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EL MAR ES UN DESIERTO. Eligio Coronado Margarito Cuéllar es un escritor generoso: sabe reconocer la obra ajena y la
promueve. El ha aprendido que el principal problema de nuestra literatura es la difusión.
Cuando él empezó a escribir (a principios de los setentas) no había difusión, promoción, premios, becas, estímulos, proyectos literarios, hojas literarias, talleres literarios, editoriales comerciales, sociedades de escritores, Conarte o secciones culturales en los periódicos. Las escasas notas sobre cultura que llegaban a colarse en la prensa iban a dar a la sección de sociales, junto a la foto de "La novia de hoy", los crucigramas, las recetas de cocina y la caricatura de un solo cuadro llamada "Amor es…". Margarito Cuéllar (Ciudad del Maíz, S.L.P., 1956) fue uno de los escritores que cambió todo eso. A la par de su copiosa obra literaria, él se ha dado tiempo para lanzar cuatro antologías en las últimas tres décadas: 20 años de poesía en Monterrey, 1962/1982 (1983), Monterrey, alforja de poetas, tres tomos (1989, 1992 y 1994), El mar es un desierto. Poetas de la frontera norte, 1950-1970 (1999) y Poetas en la Casa de la Luna. Poesía latinoamericana contemporánea (2004).El mar es un desierto… es un estudio muy completo sobre la poesía joven de la frontera norte de nuestro país. Los estados involucrados son: Baja California, Baja California Sur, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. La metodología empleada consistió en rastrear a los poetas nacidos entre 1950 y 1970, con obra publicada, con residencia de diez años cuando menos en los estados mencionados y con reconocimiento regional o nacional. Cuarenta y seis autores fueron los elegidos, correspondiendo a Chihuahua aportar el mayor número (once) y a Sonora sólo tres. Nuevo León aportó exactamente a los diez poetas más representativos de los noventas: Minerva Margarita Villarreal, Leticia Herrera, Ofelia Pérez Sepúlveda, José Javier Villarreal, Sergio Cordero, Humberto Salazar, Genaro Huacal, Oscar Efraín Herrera, José Eugenio Sánchez y Armando Alanís Pulido (justo es decir que sólo faltó el propio Margarito, quien no se incluyó por razones de ética).La antología está perfectamente fundamentada por tres bibliografías: una de los autores seleccionados, otra de los estados escogidos y una más de los autores no elegidos. Como colofón se ofrece, además, una hemerografía muy pertinente. El contenido simplemente se deja leer y disfrutar: "Todos necesitamos una camisa que nos tienda la manga / cuando estamos abatidos" (de Humberto Salazar, p. 225), "En el patio de la tarde una silla se incendia (…), invoca a los dioses de los árboles la conviertan en raíz del viento" (de Oscar Efraín Herrera, p. 250), "Triunfé en el duelo, / pero maté al enemigo. / El único / a quien me hubiera / gustado presumir / esta victoria" (de Genaro Huacal, p. 221). El mar es un desierto… ofrece un justo diagnóstico de la joven poesía mexicana de fin de siglo.
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