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MÁQUINAS DESEANTES
EN LOS ZAPATOS
DE LO OTRO
arte contemporáneo
y experiencia cotidiana
I
“Así, la producción no sólo crea un objeto para el sujeto
sino también un sujeto para el objeto”
Karl Marx en los Grundrisse
Hace unos días el compositor Ricardo Martínez me envió un correo con la novedad de la existencia de la Ubu Web, un archivo de poesía sonora, vídeo arte, performance, música experimental y muchas otras cosas más, le respondí que yo sabía que tenía ya varios años de funcionar y que de hecho era uno de los blogs que comunmente reviso y me lleva a la generación de apuntes sobre artistas de mi interés y de encuentros con documentos de otros que jamás imaginé, en otras palabras Ubu Web es una guía única y ejemplificada , para aquellos que rastrean las mil y un aristas de las llamadas artes de vanguardia y sus constantes y variantes tipos de prácticas, más allá de las disciplinas reconocidas del quehacer artístico tradicional.
¿Qué nos revela ese aparente engendro terminológico que solemos nombrar como arte contemporáneo? ¿qué de sus prácticas? por una parte siento que hay un enriquecimiento en dilucidar sobre la creación de nuestros días, por ejemplo, a partir de Ubu Web, ese archivo único de divulgación y expresión que muestra cómo las disciplinas artísticas no sólo se bifurcan y se entrecruzan, sino que se generan, se inventan, se desprenden unas de otras, y cómo sus contenidos y sobre todo cómo sus encuentros con la realidad cotidiana hacen surgir unas y otras experiencias culturales y sociales. Este texto busca referirse a ello, en parte como una respuesta a las cavilaciones que un jóven neoconservador y adoctrinado por su maestro, virtió en un escrito reciente en otro blog de la localidad, a él dedico estas ideas.
El reto que plantean las artes contemporáneas, sin adjetivos, es justamente el de una totalidad en flujo y cambiante, que permite la posibilidad del encuentro de realidades estéticas con sus contrapartes, las sensibilidades individuales y colectivas tal como han devenido; ahora bien estas artes en plural también evidencian cómo discurren “tête à tête” con las realidades sociales de sus épocas y con los retos que ellas plantean, en relación no a periodos de tiempo en abstracto, sino en referencia de la vida específica, del día con día de sus peculiaridades. Las artes en general se han ido convirtiendo en prácticas que funcionan en relación a una temporalidad desmenuzada, casi ya en horas y minutos de un mismo día… y me explico.
Recientemente me ha surgido otra de esas nociones-broma de las que me valgo ahora, y es la de “un arte diferente para diferentes horas del día”, es decir, que las artes no funcionan a cualquier hora, que la experiencia artística tiene una temporalidad también posible de enfocar en el uso horario, etc. Es una idea que surgió originalmente para enfocar una condición actual para la divulgación cultural y me vino a la mente tratando de pensar en modelos para la radio y la televisión culturales siendo una idea que parte de la forma en que experimentamos ahora la temporalidad simultánea de las “colecciones de sentido”.
Algunas de estas “colecciones de sentido” se refieren justamente a como se manifiestan hoy en día las artes en general, como lo he dicho antes, casi todas las artes hoy en día son “artes populares” o “artes popularizadas”, pero en la medida en que sus contenidos y sobre todo el archivo “omnihistórico” de su geneoalogía es presentado sobre todo por los medios masivos, justamente como una colección de datos y dispuesto o referido a través de los dispositivos de integración de estos contenidos según los modelos de divulgación de esos mismos medios masivos, la televisión y en primer lugar hoy en día la internet, véase el ejemplo de la música clásica ¿no es en el anaquel del supermercado en las ediciones baratas, la publicidad en paradas de camión de los conciertos y en el recitado historiográfico del sonsonete de la radio cultural a través del cual se hace patente su existencia?
Del mismo modo que la llamada música clásica, las artes contemporáneas y sus contenidos se expresan de manera directa en el mundo cotidiano, gracias a la experiencia directa de los creadores y sus públicos, ambas esferas inscritas en los ámbitos del consumo masivo que las despliegan como realidad común: la moda juvenil más directamente pero en definitiva también el vestir en general con sus nuevos cortes, sus nuevos materiales, los nuevos procesos de producción textil, las nuevas arquitecturas, los mobiliarios urbanos, la música popular, las ediciones de libros y revistas que expresan la decoración, el diseño de interiores y exteriores, las computadoras y sus suites integradas de producción multimedia (edición de foto, vídeo, audio) la ergonomía en la mayoría de los aparatos domésticos desde el refrigerador al televisor, no se diga “la cuasi objetualidad” en nuestras mentes de las ambientaciones para la publicidad y el cine; las cabinas telefónicas, los celulares por cierto, las cámaras de vigilancia callejera, las disposiciones en bares y restaurantes, las escenografías y los displays en bancos, tiendas departamentales y de conveniencia; es ahí en donde radica, desplegado como realidad ampliada y a veces disímbola pero claramente distiniva, mucho de lo que ha sido posible gracias a las artes contemporáneas, del constructivismo ruso, el futurismo y la Bauhaus al MTV y el iPod. De Warhol, Koons y Hirst al videojuego y el YouTube.
