turbulenta? ¿O de estar empobrecida? ¿82 años después seguimos siendo los mismos burros de noria?;
“México seguirá siendo México”. Afirmaba Manuel Rodríguez Lozano; la pregunta es si ésa es una sentencia, una condena o una promesa;
“Los ricos no tiene consciencia [social] y los pobres se conforman con sobrevivir?” Los ricos de esta hora ¿si la tienen? Y los pobres, ¿aspiran a algo?, y
“Somos una nación rica a pesar de lo cual nuestro pueblo es pobre”. Quizá usted, querida lectora, amable lector, piense que México todo es el que le circunda; le recuerdo que existe una mayoría de pobres que suma varios millones de personas; una clase media y una alta que, juntas, no alcanzan la cuarta parte de la población total de la nación mexicana; un régimen antidemocrático caracterizado por la voracidad implacable de políticos y empresarios.
* BLAIR, Katherine S. (2007): A la sombra del ángel. Suma de Letras. México.
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