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EL MAIK
Gerson Gómez
A punta de chingazos se ganó el nombre.
En el barrio de la piedra en la Colonia Moderna lo conocen como el Maik.
Lleva tatuado en su brazo derecho el nombre.
Trabaja de chalán. Delgado, cadavérico, le cuelgan los músculos sin forma, fofos, bigote ralo, despeinado, playera desgastada con la leyenda de Felipe Calderón presidente del Empleo.
Es sábado, día de raya.
En el metro viaja desparramado sobre el piso.
Tiene que llegar temprano a Sendero, donde termina el trayecto y después una micro, que lo acerca hasta el nuevo fraccionamiento.
Es un chalán de primera. Especialista en albures y en colocar azulejos, en sordear material y llevárselo, operación hormiga, para vender a los vecinos.
La hueva no se crea ni se destruye, sólo se transforma en más hueva.
Siempre encuentra la manera de esconderse y echarse una pestañita si llega aún pedo al jale.
Maik es bueno para los madrazos, no ha conocido el sabor del cemento. Varias veces han baleado su casa.
El Maik no es el mismo de hace años.
Fuga fuga fuga, grita si hay bronca con los de la Mariano Escobedo.
Antes era el primero en la fila de quienes se fajaban lanzando riscos, botellas, o cualquier elemento que funcionara de proyectil.
Le vale madre los nuevos pleitos.
Él ya sobrevivió a sus guerras. Ahora sólo tiene cabeza para cobrar su semana. Llegar a casa, comprar sus caguamas Carta, sentarse en el patio, bajo el mezquite.
Olvidar que en dos días tendrá que volver a trabajar.
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