Lo que trato de decir en todo caso, es que precisamente las artes en general y sobre todo las artes contemporáneas se han desacralizado, pero no sólo eso, han liberado su relación con los públicos y con las instituciones a través justamente de dimensionarse dentro del tiempo y el espacio de la vida cotidiana de las poblaciones que son a la vez públicos-receptores-consumidores y hoy en día productores de sentido estético; las artes han puesto en evidencia y al desnudo, las condiciones de su identidad, de su realidad, de su estamento, al adentrarse en el "uso horario" de las sensibilidades cotidianas, donde las sociedades organizan su vida en común, en donde el arte y más específicamente el arte contemporáneo no sólo ha llegado a formar parte de lo social, como si se tratara sólo de aceptación o rechazo de sus presupuestos más revolucionarios o transgresores, de credulidad o incredulidad en sus límites o alcances, sino que ha tenido que situarse al tú por tú con las experiencias reales de los cambios en las condiciones de vida de las masas, lenguajes que crean y que a la vez son creados a partir de su relación con estas sensibilidades colectivas, a partir de ese mismo "aside and alongside" del nuevo “sentido común postmoderno”.
II
“En vez de limitarnos a recibir nuestro modelo mental
de la realidad, ahora nos vemos obligados a inventarlo y
reinventarlo continuamente. Eso coloca una enorme
carga sobre nosotros. Pero conduce tambien hacia una
mayor individualidad, hacia una desmasificación de
la personalidad, así como de la cultura. Algunos de
nosotros se derrumban bajo la nueva presión o se re-
fugian en la apatía o en la ira. Otros emergen como
individuos competentes, bien formados y en conti-
nuo desarrollo, capaces de funcionar por así decirlo,
en un nivel más elevado”.
Alvin Toffler en La Tercera Ola
Cuando se interpreta ese nuevo sentido común posmoderno como equívoco por principio, cuando se somete a la sospecha de estar solamente integrado y al arte de ser apocalíptico, o sea, simplemente un signo de la decadencia de las masas engañadas y explotadas, se pierde de vista la experiencia real de la temporalidad, que si bien marcada por el mismo reloj esquizoide del capitalismo tardío y el son que nos toca, ha posibilitado a las personas comunes, no sólo integrarse a la "cadencia infernal" que se les impone, sino a tornar su experiencia de vida en nuevas experiencias de la temporalidad y la espacialidad, en simultaneidad a las condiciones actuales de la misma producción de sentido, la cual se ha convertido en un recurso para hacer, no sólo posible sino efectiva, la crítica y la transformación de sus realidades, y esto mismo es lo que el arte contemporáneo expresa al cohabitar con las experiencias emancipatorias varias de ese nuevo sentido común posmoderno: es su productor y su producto, es el ejemplo y en muchos momentos es lo que ha sentado las bases para esta nueva experiencia, no sólo perceptual, sino efectivamente, actualizando y haciendo reales tales experiencias de multidimensionalidad, no sólo castrándolas como suponen los críticos de la sociedad del consumo masivo.
Por eso las mil y una etiquetas, las mil y una caras de la medusa polífonica de las artes de vanguardia, llámese conceptualismo, neo-objetualismo, povera, arte sonoro, minimalismo clásico, minimalismo procesual, glitch music, y las que quieran ponerle, no se refieren a que se busque fundar prácticas artísticas o que se plantee la eterna juventud de una novedad que se descubre y se revela al final, críticamente anquilosada y negativizada por el devenir histórico (la imposibilidad de vanguardia si no es a través de “la revolución total”) , sino que justamente estas prácticas están ahora más ligadas a la amplitud de miras y a las aperturas de muchos caminos que se despliegan a partir de ir contestando una diversidad de cuestiones con muchas y cambiantes respuestas, con y en el quehacer cotidiano y a semejanza de las prolongadas desavenencias que tenemos como individuos en las condiciones económicas actuales tal como las padecemos de lunes a domingo, las 24 horas del día de nuestras semanas, meses y años, es decir, son propuestas de investigación estética de la realidad con los pies en la tierra, en el tiempo en que las prácticas artísticas, también son teoría sobre sí mismas, como lo ejemplifican muchas de las nuevas disciplinas conceptuales que no sólo se muestran como evanesencias de la razón técnica o de la fragmentareidad y de la impuesta separación “maldita” a la que nos destinan, sino como pequeñas retroacciones positivas que apuran para minar los sistemas dominantes de representación.
Esas etiquetas así como las formas de vida que se les desprenden, como sucede con las supuestas elecciones de vida al modo de las identidades juveniles populares relacionadas con la música (rockers, rasta, punks, hipster, rappers, etc.) son puestas en escena, variables, no sólo fragmentos de realidad, sino de realidad ensayada, rescatada y reconfigurada permanentemente, como diferentes maneras de gravitar en torno a problemáticas reales, que se ofrecen como respuestas sobre ellas mismas, es decir, identidades que se cuestionan y se responden sobre su papel en el mundo y que se revelan insuficientes; por eso mismo se abren paso entre la saturación de objetos y sobre todo objetos-mercancia, buscando autenticidad , imágenes y combinatorias de lenguajes para tratar de estar a la altura de las condiciones, lo que hace depender esta nueva creación, no tanto justamente de las genealogías de las artes y de sus disciplinas, sino en el quehacer de personas comunes y corrientes que viven como un “off-on” la experiencia estética, pero van y vienen por encima de ese “switcheo”, para poder ensayar estrategias efectivas de modificación de sus condiciones de vida real.
III
“…por primera vez en la historia universal,
la reproductibilidad técnica emancipa
a la obra artística de su existencia
parasitaria en un ritual”
Walter Benjamin en La Obra de arte en
la época de su reproductibilidad técnica
Si se ha identificado la realidad posmoderna como una sobre estetización de la realidad histórica, lo que diluiría la conciencia sociopolítica de las masas, es sólo porque esa ha sido la coartada que el capitalismo ha ido promoviendo para que no se reconozca en estos incontrolables micro universos de crítica que suponen las post vanguardias, las posibilidades de una sociedad que reconozca justamente los límites del capitalismo y que ejercite, y que practique en esta multiconfiguración, la necesidad inaplazable de otra sociedad. Por ello termina presentándolas como muestrario, como catálogo de vanidades experimentales consumibles por cualquiera no sólo por sus originadores o detentores.
Ya los situacionistas, más que enfocarse en la sociedad del espectáculo (que en todo caso ellos mismos llamaron coartada o válvula de seguridad social) lo que resaltaban era la reconducción de las rebeliones y su objetificación en los anaqueles de la oferta cultural, pero las postvanguadias, (del culto megalómano y la personalidad objetificada como arte de un Warhol y sus secuaces en la Factory, al Street Culture de los raperos, grafiteros y bailarines callejeros,por mencionar algo) lo que en realidad expresan es justamente la necesidad de instruir, lease de nuevo, instruir, a la percepción de lo común, dentro de las posibilidades de sustraerse del objeto y arribar a, o simplemente atisbar a lo que se podría llegar , ciertos campos en los cuales por lo pronto (dentro de los usos horarios de la experiencia artística temporalizada en lo cotidiano) ese objeto artístico se metamorfosea, siendo una cosa aquí y ahora y otra allá, más tarde, como una experiencia radical del tiempo y de las percepciones inscritas en ese periodo, no de fragmentareidad, no de imposibilidad auto aislada y autoreferida, sino justamente el atisbo de intercambio de identidades y realidades de un mismo objeto devenido muchos objetos, de una misma experiencia devenida muchas otras experiencias, que es una forma de ponerse a salvo de la coartada, al ponerse efectivamente “en los zapatos de lo otro”.
Ya el mercado de novedades culturales se encargará de hacerlo vendible, pero inclusive eso, el mercado tiene que valerse cada vez más de un consumidor apto, entrenado en las trincheras de ese “esquizo-consumo” realtivo a la mañana, la tarde y la noche, y por ende sumamente autocrítico de una edificación de la personalidad que se le propone, opiniéndole una personalidad múltiple, no sólo dual como la de las vanguardias originales (asunto que aclararé en otro momento) ; porque justamente el mercado le tiene que vender a ese sentido común posmoderno la cualidad de vida que ha alcanzado, por la cual no sólo está apto para consumir lo banal y la necesidad creada, sino de vivir en relación a la sucesión de intrascendencias adquiribles, lo que le permite haber abandonado al mismo tiempo la comodidad integral de lo que alguna vez se llamó “status quo” (ese sentido común defensor de la estabilidad adscrita a una secuencialidad como realidad inamovible y condición ideológico económica heredable) y hacerse pedazos del mismo modo que sus mismas mercancías, alcanzando una hiper conciencia también, acerca de su propia condición de explotado, mimetizándose con la condición inestable de sus objetos, pero al mismo tiempo haciendo valer su propia integridad en la lógica del consumo como fuerza de transformación de su condición. Una cosa por otra.
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